La democràcia segrestada.


Acaba de publicarse Política para apolíticos, un libro del departamento de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Barcelona que analiza los tópicos sobre la política y su descrédito. Lo que ha ocurrido en el último mes en torno a Grecia es un ejemplo de cómo una parte sustancial de los políticos trabajan sin desmayo por el desprestigio de la política. Con la aplicada colaboración de buena parte del poder económico y mediático. Nada hace tanto daño a la política como tratar a los ciudadanos como niños, como personas ignorantes incapaces de decidir su destino si no les llevan de la mano los iluminados dirigentes que nos gobiernan. Y esto es lo que hemos visto en Grecia, desde que, en el mes de mayo, las elecciones dieron un resultado que no correspondía a las expectativas europeas.

Es verdad que, a menudo, se emiten juicios injustos con los políticos. Es verdad que su imagen está siempre muy expuesta por tres razones: porque la crítica es la base de una democracia verdadera (por tanto, tienen que estar siempre en posición de visibilidad); porque las buenas noticias no acostumbran a ser noticia y sabemos de ellos por los errores que cometen más que por sus aciertos; y porque la sociedad ha otorgado al político el papel de chivo expiatorio social. Y en estas circunstancias es fácil la amalgama: todos son iguales, todos son corruptos, no son de fiar, solo les interesa lo suyo, han secuestrado la política, no les importan los problemas de la gente, y un largo etcétera de lugares comunes que merecerían muchos matices. Pero es cierto que lo que ofrecen los políticos hoy no favorece en absoluto el clima de responsabilidades compartidas que permite hablar con propiedad de democracia. El desprecio absoluto por la verdad, la impunidad con que se desentienden de sus propias promesas, la sensación de una agenda paralela que nada tiene que ver con las prioridades de la ciudadanía, la cultura de casta cerrada y el desdén con los ciudadanos, hacen de la política hoy una actividad antipática y lejana. Y cunde la idea de que la democracia está secuestrada por unas élites políticas y económicas que solo quieren a los ciudadanos como comparsas.

Josep Ramoneda, Las élites y sus comparsas, El País, 19/06/2012
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/06/18/catalunya/1340046679_732305.html

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