Art inhumà? Màquines creatives?






«Me presenté para saber si [los jurados de] los concursos están preparados para enfrentarse a imágenes realizadas por inteligencia artificial. No lo están», declaraba en abril de 2023 Boris Eldagsen, tras renunciar al Sony World Photography Award que distinguía con el primer premio la imagen «The Electrician», de la serie Pseudomnesia, presentada por Eldagsen..., pero no realizada por él ni por otro ser humano, sino por un artefacto. Eldagsen enfatizaba el hecho de que, al no tratarse de una fotografía (no había personas rea- les cuya imagen hubiera sido captada por el artefacto), sino de una construcción, carecía de sentido su presencia en un concurso fotográfico

El hecho es que un ser humano concibió el proyecto, y lo hizo barruntando que el jurado podría llegar a considerar fotografía una imagen sintetizada por un algoritmo. Pero hay un segundo asunto. Susceptible o no de confundir a un jura- do, cuyos miembros cabe suponer a la vez sensibles y eruditos, ¿es realmente esta imagen una obra de arte? «The Electrician» es, desde luego, una imagen impactante e inquietante. Su impacto emocional es inmediato y, al no ser un sentimiento moral ni cognitivo, ¿cómo no vincularlo al efecto producido en el espíritu humano por la obra de arte? Si varias personas presentes ante la imagen se mostraran (¡no digo que fuera el caso!) de acuerdo en que están experimentando una emoción artística, ¿podríamos, como consecuencia de este efecto coral, concluir que hay obras de arte no vinculadas a lo humano?

Víctor Gómez Pin, El ser que cuenta, Barcelona, Acantilado 2025, pàgs. 17-18


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