L'ésser humà, un ésser insignificant?





Para hacer perceptible lo reciente de la aparición del hombre y, eventualmente, lo efímero de su presencia, en ocasiones la divulgación científica recurre a una transposición de las etapas de la evolución del universo al transcurso de una película de tres horas. La vida aparecería treinta minutos antes del final; los animales, apenas cinco minutos antes. ¿Y los humanos? Sólo serían introducidos una porción de segundo, tan ínfima que el espectador no se apercibiría de ello. Supongamos en estas condiciones que una catástrofe acarreara la desaparición de nuestra especie, por ejemplo, en el año 3000. Desde el punto de vista de lo que la ciencia puede describir, el hombre habría sido tan sólo una fracción diminuta en el devenir del cosmos. ¿Fracción insignificante? Vayamos poco a poco. Piénsese que en ella habría tenido cabida el entero transcurrir de la técnica, la ciencia, el arte, la filosofía y... el cúmulo de interrogaciones y respuestas sobre lo que tiene significativo peso y lo que es in-significante. 

En cualquier caso, para, digamos, bajarnos los humos, al argumento indiscutible de que en la historia del cosmos la especie humana es sólo un momento (es decir, algo con arranque e inevitable fin) y a la proliferación de noticias contrastadas que, un día y otro, enfatizan nuestro parentesco con otras especies (reforzando las asociaciones que claman por la implementación de nuestros deberes con los animales), se añaden hoy los avances en la llamada «inteligencia artificial»; avances que dejan literalmente atónito y posibilitan la relativización de lo humano por un polo contrapuesto al de la vida, ante el cual los posicionamientos humanistas encuentran a priori inesperadas dificultades.

Víctor Gómez Pin, El ser que cuenta, Barcelona, Acantilado 2025, págs. 9 y 11


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