La IA una fàbrica de solitud.





En una sociedad cada vez más individualista y aislada, la IA va adquiriendo protagonismo en nuestro día a día por su rapidez y disposición sin rechistar.

En nuestras casas o en ese universo propio al que tenemos acceso a través de nuestro teléfono, encontramos un refugio vacío lleno de estímulos creados especialmente para cada individuo, accediendo a una visión del mundo sesgada, manipulada y ficticia, compuesta para hacernos pasar más horas haciendo sin hacer, saliendo del paso, intentando solventar la vida. Todo ello deja un regusto de control y poder a golpe de yema, a pesar de que tenemos que consentir una serie de normas que no podemos cuestionar.

Si le preguntamos a ChatGPT qué es ChatGPT, contesta con soltura: “ChatGPT soy yo”. No repara en que es también una suerte de aplicación esclava a la que tenemos acceso aparentemente de forma inocua. En una conversación telefónica, Aurora Gómez, psicóloga sanitaria experta en comportamientos digitales, explica que la IA generativa “cubre nuestra necesidad de que nos den la razón”, un tipo de sirviente por el que no sentimos empatía, que alimenta un “sesgo de confirmación” gracias al cual cada quien recibe lo que quiere oír. Por ello, si estos asistentes nos dan la razón siempre, acceden a nuestras órdenes y practican de forma activa la sumisión, ¿cómo nos relacionaremos con quienes tienes su propia visión de los asuntos? ¿Seremos capaces de soportar que alguien nos diga que no?

Con estos otros aparatos que hemos incluido en nuestro día a día y las aplicaciones que nos interrumpen, lo único que conseguimos es “hablar con nosotros mismos”. También añade durante la videollamada que hoy por hoy “resulta muy fácil utilizar la tecla delete, borrar a la gente y si te veo ni te conozco. La tecnología está teniendo un uso social y cultural para modificar la forma en la que nos relacionamos entre las personas”.

Jacinto G. Lorca, sociólogo y doctorando de la Universidad Complutense de Madrid, nos explica por teléfono que estos nuevos mecanismos “están diseñados para complacer siempre al usuario, ya que responden a la lógica de un capitalismo digital de plataformasque busca que la sociedad use cada vez más este tipo de aplicaciones y así conseguir un beneficio económico para las empresas”. Son tan adaptativos que también pueden tratarnos mal si eso es lo que queremos.

La vida en solitario es cada vez más común: el porcentaje de personas que no comparten casa se ha multiplicado por ocho en los últimos 50 años, según un estudio elaborado por el Observatorio Demográfico CEU-CEFAS. Al mismo tiempo, vemos cómo aumenta la presencia en las redes de memes en los que se elogia a ChatGPT como “el que resuelve todos mis problemas y siempre me trata bien”, a quien acudo cuando “no tengo a quien contarle mis problemas”. Si cruzamos estos dos hechos, puede que en un futuro próximo no necesitemos confrontarnos con nadie, algo que, aunque pueda parecer positivo, no nos traería nada bueno.

Evitar conflictos con quien tenemos cerca conlleva el empobrecimiento de nuestra vida en sociedad. Según Ángeles Gordillo, formadora certificada en Comunicación No Violenta, “si consideramos el conflicto como un síntoma de que tenemos necesidades no cubiertas que debemos atender para buscar estrategias que las tengan en cuenta, el conflicto se convierte en una oportunidad de desarrollo tanto grupal como personal. Gracias a él se crean y mejoran comunidades, porque siempre nos va a dar la oportunidad de escuchar a todas las partes y crear estrategias comunes”.

El uso de la inteligencia artificial puede ser un alivio en nuestra vida frenética, pero es también un mecanismo de control y fragmentación social, una gran máquina capaz de generar un número incontable de soledades.

Ana Geranios, Un esclavo parlanchín siempre disponible, El País 21/03/2025

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