Pilot de drons.
Alguien tiene que hacer el trabajo sucio, esas tareas desagradables que cuentan con la aprobación tácita de la ciudadanía pero que, sin embargo, desprecia. Así funciona hoy en día la sociedad y así nos lo planta en la cara el periodista Eyal Press en su último libro, Trabajo sucio, que ahora publica en España Capitán Swing. Uno de estos trabajos es el de piloto militar de drones, que habitualmente nos lleva a pensar en los miles de vidas inocentes que se ha llevado por delante pero, ¿cuántas veces reparamos en cómo lo viven los y las pilotos, los llamados soldados del joystick?
Trabajo sucio sacude la mente, rompe esquemas y enciende luces de alarma, llevándonos a pensar desde perspectivas que no acostumbramos, desde terreno desconocido. Uno de los trabajos sucios que analiza Press es el de esta suerte de cibersoldados, a los que tendemos a imaginar cómodamente sentados en su consola en el desierto de Nevada, llevando a cabo "ejecuciones extrajudiciales"(como rebautizaron en EEUU a los asesinatos sin juicio previo) a golpe de clic. De hecho, según explica el autor, el mismo exrelator especial de la ONU sobre estas ejecuciones, Philip Alston, ya advirtió en 2010 de los riesgos de ver estos asesinatos como parte de "un juego de Play Station".
Sin embargo, las consecuencias de este trabajo descritas por Press son muy distintas. "Creen que no nos importa una mierda, que solo somos robots no humanos con el cerebro lavado. [...] No saben la mierda a las que nos tenemos que enfrentar, no saben que la mayoría quiere irse a casa y pegarse un tiro". Este es sólo uno de los testimonios de la expiloto de dron Heather Linebaugh que aparecen en el libro. Linebaugh, como tantos otros pilotos incluidos en las páginas de Trabajo Sucio, dejó hace años el programa de drones de EEUU y desde entonces está en tratamiento para poder superar las secuelas de aquella experiencia.
En contra de la idea extendida, un piloto dron no sólo tiene misiones de ataque, también de reconocimiento y es en muchas de éstas donde son testigos remotos de auténticas atrocidades, cometidas tanto por soldados estadounidenses como de los señalados como terroristas del Dáesh. Una de las bases que visitó Press para documentarse fue la de Creech (Nevada), que alberga a 900 pilotos y técnicos de sensores que dirigen drones MQ-9 Reaper. Allí pudo comprobar el choque de realidad continuo con el que viven estos soldados, acrecentado por residir en Las Vegas: "Acababa literalmente de bombardear al enemigo y, a los veinte minutos, me llegaba un mensaje '¿puedes comprar leche cuando vuelvas'".
David Bollero, Soldados del joystick, ¿víctimas o verdugos?, publico.es 01/12/2023
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