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La falta de información es peligrosa, decía Neil Postman, pero el exceso puede ser peor. “Las personas ya no tienen ninguna base para saber qué es relevante, qué no es relevante, qué es útil, qué no es útil —decía en un programa de la PBS en 1985—. Viven inmersos en una cultura comprometida únicamente a generar toneladas de información cada hora a través de todos sus medios sin categorizarla de ninguna manera para que no sepas qué significa ninguna de ellas”.
La categorización es clave para Postman. El mejor alumno de Marshall “el medio es el mensaje” McLuhan, fue el primero en advertir que el formato simplificado, masticado y descontextualizado de los programas televisivos cambiaría el concepto mismo de estar informado por algo muy distinto. En su obra maestra, Entretenidos hasta la muerte, explica que la banalización transforma la información en “información engañosa, mal ubicada, irrelevante, fragmentada o superficial, información que crea la ilusión de saber algo pero que, de hecho, nos aleja de comprender”. Lo considera desinformación “en el mismo sentido preciso que la CIA y la KGB”. Quizá nosotros estamos de acuerdo y por eso ahora siempre decimos contenido en lugar de información.
Esta nueva burguesía de sobreinformados desinformados “ya no se hablan sino que se entretienen entre ellos, intercambiando imágenes en lugar de ideas”. Donde todo es contenido y ya no importa el origen, el argumento y la experiencia quedan rápidamente eclipsados por la fama y el carisma comercial. No hace falta ser un lince para identificar lo bien que nos retrata.
La red social ha creado un ecosistema mediático que separa la información de su origen y a la audiencia de su comunidad, mezclando memoria y deseo con contenidos aleatorios solo en apariencia. La categorización es la clave de la economía digital. Sus máquinas de categorizar usuarios a través de algoritmos de recomendación automática producen la sociedad del entretenimiento que Postman señaló. Una clase política que lidera a través de memes, desplantes y chascarrillos y una ciudadanía que, sometida a un presente perpetuo e incoherente, prefiere abrazar la rabia del populista autoritario que abandonarse a la decepción.
Y, sin embargo, se acaba de firmar el primer acuerdo comercial de una gran empresa de medios con OpenAI. El líder de la IA generativa podrá utilizar las publicaciones del grupo Axel Springer para entrenar sus modelos de IA. A cambio, Axel Springer podrá rellenar sus cabeceras con contenidos que parecen suyos, pero que habrán sido generados por ChatGPT. Cuánto tardará Jeff Bezos en hacer lo mismo con Anthropic, teniendo en cuenta el valor del contenido que producen los usuarios de ARC, su gestor de contenidos para grandes cabeceras.
Nunca nos hizo tanta falta información precisa, verificada, equitativa y contextual. Termina un año marcado por la guerra de Ucrania, el genocidio de Gaza, nuestra evidente incapacidad para afrontar como adultos la inminencia de un desastre climático irreversible y el impulso de abrazar ideologías que nos hacen sentir vivos en mitad de la catástrofe, a costa de nuestra propia humanidad. Empezamos el año alimentando la máquina automática de contenidos sintéticos que llenará los medios de comunicación de masas mientras la mitad del planeta sale a votar.
Marta Peirano, Lo que hacemos no es contenido, El País 18/12/2023
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