Temps és llibertat.
Hay algo sagrado en ese tiempo que nos pertenece, esas 24 horas diarias que, teóricamente, deberían igualarnos a todos, un don que en muchas ocasiones está siendo secuestrado en aras de la productividad. Actualmente, la pretensión de nuestro sistema económico es mercantilizarlo todo, pero tropieza con el principio ético de que no todo se puede comprar y vender sin restricciones. La lucha de los trabajadores para conseguir jornadas de trabajo con un límite de horas es un ejemplo de que el tiempo es libertad y, cuando nos roban tiempo, nos están robando libertad. A lo largo de la historia, las personas y clases sociales se han definido en parte por la disponibilidad de tiempo libre.
La posibilidad de poder «abandonarnos» a no hacer nada, a pasar una tarde o unos días sin compromisos, está directamente relacionada con nuestra libertad. Solo cuando disponemos de tiempo libre tenemos la posibilidad de «abandonarnos» y dejar que fluya la vida sin condiciones. Ese abandono es un logro y también una necesidad para salir del estrés. Además, el doce fare niente nos permite entrar en una situación que, paradójicamente, suele ser muy creativa. Si Newton no hubiera estado «abandonado» debajo de un manzano quizá no habría tenido la intuición de la gravedad al ver caer la manzana. El tiempo de «no hacer nada» restaura nuestro organismo físicamente, lo libera del estrés y, a la vez, permite que el pensamiento divague y tropiece con ideas que de otro modo no surgirían. Esto se conecta con todo el tema de la serendipia.
Una de las condiciones de la cultura slow para una existencia plena es vivir atentos a cada momento, situando la mente y el corazón en el presente. Era el carpe diem de la cultura romana, y hoy es un requerimiento esencial para no ser aplastados por la cantidad de estímulos de todo tipo que recibimos a cada momento. Solo desde un presente vivido con conciencia podemos descubrir la belleza y la armonía que están escondidas en medio del ruido de nuestras ciudades y lugares de encuentro. En el libro hablo del dios griego Kairós, el momento oportuno, el acontecimiento que llega sin avisar, la mirada cómplice de alguien que convierte ese momento en algo único… Cultivar el presente es caminar por la vida de la mano de Kairós. Él consigue que, cuando miramos atrás y queremos recordar nuestra historia, no lo hagamos de la mano de Kronos, día a día, hora a hora, sino rememorando los hitos, las oportunidades aprovechadas, las ocasiones que hemos tenido para amar… Como afirmaba Borges, cada día, aunque sea por un instante, estamos en el paraíso. Cultivar el presente con conciencia es reconocer y celebrar esos «momentos paraíso» y dar gracias por ellos.
Mariana Toro Nader, entrevista a María Novo: "Cuando nos roban tiempo nos están robando libertad", ethic.es 04/12/2013
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