"No hi ha humanitat sense luxe" (Gilles Lipovetsky).




El día de la boda, incluso las personas más modestas hacen una fiesta. Y la fiesta, como decía Georges Bataille, es la forma primitiva del lujo. Desde que los hombres existen, desde el Paleolítico, ha habido manifestaciones del lujo. Ninguna civilización lo ha ignorado. No hablamos de las marcas, claro. Pero ¿por qué la fiesta es lujo? Porque va más allá de las necesidades. Se gasta sin contar. Es la prodigalidad, que encontraremos en la ética de los señores, en la Edad Media. El noble no cuenta el dinero, contar es para los burgueses, es despreciable. Desde siempre los hombres han construido modelos de vida que no se reducían a sobrevivir: comer, beber, defenderse. Siempre ha habido otra dimensión y el lujo forma parte de ello. Se puede tener un punto de vista moral, pero, desde un punto de vista antropológico, no hay humanidad sin lujo.

Se puede juzgar que es obsceno, pero así es el Homo sapiens. Spinoza decía que hay que aceptar a los hombres tal como son. Podríamos reconstituir el mundo y decir: “Deberían ser de otra manera”. Mientras tanto… ¡Nunca ha habido tanto lujo! Y se ha democratizado. La pasión por el lujo no es solo un asunto de los ricos. Está por doquier.

Durante tiempo el lujo era para la élite social, y solo para ella: la aristocracia y la corte, y después la gran burguesía que copiaba el modelo de los señores. Pero el pueblo ni siquiera tenía el gusto ni el deseo del lujo. Le haré una confidencia. Yo soy de la generación de los años sesenta. En esta época, yo apenas sabía qué era el lujo, me habría costado citarle ni una sola marca de lujo. No me interesaba y consideraba que el lujo era para las señoras mayores.

Hoy los jóvenes aman el lujo. Incluso en las favelas. Conocen las marcas. Lo que ha cambiado es que el lujo también es para los modestos. Ha habido una revolución cultural. Antaño era: “El lujo no es para nosotros”. Ahora es: “¿Por qué no?”. Los grandes emblemas del lujo eran el ocio, los viajes, el turismo, las bellas marcas. Hoy todo el mundo aspira a ello. ¿Quién no desea ir de viaje a un hotel? ¿O pasar dos días en un spa, o comprarse un bolso de Hermès o Loewe? Antes, en un medio social modesto, le miraban de manera negativa porque se consideraba que quien hacía esto quería mostrarse. Hoy ya no es indigno. Se ha democratizado, no tanto el lujo como el gusto por el lujo.

Ahora uno puede comprarse un llavero Vuitton. O un perfume Dior o Chanel de vez en cuando. O un pintalabios. Al mismo tiempo, se ha reconstituido un lujo inaccesible, un ultralujo, un hiperlujo, para los milmillonarios. Cada vez hay más en el mundo. Y el lujo se ha mundializado. Antes las grandes marcas eran europeas y el mercado era Europa y América del Norte. Ahora está China, la India. La verdadera crítica no es tanto al lujo, sino a la distribución de la riqueza. Si no hubiera ricos, no habría lujo. Es fácil denunciar el lujo, pero si lo hay es porque hay fortunas.

El lujo era lo más bello, lo más caro y lo más raro. Y, por tanto, lo más deseable. Y he aquí que hoy un cierto número de marcas prestigiosas coquetean con el kitsch, el mal gusto, lo feo, incluso lo vulgar y lo obsceno. Pienso que comenzó en los años noventa con el porno chic en la comunicación de las marcas de lujo, con anuncios publicitarios con alusiones pornográficas y a la zoofilia. Aquello fue un inicio. Después continuó. Mire lo que hizo John Galliano. Hizo desfiles con mendigos y top models al mismo tiempo para vender vestidos de alta costura que cuestan decenas de miles de euros. Hay ahí algo vulgar, un espectáculo que se quiere artístico pero que puede relacionarse con el mal gusto. No es una falta moral, no hace daño a nadie. Ahora Balenciaga y otros presentan zapatos crocs, que eran lo contrario de chic, y ahora se venden por centenares de euros. Es un vuelco: el kitsch se convierte en chic. También lo vemos en el arte. Los artistas acusados de ser kitsch son los más caros.

Para algunos, hay un nuevo lujo que es el del tiempo, el del espacio y el de la distancia respecto a las cosas. Depender menos de las cosas nos da autonomía: era la sabiduría de los antiguos. Pero otros aman lo visible, las bellas cosas, las bellas materias. ¿Cuál es el verdadero?

Marc Bassets, entrevista a Gilles Lipovetsky: "El lujo era lo más bello, lo más caro y lo más raro...", El País Semanal 03/12/2023


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