Contra el malestar.







La democracia, no lo olvidemos, es esta ficción: los jueces son siempre independientes, la prensa siempre libre y los votantes siempre soberanos. Así que hay que reconocer que 15 millones de argentinos más o menos sensatos han votado libremente a un loco; y eso quiere decir que, como votantes libres, son responsables subsidiarios de lo que haga su presidente y que, como votantes cuerdos, deben ser persuadidos para no volver a hacerlo.


Ahora bien, aceptar esta idea significa aceptar otras dos concomitantes muy incómodas: la de que yo, que me creo tan listo, podría también, llegada la ocasión, votar libremente a un loco; y la de que, por tanto, ningún país está libre en estos momentos de inclinarse mayoritariamente por los locos. Eso es lo que no debemos olvidar en la izquierda: que, como otras veces en la historia, la ultraderecha, fascista y/o neoliberal, solo triunfa cuando se antoja la opción más razonable y hasta la más moral a los ojos de una mayoría social muy cabreada, pero también de algunos intelectuales tan ferozmente burlones y displicentes con los votantes de izquierdas como lo somos nosotros con los de derechas. 


Naturalmente, nuestra obligación es esclarecer el horizonte de policrisis (económicas, geopolíticas, climáticas) que han llevado al mundo a una situación en la que los locos tienen una oportunidad: un mundo cabreado, tenso, con ganas de apocalipsis, en el que el odio a un otro concreto, o a una constelación de otros concretos, determina nuestras posturas políticas al margen no solo de la razón, sino incluso del cálculo. Es una constante histórica a la que hay que tender el oído: cuando la rama en la que estamos sentados está a punto de romperse, decía el poeta Bertolt Brecht, todos se ponen a inventar sierras: cuando más requiere la situación equilibrio y cuidado, más nos dejamos llevar por la tentación de la catástrofe. Me temo que no hay ninguna relación directa entre las causas económicas y este malestar irritado que ha cobrado ya vida propia y franquea el paso a los orates; por eso, siendo completamente imprescindible, no bastará con tomar medidas contra la desigualdad y la injusticia social; ese malestar debe ser atacado al mismo tiempo en su superficie, que es donde se expresa y genera efectos.


Santiago Alba Rico, Votar al loco, El País 06/12/2023

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