Per què elles els prefereixen dolents?
Demasiado a menudo nos sorprenden las elecciones sentimentales de algunas mujeres. Tantos años de defensa del feminismo y de una nueva masculinidad para acabar donde siempre, eligiendo a los hombres más autoritarios.
Hace unas semanas, el programa de televisión First Dates (Cuatro) mostró una primera cita entre dos jóvenes que concluyó en despedida: no se produjo el deseado match que todos los concursantes buscan. El vídeo se hizo viral rápidamente. En la argumentación final, la chica miró al joven a los ojos y le espetó: “Me gustan los chicos más chulos, más malos, los malotes. Tú, tío, me caes superbién, eres muy cosi, pero eres bueno, muy buen chaval y eso no me gusta, yo quiero un malo”.
El chico, enormemente desconcertado, acertó a responder: “Bueno, si quieres un malo, pues qué se le va a hacer, parece que eso es lo que gusta ahora a la peña, yo no te voy a escupir a la cara ni pegarte nunca...”.
Esta conversación me impactó. He oído tantas veces esas preferencias en jóvenes y en mujeres mayores que creo que merecen un análisis más profundo. No podemos minusvalorar el impacto de la tradición respecto al papel masculino y el femenino: los hombres deben ser fuertes y agresivos, las mujeres débiles y sumisas. Ellos conquistan, ellas son conquistadas. Ellos desean, ellas consienten. Pese a los años de lucha feminista, los mandatos patriarcales permanecen anclados en nuestro interior, dictando inconscientemente nuestros anhelos y elecciones. Pero, ¿cuál es el tipo de personalidad que implica establecer ese tipo de parejas? Solo conociéndolas podremos prevenirlas y evitarlas.
El primer aspecto que considerar sería qué significa desear un hombre “malote”, es decir, cuáles son las características de esa masculinidad dura, impositiva, arrogante y supuestamente protectora. El segundo, analizar el tipo de personalidad que conduce a una mujer a preferir a un hombre con esos rasgos, en lugar de uno que la respete, la trate con ternura y comparta en igualdad con ella “las diez mil alegrías y las diez mil penas” del budismo zen.
La cuestión no es anecdótica, ya que un comportamiento reforzado una y otra vez en los hombres por parte de las propias mujeres comporta un aumento de la masculinidad contraria a la igualdad y a la libertad femenina. Y el asunto se complica más todavía cuando observamos la coincidencia de ese ser “malote” con la capacidad de algunos varones de abusar psicológicamente.
Investigadores de la Facultad de Psicología Social de la Universidad de Barcelona han descrito los componentes del abuso psicológico en la violencia de pareja adulta. Las estrategias de un abusador conforman un perfil que controla y domina a su pareja, convertida en víctima, a través de sus emociones, sus cogniciones y su comportamiento. Le impone su propio pensamiento desacreditando las ideas que ella pueda tener y redefiniendo la realidad de manera egoísta, según sus propios intereses. Manipula la información para mantenerla desinformada y evitar que busque ayuda externa, de forma que la aísla, separándola de su familia, amigos y entorno social para aumentar su dependencia del abusador. En definitiva, su objetivo es someterla a un papel de servidumbre, exigiéndole una dedicación exclusiva para satisfacer sus demandas. ¿No se parece todo esto demasiado a los atributos de los chicos malos?
El estudio, dirigido por el doctor Álvaro Rodríguez-Carballeira, realiza, además, una jerarquización de las estrategias de abuso y concluye que aquellas llamadas de abuso emocional, definido por las amenazas, la intimidación, el desprecio y la humillación, son las más graves y tienen un impacto significativo en la salud mental de quien las sufre.
Ante estos datos, no podemos dejar de preguntarnos si algunas mujeres, sin ser conscientes de ello, buscan, en realidad, poner a un abusador en su vida. Un hombre que intimida, amenaza y humilla. Un hombre que controla su vida bajo el engaño de la protección. Sería una pareja, en consecuencia, con muchas posibilidades de acabar en situación de violencia de género y con severos efectos sobre la salud física y mental femenina. Las mujeres que eligen a este tipo de hombres posiblemente no sean sistemáticamente víctimas, pero quizás haya algún tipo de correlación entre una personalidad que busca esos atributos de poder en la pareja y el perfil del abusador que conllevará control y violencia.
Además, esa preferencia por los chicos malos, socialmente aceptada y ampliamente extendida entre las mujeres, estaría impulsando a algunos hombres hacia el abuso psicológico, ya que se trataría de un estilo de comportamiento reforzado por el entorno.
Es esencial aplaudir y celebrar a esos jóvenes que se plantan contra el modelo tóxico de masculinidad, como el chico de First Dates, y optan por ser respetuosos, igualitarios y solidarios con las mujeres. Detectar y erradicar los patrones negativos desde la infancia es clave para construir relaciones más sanas y protegernos de la crueldad.
Sara Berbel Sánchez, El peligroso encanto de los chicos malos, El País 18/04/2025
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