Els creadors dels desitjos de les generacions futures.
La política, sí, se orienta a satisfacer los deseos humanos, pero es la
literatura la que conforma y moldea esos deseos. Todos los hombres, incluso los
más rústicos, tienen una interpretación del mundo a partir de la cual comprenden
y sienten la realidad. Más aún, la psicología nos ha enseñado que los hombres ni
siquiera podemos percibir los objetos por los sentidos sin previamente
interpretarlos: vemos, tocamos, oímos y olemos esos objetos a través del tamiz
de una cultura que presta inevitablemente a los actos perceptivos un sentido de
carácter simbólico. Por eso, al mirar hacia la Vía Láctea, el griego cree ver
gotas de leche derramada del seno de la diosa Hera succionado por Hércules,
mientras que nosotros, que hemos sustituido la cosmovisión mítica por otra
científica, ya sólo observamos en esa galaxia un conglomerado planetesimal de
hidrógeno y helio. Libertad, igualdad, dignidad, democracia, derechos, paz,
emancipación, autonomía moral, individuo: estos conceptos, que, entre otros,
estructuran los deseos de nuestra identidad moderna, tienen autoría, no han
llovido del cielo. Los forjaron literatos de los últimos siglos cuyas ideas,
recibidas primero en la pequeña comunidad de lectores de sus libros, fueron
después divulgadas y masificadas, y acabaron cristalizando en la actual imagen
del mundo, la que todos compartimos por el hecho de ser hijos de la misma
cultura.
Y si los literatos del pasado son los creadores de los deseos de los hombres
del presente, se sigue de ello que los literatos del presente han de asumir la
tarea de configurar los deseos de las generaciones venideras. ¿Quién lo hará si
no, dada la especialización profesional de las sociedades contemporáneas? La
responsabilidad del intelectual de hoy es alimentar la conciencia del hombre de
mañana a fin de que sienta una predisposición natural a la convivencia: su
altísimo ministerio consiste en la educación sentimental del futuro. Desde esta
perspectiva, el ministerio político cede su prioridad al ministerio cultural.
Permítaseme por un momento una inversión de todos los valores vigentes: ¿para
qué hay ingenieros? Para que los literatos podamos cruzar los puentes sin perder
nuestro precioso tiempo. ¿Los científicos? Para que cuiden de nuestra salud y
prolonguen los años de nuestra inestimable existencia sobre la tierra. ¿Los
arquitectos? Para que nos construyan casas confortables en las que escribir
nuestros importantes libros. ¿Los políticos? Para que, ocupándose de sus tareas
menores, nos permitan cultivar en nuestros textos aquellos valores que, por
tener más altura, acaban teniendo también más peso.
Los políticos son los actores secundarios en un gran teatro protagonizado por
los hombres de letras, configuradores de la conciencia venidera.
Javier Gomá Lanzón, Desmiento los rumores, Babelia. El País, 10/12/2011
http://www.elpais.com/articulo/portada/Desmiento/rumores/elpepuculbab/20111210elpbabpor_49/Tes?print=1
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