democràcia transnacional.
No se ha entendido realmente la globalización,
incluso para los sociólogos es muy difícil de entender. La principal unidad de
los procesos políticos eran los estados-nación y ya no es así. Ahora debemos
tener en cuenta cómo viven los habitantes de distintas partes del mundo porque
forman parte ya de nuestros conflictos diarios, pero no estamos todavía
preparados para entenderlo.
Los esfuerzos de los estados nacionales no son
suficientes para encontrar soluciones ante problemas como el cambio climático,
la crisis del euro o la crisis mundial financiera... Hay una verdad importante:
esto no lo puede hacer uno solo, debe haber cooperación. El capitalismo se ha
convertido en algo ilimitado, y ahora estamos en una situación en la que
generamos riesgos globales cuya solución resulta imposible a través de los
medios del Estado-nación. Esta es una nueva situación histórica. Hay que ir
hacia adelante, y eso pasa por establecer formas de coope-ración entre estados,
pero también entre ciudades a nivel mundial, regiones, entre distintas
unidades... El Estado puede legitimarse, además, cooperando con la sociedad
civil, porque esta plantea nuevas cuestiones y pide la participación de los
ciudadanos. Esta otra cooperación es una nueva manera de legitimar a los
políticos.
La tecnología no es la única que genera
problemas. El capitalismo genera sus propios riesgos. Por ejemplo, el tema de
Lehman Brothers, que fue el inicio de la crisis financiera, es un poco lo que
fue Chernóbil con la energía nuclear. Necesitamos tiempo para darnos cuenta de
esto. En cierto modo, la nueva versión liberal del capitalismo no da respuestas
a estas situaciones de crisis.
Quizá surja un nuevo principio político. Yo le
llamo cosmopolitismo, porque nos enfrentamos a riesgos globales. Y cabe decir:
o cooperamos o fracasamos. La idea importante es que necesitamos un marco de
referencia donde la gente esté orgullosa de formar parte de una tradición y, a
la vez, esté abierta a otras. Esto no se opone totalmente a la idea del
nacionalismo, pero lo cambia. Tenemos una tradición nacional, que es
importante, pero no es suficiente. Hay que relacionarse con los demás.
El nacionalismo es la utopía. El nacionalismo en
el siglo XIX era la idea realista, pero ahora es irrealista. Es imposible vivir
uno solo. La única perspectiva realista es que tus tradiciones nacionales se
relacionen con las demás. Es la única manera de solucionar tus propios
problemas nacionales. Hay que reinventar la democracia a todos los niveles en
Europa. Muchas de las decisiones no se toman ya a nivel local, sino a nivel
europeo o en grandes empresas de distintas partes del mundo. Esto significa que
la mayor parte de las decisiones va más allá de la participación, más allá de
la democracia. Así que hay que reinventar la democracia a nivel transnacional.
Tenemos que pensar qué tipos de elementos de la democracia tradicional se
pueden utilizar para que aquellos que toman las decisiones a nivel mundial sean
responsables. Y creo que esto es realismo, no idealismo.
Ulrich
Beck, “Este capitalismo no da
respuestas a la crisis”, entrevista de Guillermo Malina, Público,
03/12/2011
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