Els fabricants de la por.
El temor ha sido siempre uno de los aliados más fieles del poder, que intenta
que la población viva inmersa en él. La creación artificial de atmósferas de
miedo obliga a los ciudadanos a blindarse frente a los contextos sociales. El
miedo que anida en el cerebro quebranta la resistencia, genera pánico y paraliza
la disidencia; no hay poder en la Tierra que no haya confiado en alguna forma de
terror. Tras un desastre -natural, político, económico- el miedo inicial deja
paso a la ansiedad; la gente teme más los riesgos que se le imponen que los que
acepta. Todos los esfuerzos por liberar al hombre han sido en realidad impulsos
por liberarlo del miedo, para crear las condiciones en que no sintiera la
dependencia como una amenaza; cuanto más asesino y más totalitario es el poder
más priva al hombre de libertad porque lo que engendra es temor. Surge así lo
que algunos han denominado la ideología del miedo, definido en el Diccionario de
la Lengua Española de la Real Academia como una "perturbación angustiosa del
ánimo por un riesgo o daño real o imaginario". El miedo como arma de dominación
política y control social; el miedo como herramienta de destrucción masiva en la
guerra de clases. A lo largo de la historia ha habido todo tipo de movimientos
sociales y culturales fundamentados en esa sensación, habitualmente
desagradable, provocada por la percepción de ese peligro real o supuesto,
presente, futuro o pasado. El miedo no solo como construcción social sino
también ideológica. Como es omnipresente y está arraigado, produce desconfianza
y conflicto con el "otro", al que se atribuye la culpa de lo ocurrido o de lo
que puede acontecer, y genera, por tanto, la necesidad de protegerse de él. Esa
es la ideología del miedo, que llega a través de sus transmisores, los
"fabricantes de miedo", muy vinculados en la contemporaneidad a los medios de
comunicación de masas y a la información, comunicación y propaganda que se
transmite instantáneamente a través de Internet.
El miedo se manifiesta cuando las relaciones de poder son muy extremas [...]:
se esfuman las certezas, lo garantizado, el statu quo, y emergen la precariedad
y el desasosiego paralizante. Antes ello ocurría en tiempo de guerras y
represiones políticas -cuando los inquisidores llegaban a las ciudades
medievales, cuando entraban en vigor las leyes raciales contra los judíos,
cuando los negros veían arder delante de sus casas las cruces de madera
instaladas por el Ku Klux Klan; en la Italia fascista, la Alemania
nacionalsocialista, la España de Franco, la Unión Soviética de Koba el Cruel, la
China de la revolución cultural; en la Camboya de los jemeres rojos, en la
Argentina o el Chile de los militares, en la Libia de Gadafi o en la Siria de El
Asad, etcétera- pero ahora el temor se expande y añade otra naturaleza a la
tradicional. El miedo adopta rostros inéditos.
Hoy no se trata solo de los temores tradicionales a la muerte, el infierno,
la enfermedad, la vejez, la indefensión, el terrorismo, la guerra, el hambre,
las radiaciones nucleares, los desastres naturales, las catástrofes ambientales,
sino también -y no hay que banalizar las diferencias- del miedo a un nuevo poder
fáctico que denominan "la dictadura de los mercados", que tiende a reducir los
beneficios sociales y las conquistas de la ciudadanía económica del último medio
siglo; miedo a quedarnos sin ese bien cada vez más escaso que se llama trabajo,
a reducir nuestro poder adquisitivo, al subempleo, a la marginación económica y
social. Esos son algunos de los temores contemporáneos. Y sobre ellos Klima
[intelectual checo, autor de El espíritu de Praga] escribe: "A diferencia
de los anteriores usurpadores de poder, estas estructuras de poder no tienen
rostro ni identidad. Son invulnerables a los golpes y las palabras. Su poder es
quizá menos ostentoso, menos abiertamente declarado, pero es omnipresente y no
cesa de crecer". Este nuevo temor que se expande a la velocidad de la luz entre
la ciudadanía (lo dicen todos los sondeos que se publican, que lo ponen por
delante de cualquier otro problema cotidiano) paraliza las reacciones, incluso
la del miedo al miedo mismo. El sociólogo francés Michel Wieviorka, declara en
la prensa: "En una situación de crisis los actores están cansados y las
dificultades para sobrevivir provocan situaciones difíciles que rebajan la
moral. La violencia y la conflictividad son más frecuentes cuando hay dinero y
recursos. Pero cuando empieza la crisis la gente no entiende bien lo que pasa y
está a la espera. El conflicto surge siempre que hay dominadores y dominados,
pero en caso de crisis es todo el sistema el que no funciona, se crea desánimo y
por eso no hay más conflicto. Existe un estudio muy famoso de la pequeña ciudad
austriaca de Marienthal, muy industrial y con un partido socialdemócrata fuerte,
que en los años veinte era muy conflictiva. Pero llega la crisis del 29, la
capacidad de revuelta de la clase obrera desaparece y se entra en un estado de
debilidad que incluso impide pensar. El siguiente paso fue el ascenso del
nazismo".
El temor es una emoción que inmoviliza, que neutraliza, que no permite actuar
ni tomar decisiones con naturalidad. [...] Este miedo contemporáneo hace a todos
susceptibles de ser dominados, subyugados por los que poseen la capacidad de
generarlo: por los que ejercitan el poder, que someten a los miedosos y les
inyectan pasividad y privatización de sus vidas cotidianas (el refugio del
hogar), los culpabilizan y, a continuación, los castigan bajándolos de la escala
social en beneficio de los primeros. El historiador y crítico social
norteamericano Christopher Lasch, escribió en 1979: "Tras el torbellino político
de los años sesenta, los ciudadanos sociales se repliegan a cuestiones meramente
formales. Sin esperanzas de mejorar su vida en ninguna de las formas que
verdaderamente importan, la gente se convenció de que lo importante era la
mejoría psíquica personal: contentarse con los sentimientos, ingerir alimentos
saludables, tomar clases de ballet o danza del vientre, imbuirse de la sabiduría
oriental, caminar sin fin, trotar, aprender a relacionarse, superar el miedo al
placer. Inofensivas en sí mismas, estas búsquedas, cuando son elevadas a la
categoría de programa y se encumbran en la retórica de la austeridad y la
apertura de las conciencias, implican un alejamiento de la política y un rechazo
del pasado reciente". Es una especie de autogenesia social. Con la irrupción de
una crisis tan profunda como la de nuestra época, conceptos como los del miedo y
la inseguridad, que pertenecen con más propiedad a otras disciplinas sociales
(la psicología, la psiquiatría) que a la economía, se han incorporado con mucha
fuerza al análisis técnico de esta última disciplina. Si uno es cliente habitual
de cualquier tipo de medio de comunicación (de una u otra manera lo somos todos)
habrá comprobado cómo abundan las alusiones al temor de los ciudadanos, a las
secuelas de la larga recesión que padece el mundo. No se trata solo de los
titulares de la sección de Economía [...], sino de las declaraciones y las
valoraciones que emergen en otras materias y que derivan por extensión al
terreno de la Economía. [...]
Una periodista refleja lo que ve en la calle (y posiblemente lo que siente
ella misma) y lo resume en un artículo en el que habla del "miedo a quedarse en
paro. A que los chavales no encuentren trabajo por mucho que estudien. A coger
el coche por si acaso. A encontrar en el barrio otra tienda cerrada. A
empobrecernos. A no cobrar la pensión cuando nos jubilemos. A comprar y vender.
Miedo a gastar lo que tenemos porque a lo mejor no es nuestro". El dibujante El
Roto publica una viñeta en la que un tipo con pinta de gran ejecutivo dice:
"Tuvimos que asustar a la población para tranquilizar a los mercados".
José Estefanía, La ideología del miedo, El País, 27/11/2022
http://www.elpais.com/articulo/reportajes/ideologia/miedo/elpepusocdmg/20111127elpdmgrep_8/Tes?print=1
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