Repolititzar la democràcia.
Este rechazo de la política, definida como el
lugar de maniobras partidarias y de cálculos personales, resulta
paradójicamente duplicado por el lenguaje de los propios gobernantes, que
rivalizan en profesiones de fe no partidistas para dar prueba de su devoción a
la cosa pública. La política se encuentra, así, desvalorizada permanentemente
por aquellos mismos que solicitan los sufragios de los electores en el marco de
una competencia feroz. El enfrentamiento partidario se ha deslegitimado, sin
que por ello sean reconocidas las otras instituciones de la generalidad. Es
preciso salir de esta confusión destructiva revalorizando el enfrentamiento de
programas y los valores, otorgando, al mismo tiempo, un lugar mejor establecido
a las autoridades independientes, así como a las Cortes constitucionales y a
los distintos terceros poderes. El desarrollo de la democracia implica que se
reafirme la importancia de las opciones tajantes y que, simultáneamente, se
valoricen decisiones más unánimes. En efecto, los dos elementos forman un juego
de suma positiva: no se excluyen en absoluto. Las oposiciones partidarias de la
democracia mayoritaria tendrán así más sentido y serán mejor aceptadas si su
espacio de expresión es claramente reflexionado. Y las instituciones llamadas
contramayoritarias desempeñarán un papel más reconocido si son recolocadas en
el funcionamiento de conjunto de la democracia. El conflicto y el consenso
deben ser igualmente reconocidos en democracia. Pero sólo pueden serlo si son
claramente distinguidos y remitidos a instituciones específicas. No se trata de
“despolitizar la democracia”. Por el contrario, es necesario repolitizarla, dar
más centralidad a lo político. Esto implica que progresen, al mismo tiempo, la
calidad de la regulación democrática y la atención a la construcción democrática. Esta última es de orden sustancial, al
calificar el tipo de sociedad por construir, mientras que la primera es más de
tipo procedimental. (303-304)
Los amenazantes cambios de rumbo de lo impolítico,
de la antipolítica y de la despolitización no podrán, en efecto, ser conjurados
a menos que se afiance la dimensión propiamente política de la democracia como
modo de determinación conflictivo de las normas de pertenencia y redistribución
constitutivas de una ciudadanía compartida. (306-307)
Pierre
Rosanvallon, La legitimidad
democrática, Paidós, Madrid 2010
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