Soberanisme i por a la indigència.
La Terra Trema |
El político sueco Jimmie Aakesson ha convencido a casi un 6% de sus
compatriotas de que las ayudas sociales están siendo acaparadas por parásitos
procedentes de la inmigración, particularmente musulmana, lo que privaría a los
laboriosos suecos de adecuada protección. Recuperando los contenidos del
"nuestro pueblo primero", lema del Bloque Flamenco ilegalizado en 2004 por su
carácter xenófobo, el NVA, victorioso en las últimas elecciones belgas, además
de la estigmatización de inmigrantes tiene como objetivo prioritario el liberar
a Flandes del indeseable vínculo con la Valonia sureña, denunciada por
el carácter parasitario de su economía. Hace unas semanas en un gran diario
barcelonés el directivo de una consultoría económica madrileña, defensor de un
"federalismo competitivo", tras afirmar que "en el sur hay quien se pasa la
tarde jugando tranquilamente al dominó gracias al subsidio del Estado", reducía
el problema catalán al hecho de que "las masivas transferencias de renta al sur
son hoy injustas". Sin duda se curaba en salud precisando que no estaba
"diciendo que los andaluces y los extremeños sean unos holgazanes".
Obviamente, 20 años atrás, programas políticos de este cuño y declaraciones
tan impúdicas hubieran sido de inmediato objeto de repudio. Hoy no lo son, en
razón de que la gestión del prejuicio y el resentimiento se ha convertido en un
expediente trivial de la confrontación política. Por ceñirme a nuestro país, la
relación entre quienes se sienten españoles y quienes se sienten ante todo
catalanes, envenenada por columnistas de Madrid que tildan a Montilla de
"charnego acomplejado" y lacayo de los nacionalistas, tiene contrapunto en una
cronista barcelonesa que se refiere a Cataluña como a la "vaca que todo el mundo
ordeña", víctima de "los vampiros que nos rondan". Y a la par que el concepto de
España vuelve en ciertos periódicos a adoptar connotaciones que siempre dieron
miedo al propio pueblo español, en los discursos de ciertos políticos catalanes
se intercalan declaraciones despectivas que efectivamente aluden a los
trabajadores del campo andaluz como parásitos subvencionados de los que conviene
despegarse, por ser una rémora en la lucha por abrirse paso en la brutal
competición que hoy enfrenta a individuos, culturas, lenguas, y naciones (con
Estado y sin Estado).
En un artículo de opinión publicado hace unos meses, Carme Chacón y Felipe
González lamentaban la proliferación de reivindicaciones económicas por parte de
regiones septentrionales, que calificaban de "groseras" y contraponían a una
tradición progresista. El argumento sería más convincente si los autores
abordaran las causas de que ello sea así, y que no son otras que la
imposibilidad de que el sistema económico-político universalmente imperante
posibilite la menor sombra de fraternidad entre pueblos.
Aquí mismo he evocado alguna vez con nostalgia los tiempos en que el Norte, a
través de los ojos lúcidamente militantes del Visconti de La Terra
Trema, se acercaba al Mezzogiorno de los trabajadores de un pueblecito
pesquero, a fin de denunciar las razones contingentes de su postración
económica, reivindicando la dignidad en la confrontación de aquellos hombres con
la naturaleza, y mostrando en los rasgos de su vida cotidiana el espejo de una
profunda civilización. Simplemente el gran Visconti se aproximaba al sur con
mirada abierta y fraterna, y ello en razón de que tal mirada constituía un
corolario del sistema de valores que entonces regía y que marcaba la concepción
de los lazos entre pueblos e individuos.
Para desgracia de todos ese fantasma de fraternidad que recorría Europa ha
sido reemplazado por un nuevo espectro: el del miedo, la conservación a
cualquier precio y repudio de todo aquel que, desde la perspectiva de los
pretendidos logros propios, ofrezca imagen de indigencia. Fantasma de derrota de
las aspiraciones a la dignidad y a la libertad inherentes a la naturaleza
humana; fantasma, en suma, del Mal.
A este fétido estado de cosas no se escapa con sermones ni buenos
sentimientos. Habrá fraternidad entre pueblos cuando la máxima subjetiva de la
acción política vuelva a incluir objetivos de universal liberación, cuando la
causa del hombre (abstracta si no plantea las condiciones sociales de
posibilidad de realización de la naturaleza humana) vuelva a ser simplemente la
causa final.
Víctor Gómez Pin, El Mal, El Boomeran(g), 27/12/2011
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