Per un capitalisme popular.
by Arianne Faber |
En 1981, el responsable del grupo industrial del Banco Urquijo (primer banco
industrial por entonces) me decía lo siguiente: "Javier, mi tarea es desarrollar
el grupo industrial y convencer a otros inversores de las excelentes
oportunidades que tenemos, pero la verdad es que no creo en ello. En España
deberíamos dedicarnos todos a ser vigilantes de playa, camareros y porteros de
museo".
Nunca he olvidado esta frase ni las implicaciones de hondo calado que tenían.
Creo firmemente que desde los años ochenta, todos los intentos de crecimiento
que España ha protagonizado se han debido a oportunidades de exprimir diferentes
limones que han servido coyunturalmente para hacernos creer que teníamos éxito
durante unos pocos años. Cuando el limón se ha agotado, hemos pasado una
profunda crisis hasta que hemos encontrado el siguiente limón.
Felipe González encontró los fondos estructurales y desarrolló
infraestructuras. Luego exprimió durante algún tiempo las olimpiadas y la Expo
de Sevilla. Aznar vendió las empresas públicas y aprovechó el inicio del boom
inmobiliario. Zapatero ha aprovechado hasta el agotamiento el boom inmobiliario
y la bajada de los tipos de interés y se ha endeudado.
El problema es que tal vez se hayan acabado los limones y no haya ningún
limón más que exprimir. Tal vez una victoria del Partido Popular nos permita
ahorrar costes y encontrar algunas oportunidades adicionales en la privatización
de algunos servicios pero eso también se acabará.
Tal vez Alemania o EE UU estén mejor preparados para competir globalmente y
se salven, pero lo más probable es que la existencia de miles de millones de
personas en China, India y América Latina capaces de producir bienes
industriales por una fracción de lo que nos cuesta a nosotros, forzará a un
debilitamiento progresivo de nuestros mercados laborales, de nuestro Estado del
bienestar, y un declive permanente de nuestra posición internacional
¿Es esto evitable? Creo que sí, pero solo si hacemos rápidamente unas cuantas
cosas muy importantes. Hay que pasar de exprimir limones a plantar limoneros, a
cambiar el modelo económico.
Ya veo la sonrisilla que le empieza a surgir en las comisuras de los labios
al lector inteligente que me ha aguantado hasta aquí. Está pensando ahora mismo:
"Ya apareció un nuevo Zapatero, un optimista antropológico que cree que se puede
cambiar de modelo económico en unos pocos años y a base de leyes".
Pues siento defraudarte, inteligente lector. No me refiero a cambiar de
modelo económico pasando del sector de la construcción al de las energías
alternativas o al de I+D+i. En ese terreno yo trabajaría más bien en la solución
que proponía mi colega del Banco Urquijo: desarrollar al extremo el sector
turístico.
La solución es el capitalismo popular. Me refiero a trabajar para que el
bienestar de los ciudadanos dependa más del mercado de capitales y menos del
mercado laboral. Este es un terreno donde bien podrían confluir las ansias
liberalizadoras de los ciudadanos de derechas con las ansias sociales de los
ciudadanos de izquierdas, aunque a estos últimos les haga falta recorrer un
trecho ideológico un poco más largo.
En pocas palabras, si cada ciudadano se convierte a través de sus fondos de
inversión y de pensiones en propietario de una fracción de las compañías en las
que trabajan y cuyos productos compran esos millones de personas de China, India
y América Latina, acumulará un patrimonio que le hará financieramente
independiente del mercado laboral y del sistema de pensiones.
El mayor obstáculo a esto es la falta de educación financiera de la población
solamente superada por la ignorancia en estos temas de nuestros dirigentes.
Declaro bien fuerte, y no me contradirá ningún economista serio, que en el
muy largo plazo, la inversión en renta variable global, no especulativa, bien
diversificada y promediando los costes, es no solo enormemente rentable sino
probablemente tanto o más segura que la inversión en depósitos bancarios o en
renta fija.
Para facilitar la solución individual al problema llevo los últimos 10 años
de mi vida profesional dedicados a educar a cuantos me han querido oír en estos
principios. Ningún economista me ha contradicho. Pero lo que es aun más
importante, he conseguido que muchas personas, empezando por mí mismo, alcancen
esa independencia financiera que debería incluirse en la lista de la Declaración
de Derechos Humanos.
Para una solución colectiva, ¿habrá algún político que quiera tomar la
bandera y liderar este proceso?
Javier García Monedero, Del capitalismo de élite al capitalismo popular, Cinco días, 06/01/2011
Comentaris