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George Steiner |
En verdad, México, como el resto de América Latina y buena parte del mundo,
es ahora las dos cosas a la vez. Si, antaño, parecía que la civilización y la
barbarie tenían bien definidas sus demarcaciones y eran antagónicas, hoy
descubrimos que aquella era una más de las muchas ilusiones que fabricamos para
no sentirnos demasiado inseguros en el mundo en que vivimos. Gracias al
fanatismo religioso y político y su símbolo -el terrorista suicida- y a la
criminalidad que la industria de la droga genera por doquier, además de factores
como las enormes desigualdades económicas, el desplome de los valores
espirituales y religiosos y el generalizado desapego a la ley, la barbarie es
hoy un ingrediente esencial de la civilización, una de sus expresiones. No es
una casualidad que en Noruega, que parecía un pequeño paraíso, el salvador de la
humanidad Anders Behring Breivik se cargara el 22 de julio pasado a 77
inocentes, solo para mandar un mensaje al adversario, como hacen los
zetas mexicanos.
Cuando recuerda que el Holocausto fue obra de un país que era el mismo de
Goethe, Beethoven, Rilke y Thomas Mann, George Steiner saca la siguiente
lección: "Las humanidades no humanizan". Tal vez tenga razón, tal vez sea cierto
que la cultura no nos defiende contra el instinto tanático de destrucción y
muerte que se disputa en nuestro ser con el Eros constructivo, solidario
y vital.
Pero, acaso, la cercanía del peligro y del horror sea un poderoso aliciente
para el quehacer cultural, lo impregne de una atracción hechicera y de una
fuerza mágica a la que inconscientemente acudimos en pos de consuelo, ayuda,
seguridad, cuando el suelo parece estar cediendo bajo nuestros pies.
Mario Vargas Llosa,
Libros y cadáveres, El País, 04/12/2011
http://www.elpais.com/articulo/opinion/Libros/cadaveres/elpepiopi/20111204elpepiopi_12/Tes?print=1
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