Plácido i el retorn del conservadurisme compassiu.
Lo que resulta más sorprendente es que la lógica de la campaña que quiso
denunciar Berlanga con Plácido vuelva a estar ahora de rabiosa
actualidad.
La penosa situación de las arcas públicas y el más que evidente impacto de
ello en las políticas sociales están volviendo a situar en primer plano la
caridad y la compasión como grandes asideros en los que apoyar la frágil
cohesión social. Las cifras disponibles muestran un impacto muy profundo de la
crisis en los sectores sociales más vulnerables. Según datos del Instituto
Catalán de Estadística (Idescat), son ya 200.000 los hogares en Cataluña en los
que ninguno de sus miembros trabajaba. Si en el año 2008 los residentes en
Cataluña de hasta 17 años que vivían en uno de esos hogares eran el 5,8%, a
finales de 2010 ya eran el 11,2%.
Las transferencias sociales, sobre todo las pensiones, consiguen reducir
significativamente la tasa de riesgo, de vulnerabilidad y de pobreza. Y lo más
importante como evolución, la desigualdad en la distribución personal de la
renta, siempre según el Idescat, ha aumentado en Cataluña del 4,8% al 5,8% en el
periodo 2008-2010, mientras que en la zona euro el cambio ha sido del 4,8% en
2008 al 4,9% el 2010. ¿Se arregla ello con caridad, piedad y compasión?, ¿se
arregla con telemaratones o campañas ocasionales de solidaridad?
No nos confundamos. Soy totalmente partidario de impulsar y promover la
solidaridad social organizada y las dinámicas que buscan reforzar la capacidad
de respuesta comunitaria en los temas sociales, y no creo en absoluto que la
solución a los problemas actuales pase por incrementar y extender la
intervención de los poderes públicos en cualquier aspecto de la convivencia
social. Pero no me parece de recibo que mientras se ataca a los que reciben
ayudas sociales, acusándolos de fraude, se lancen campañas en las que se trata
de responsabilizar al conjunto de la ciudadanía de problemas que
constitucionalmente deberían ser prioritarios en la acción compensatoria y
proactiva de los poderes públicos.
La razón de ser de los poderes públicos deriva de su capacidad de proteger a
la sociedad en situaciones de urgencia como las actuales. Y precisamente, los
sistemas fiscales de base redistributiva fueron pensados e implementados para
hacer realidad lo que los valores constitucionales proclamaban pero no
aseguraban. Si esos valores ya no sirven o son, como antes, meros enunciados
declarativos, convendría saberlo y cambiar las leyes.
Plácido vuelve a estar de actualidad, en la medida en que la lógica
del “conservadurismo compasivo” gana adeptos entre quienes prefieren preservar
lo que tienen a seguir repartiendo mediante los resortes que nuestras
constituciones, estatutos y leyes venían proclamando. No es lo mismo recibir la
ayuda circunstancial fruto de la encomiable solidaridad de unos u otros, que
tener derecho a una prestación si se entra en una situación de carencia o de
riesgo prevista normativamente. Al final, lo que está en juego es la dignidad de
las personas. Un ciudadano con derechos no es lo mismo que un menesteroso que
recibe caridad de forma discrecional.
Joan Subirats, En Navidad, "siente un pobre a su mesa", El País, 25/12/2011
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