La cultura del "picoteo".
¿Cuánto vale lo que no nos cuesta nada? ¿Qué importancia le damos a las cosas
que logramos sin ningún esfuerzo? En estos tiempos líquidos en los que si tienes
10 minutos y un ordenador puedes conseguir casi cualquier cosa sin ir a buscarla
a ninguna parte, porque basta con pulsar dos teclas para que Internet te ponga
en la mano el disco, la noticia o la imagen que estuvieras buscando, parece que
es más fácil desear las cosas que quererlas y que a fuerza de acumular
titulares, citas y resúmenes nos arriesgamos a sustituir el conocimiento por la
simple curiosidad, que es un buen punto de partida, pero un mal destino. Importa
más probar que elegir y estar al tanto de lo que sucede que tener una opinión
sobre ello, lo cual en muchos casos nos vuelve a la vez insustanciales e
insaciables. ¿Se puede considerar informada una persona que lee los teletipos
que le van llegando a su teléfono móvil? ¿Oír dos canciones de cada CD que se
edita te convierte en melómano? ¿Coleccionar frases célebres te vuelve un amante
de la filosofía? (...)
Algunas personas creerán que lo fragmentario es la única opción en este mundo
en el que ya no ganan los más fuertes, sino solo los más rápidos y la paciencia
ha sido sustituida por la velocidad; otras verán en ello la negación de la
propia cultura, que no consiste en tantear la superficie de las cosas, sino en
profundizar en ellas, y su suplantación por una poscultura que, como escribe el
profesor Javier Gomá en su obra Ingenuidad aprendida, es el último
recurso de unas sociedades en decadencia "cuya única identidad reside, tras el
ocaso de Occidente, el eclipse de las ideologías, la muerte de Dios y el fin de
la historia, en ser posterior a lo anterior: cultura posmoderna, posindustrial,
poshistórica...". No parece gran cosa, porque una secuela no puede ser un buen
punto de partida.
El mundo de la música es, por ahora, la mayor víctima cultural de la Red, y
sus consumidores, habitantes de un mundo en el que vivimos de una parte
"sitiados por la abundancia", como dice el ensayista Marek Sobczyk en su libro
recién publicado De la fatiga de lo visible, y de otra hipnotizados por
la piratería, que al ponerle el cartel de gratis a los productos culturales les
quita todo su valor, son los que más han cambiado, normalmente, para entregarse
a la voracidad, porque las descargas legales y, sobre todo, ilegales hacen que
casi todo el mundo tenga en su ordenador o su mp3 100 veces más canciones de las
que podrá escuchar en un día, un mes o incluso un año.
La cultura del picoteo, del querer meter la cuchara en todos los platos del
restaurante para hacerse una idea de su sabor, tiene aquí su máxima expresión y
ha transformado por completo a los aficionados, que si antes seguían a un
artista en particular o un género específico, ahora lo degustan todo, para
hacerse una idea y porque, al fin y al cabo, no hay que pagarlo. (...)
Tal vez todo esto no sea más que el espejo de unos tiempos entregados a la
globalidad y las corrientes de opinión, donde todo se conoce y se desconoce a la
vez. En el primer caso, porque las noticias vuelan más deprisa que nunca y en el
segundo, porque cada vez tenemos menos tiempo para detenernos a meditar acerca
de ellas. Si hay un verso genial que cada vez sea menos cierto, es este de
Fernando Pessoa: "¡Qué difícil es ver solo lo que es visible!". Ahora es justo
al contrario, porque "el exceso de imágenes provoca una parálisis de lo
visible", como dice de nuevo Marek Sobczyk, y todo es inmediato, es urgente y es
transitorio, y en medio de tanto apresuramiento lo que pasa no deja ver lo que
sucede, y más en esta época de crisis en la que estamos tan preocupados de no
hundirnos que no podemos llegar al fondo de las cosas. (...)
Tiempos líquidos, como los ha llamado Zygmunt
Bauman, en los que sin duda tenemos que construirnos "una identidad flexible que
haga frente a los cambios continuos de la realidad" y siga el ritmo de los
avances tecnológicos, pero en los que también corremos el riesgo de no ahondar
en nada a base de catarlo todo, sin darnos cuenta de que dar un paso en cada
dirección es una manera de no moverse.
Benjamín Prado, Lo probamos todo...¿sin comprender nada?, El País, 27/10/2011
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/probamos/todo/comprender/nada/elpepisoc/20111027elpepisoc_1/Tes?print=1
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