De dretes per defecte.
Desde siempre la derecha tiene a favor la banca, las empresas, los notarios,
los registradores, la iglesia, los jueces, los militares, los abogados del
Estado, las fincas rústicas y urbanas, la policía, las cárceles. Allá por los
años sesenta del siglo pasado algunos pensaron que Dios se había hecho de
izquierdas después de leer a Sartre. Falsa alarma. Dios también es de derechas
de toda la vida.
El Dios Padre es como un John Wayne; el Espíritu Santo nombra directamente a
los Papas y se queda luego todo el tiempo sobrevolando el Vaticano; solo la
segunda persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, demostró estar dispuesto a
compartir las miserias del género humano. Bajó de los cielos a redimirnos, tal
día como hoy, por la Navidad. En Palestina curó a los enfermos, resucitó a los
muertos, prometió que los últimos serían los primeros, echó la bienaventuranza a
los pobres y sacó el demonio de muchos cuerpos y los introdujo en una piara de
cerdos hacia el acantilado. Pero, bien mirado, Jesús de Nazaret hoy,
socialmente, estaría considerado como un joven rico, elegante y de buen corazón,
partidario de la revolución pendiente. Su padre era carpintero, lo que en la
actualidad sería un gran empresario; la familia tenía un pollino capaz de
llevarla a Belén y después a Egipto huyendo de Herodes. Un pollino tan
resistente sería hoy equivalente a poseer un Ferrari. El Nazareno lucía un manto
inconsútil, de una sola pieza, una prenda exclusiva, cuyo valor movió la codicia
de los sayones que se la jugaron a los dados al pie de la cruz. Esa forma de
vestir supone que el Hijo de Dios iba a la última moda y hoy podría ser cliente
de Armani o de Valentino.
En la nueva baraja política la derecha en España acaba de acaparar todos los
triunfos en oros, en espadas y en bastos; a la izquierda le ha quedado solo
alguna baza en copas, la suficiente para echar un trago de tinto con sifón. La
derecha lo tiene todo a favor, Dios, el dinero, el Boletín Oficial del
Estado y el miedo del ciudadano atenazado por la crisis económica. En esta
partida de naipes la derecha tiene además la última carta en la manga: consiste
en que los pobres desean ser ricos, los obreros sueñan con ser burgueses y al
final hasta los más rojos quieren ir de vacaciones a Cancún o a Punta
Cana.
Manuel Vicent, La derecha, El País, 24/12/2011
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