Classe de Ficció.
by Max |
Si nuestros políticos no leen, o leen mal, es porque no sienten que ensayos,
poemas o novelas sean relevantes para su desempeño. Porque consideran que los
libros —y en general la cultura— son formas de entretenimiento tan inútiles como
elitistas. Porque no se dan cuenta de que la lectura, y en especial la
literatura, podrían ayudarlos a convertirse en mejores políticos.
En otro sentido, (...) son productos típicos de nuestro sistema educativo, tanto público como privado
(y no sólo el mexicano, aunque éste sea el peor de la OCDE). De un sistema que,
en vez de incitar la lectura, nos enseña a odiarla. Todos hemos visto cómo los
niños aman los cuentos infantiles y cómo, una vez en la primaria, pierden todo
interés en los libros. La razón es simple: mientras los relatos de magos y
dragones son un placer, en la escuela la lectura se torna una
obligación.
Como escribió el novelista Daniel
Pennac: el verbo leer, como el verbo amar, jamás debería
conjugarse en imperativo. En otras palabras: la lectura, en la primaria,
nunca debería ser obligatoria. A lo más, padres y profesores deberían
compartir con los niños su gusto por la lectura y demostrarles que, detrás de
esas letras hostiles, se encuentran miles de historias y personajes con los que
pueden identificarse. Otro error: considerar que la lectura es superior
a otras formas narrativas, como la TV, el cine o los videojuegos, y condenarla a
un estatuto tan alto como indeseable.
Mi modesta propuesta es muy simple:
cambiar, de una vez por todas, un modelo educativo propio del siglo xix, que no ha tomado en cuenta la
aparición del mundo audiovisual. Dejemos de enseñar literatura y pasemos a
impartir una materia que propongo denominar Clase de Ficción.
Estoy convencido de que la ficción es
la mejor puerta a la lectura. La ficción que está en los cuentos infantiles y en
las pantallas que hoy rodean a los niños. Lo que éstos necesitan es un guía que
los ayude a circular de las miniseries y las películas de animación a los
videojuegos y de allí, con naturalidad, a las novelas y relatos. Entonces los
maestros podrían enseñarles algunos parámetros que les permitan distinguir la
buena de la mala ficción: unas caricaturas profunda de una superficial, una
telenovela ambiciosa de una inverosímil, un videojuego estimulante de uno
predecible, una gran obra literaria de un best-seller inane.
Todo ello representa trastocar
radicalmente nuestra anacrónica idea de cultura. Formar maestros que posean
conocimientos de todas las formas de la ficción. Proveer a las escuelas con los
instrumentos tecnológicos necesarios para cada disciplina. ¿Es mucho pedir?
Quizás. Pero no hacerlo representa permanecer en el pasado. Hoy, miles de
ficciones rodean a nuestros niños y nosotros no les enseñamos cómo enfrentarse a
ellas. Los tenemos abandonados. Y, al hacerlo, los impulsamos a renegar de la
lectura. Sí: es mucho pedir, pero sólo así conseguiremos que en el futuro
nuestros políticos —y nuestros niños— no se sientan intimidados por los
libros.
Jorge Volpi, Una modesta propuesta educativa, El Boomeran(g), 11/12/2011
http://www.elboomeran.com/blog-post/12/11619/jorge-volpi/una-modesta-propuesta-educativa/
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