Pessiga't.
Pellízcate. Con fuerza, con intensidad. En una parte donde haga daño. Por
ejemplo en la cara interna del brazo, el cuello, la ingle. El dolor provocado
debe ser breve, pero intenso. Lo suficiente para provocar un grito que, llegado
el caso, deberás contener.
Para despistar a tus defensas, actúa deprisa. No te des tiempo para esperar
el dolor ni para prepararte a él. Sé brusco. Procura, por así decir, pillarte
por sorpresa. Haz todo lo posible por desdoblarte, por no verte venir. El dolor
tiene que sobrevenirte como un azar, un accidente, un encuentro repentino. Debe
abatirse sobre ti, aparecer fulgurante en medio de tu torpor.
Si la violencia es suficiente, el efecto está asegurado: vuelves a
encontrarte con lo real, recuperas el cuerpo, sabes dónde estás, el efecto
bruma se disipa, sales del aburrimiento, regresas al mundo.
Solo queda una pregunta sobre la que deberás reflexionar: ¿por qué el
sufrimiento puede facilitar el acceso a la realidad? ¿Es un simple efecto de llamada?
¿Es el contraste brusco? ¿O bien es que, a lo largo de los milenios, hemos
desarrollado una manera de vivir tal que el dolor se ha convertido en el primer
indicio del mundo? Lancinante pregunta.
Roger-Pol Droit, 101
experiencias de filosofía cotidiana, Blackie Books, Barna 2014
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