Existeix el temps?
El tiempo no existe ¿o sí?. Es un
concepto muy ambiguo. Existen los procesos que conforman la realidad. Cuando el
gran científico Illya Prigogine
habla de la flecha del tiempo se refiere a los procesos irreversibles del mundo
físico. La vida es un proceso irreversible, que se va construyendo en el
devenir. Si lo pensamos atentamente es muy enigmático. Einstein decía que el tiempo no existía porque el mundo físico no
era un proceso. A Einstein le
gustaba Parménides, que como el
Vedanta, hablaba de una Realidad Absoluta. Los acontecimientos son entonces la
percepción humana y relativa de esta realidad absoluta. Schopenhauer también lo afirmaba. Discutía con Popper sobre el tema. Popper
era más heraclitiano. Más chino también podríamos, decir porque en China
siempre se entendió la realidad como un proceso de transformaciones.
Aristóteles marcó el camino correcto.
El tiempo es la medida del cambio. Los cambios existen y son el despliegue de
lo potencial, su actualización. Pero es importante entender esto de una manera
interactiva, no leibnitziana. Para Leibnitz
lo real es como un puzzle donde encajan todas las piezas. La concepción
interactiva quiere decir que los encuentros son los que determinan lo que
ocurre. Lo que se actualiza debe ser algo que existe en potencia en mi pero no
depende de mi lógica interna el que se dearrolle o no. Esto es un determinismo
mecánico. Todos son condicionamientos que interactúan y que determinan lo que
ocurre. Es una concepción dialéctica, hegeliana, contra la concepción mecánica.
Lo real es una red que se va tejiendo.
Los humanos hemos inventando el
tiempo en una doble dimensión, subjetiva y objetiva. Como la manera como
nuestro cuerpo vive en el proceso en que está inmerso. El presente es la
construcción de esta experiencia. Es la percepción de lo real. Pero la
percepción no es inmediata, es una representación. Lo que llega a nuestro
cerebro no depende únicamente de nuestro sistema sensorial sino de cómo las
sensaciones se ligan con nuestra memoria, que le da un sentido. Son las
palabras, las imágenes, recuerdos, conceptos que forman nuestro imaginario
lingüístico y que interpretan lo sensorial transformándolo en percepción. La
dimensión objetiva es la que hoy se manifiesta a través del reloj y de las
matemáticas.
Pero me interesa el elemento vivencial, subjetivo. Si el presenta es una construcción el pasado es una reconstrucción. Lo que no es perceptivo, que implica la presencia de nuestro cuerpo, de otros cuerpos, es siempre una reconstrucción de percepciones anteriores a partir de nuestro imaginario actual. Transformamos lo que ocurrió a partir de nuestro imaginario presenta, diferente del que existía cuando ocurrió. Lo importante es mantener los hechos, aunque también existen como una representación abstracta, porque lo aislamos del conjunto. A pesar de todo hay una cierta objetividad que puede y debe mantenerse. Hay que relativizar los hechos hasta cierto punto, que es el de su interpretación. Más allá acabaríamos en el solipsismo, que conduce al absurdo.
El futuro es el resultado de lo
que va ocurriendo y quizás ya esté escrito. Lo está en el sentido que todo lo
que ocurre es resultado de los múltiples condicionamientos. Pero nuestra
representación del futuro es siempre imaginaria. No es ni una construcción
basada en la percepción como el presente, ni una reconstrucción basada en el
recuerdo como en el pasado. Es una construcción basada en una proyección
imaginaria sobre la base de un razonamiento o una intución basada en la información
de que disponemos. Aristóteles nos
da una clave al diferenciar el ser potencial del actual. Lo que ha ocurrido y
ocurre (la distinción es ambigua porque si reducimos el presente al instante
acaba no siendo nada) es lo actual y lo que ocurrirá es lo potencial. Yo creo
que el futuro está determinado en el sentido de que es el resultado de la
confluencia de múltiples factores, cada uno de los cuales está determinado a su
vez por la interacción de múltiples condicionamientos. Es decir, mi
determinismo es complejo, no mecánico. Lo real es un proceso reticular que
contiene múltiples subprocesos. La vida de cada uno de nosotros es un
microproceso que forma parte de un proceso global en el que todo está ligado.
Nuestra vida es el proceso que se
inicia en nuestra concepción y acaba en nuestra muerte. Seguimos aquí a Aristóteles: la materia adquiere y
pierde la forma humana. Pero esta forma humana es singular, la propia de cada
cual. Cuando decimos que lo único real es lo presente queremos decir el cuerpo
que experimenta. Pero este cuerpo que experimenta lo hace representando a
través de sensaciones y de emociones este proceso que se va tejiendo. Como
otros animales. Pero los humanos, por lo menos por lo que sabemos, somos los
únicos que somos capaces de saber lo que nos ocurre. Porque somos cuerpos autoconscientes
pero lo somos porque somos cuerpos hablantes. La autoconciencia ocurre porque
es nuestra estructura nerviosa que nos hace vivir como propio lo que
experimentamos. Es el protoyo del que habla Damasio. Pero más allá de este cuerpo autoconsciente hemos
construido un lenguaje simbólico que nos permite pensar lo que vivimos, lo que
experimentamos.
El pasado es, de todos modos, tan
real como el presente. Lo que pasa es que no lo experimentamos corporalmente.
Solo existe como recuerdo. Pero quizás incluso lo que experimentamos es un eco,
un recuerdo inmediato de lo que llega a nuestro cerebro. El futuro es también
real pero como potencialidad. Me parece que no podemos entenderlo como lo
posible en el sentido de indeterminación. Lo único posible es lo que pasa. Pero
en lo que pasa los seres humanos intervenimos con nuestras decisiones. Esto lo
entendió muy bien Spinoza cuando
mostró que no hay incompatibilidad entre determinismo y libertad. La libertad
la autodeterminación, que no es indeterminación. El futuro es lo que aún no
hemos experimentado.
Luis
Roca Jusmet, Tiempo, cuerpo y sujeto,
Materiales para pensar, 25/03/2013
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