Cultura-món.
La época en que vivimos está caracterizada por una
poderosa e irresistible tendencia a la unificación del mundo. En Francia se
denomina mundialización y en otras partes globalización. Esta formidable
dinámica coincide con la conjunción de fenómenos económicos (liberalización de
mercados en un capitalismo planetario), innovaciones tecnológicas (nuevas
tecnologías de la información y la comunicación) y cambios radicales de la
situación geopolítica (hundimiento del imperio soviético). Aunque esta unificación
del mundo no es un fenómeno en absoluto reciente (estamos en una «segunda
globalización») ni una realidad completa, no es menos cierto que representa un
cambio general y profundo tanto en la organización como en la percepción de
nuestro mundo.
Sin
embargo, es una reducción excesiva atribuir únicamente a las realidades
geopolíticas y tecnocomerciales la globalización actual o hipermoderna, que
coincide también con un régimen inédito de cultura, con un lugar y un valor
nuevos de la cultura en la sociedad. La globalización también es una cultura.
Estamos así en un momento en que se consolida y en que crece desmesuradamente
una cultura de
«tercer
tipo», una especie de hipercultura transnacional que Jean Serroy y yo hemos
propuesto denominar cultura-mundo.
¿Qué significa
cultura-mundo? Esta designación nos remite, en el nivel más inmediato, a la
revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, a la organización
de vastas redes mediáticas transnacionales, a la ampliación de industrias culturales
que canalizan una creciente cantidad de bienes idénticos hacia un mercado globalizado.
Lo cual no sucede sin una expansión considerable del sector cultural,
transformado en universo económico por derecho propio que funciona con
objetivos y políticas de rentabilidad, marketing y comercialización semejantes
a los vigentes en los demás sectores de la economía de mercado. Ya no estamos
en el orden noble de la cultura que se define como vida del espíritu, sino en
el «capitalismo cultural» en que las industrias de la cultura y la
comunicación se imponen en tanto que instrumentos de crecimiento y motores de
la economía.
Cultura-mundo
quiere decir asimismo un mundo en el que las operaciones culturales desempeñan
un papel cada vez más decisivo en el orbe comercial propiamente dicho, a través
del diseño, la estética, los creadores de todo género: la economía cultural es
la economía de las «industrias creativas». La cultura no es ya solamente una
superestructura sublime de signos, sino que remodela el universo material de la
producción y el comercio. En este contexto, las marcas, los objetos, la moda,
el turismo, el hábitat, la publicidad, todo tiende a adquirir una coloración
cultural, estética y semiótica. Cuando lo económico se vuelve cultura y cuando lo cultural cala en la
mercancía, llega el momento de la cultura-mundo. Por lo cual ésta trasciende no
sólo los particularismos de las culturas locales, sino también las antiguas
dicotomías que diferenciaban producción y representación, creación e industria,
alta cultura y cultura comercial, imaginario y economía, vanguardia y mercado,
arte y moda.
Gilles Lipovetsky, El reino de la hipercultura: cosmopolitismo y civilización occidental, el boomeran(g), 24/11/2011
http://www.elboomeran.com/obra/935/el-occidente-globalizado/
http://www.elboomeran.com/obra/935/el-occidente-globalizado/
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