Els còmplices de Berlusconi.
by Sciammarella |
Los mercados europeos han "despedido" a Silvio Berlusconi. Es un alivio saber
a un monstruo semejante apartado de la vida pública. Pero no será tan fácil
desberlusconizar Italia ni erradicar el microbio que ha difundido por
toda Europa. Recientemente, en un programa que circula por la web y en
televisiones locales asociadas con SkyTV, pudieron volver a ver los italianos a
un gran periodista, Michele Santoro, a quien Berlusconi, amo definitivo también
de la televisión estatal, había expulsado hace dos meses. Así como logró borrar
de la televisión pagada por los italianos los escasos programas que
proporcionaban una información objetiva. Presente en el programa
Clandestino de Santoro, el jefe del Partido Democrático, el peor partido
de la oposición (Pierluigi Bersani, expartido comunista) quiso apropiarse de la
coyuntura declarando "Somos NOSOTROS quienes hemos desarzonado a
Berlusconi".
Vayamos a los hechos. La historia empieza en 1993, cuando se produce una
extraña coincidencia comentada por todos los arrepentidos mafiosos: por un lado,
matanzas y bombas de la mafia en varias ciudades italianas (Florencia, Milán,
Roma) y, por otro, la fundación de un nuevo partido, Forza Italia, por
Berlusconi con su amigo Marcello Dell'Utri (hoy condenado en segundo grado por
concurso externo con la mafia y senador) y la fiel amistad del abogado Cesare
Previti (hoy condenado por corromper a jueces) y de Gianni Letta, director de un
periódico de derechas de Roma.
En 1994, Berlusconi gana las elecciones. Pero su Gobierno cae poco después a
causa de la retirada del apoyo de un pequeño partido de inspiración neonazi y
separatista, la Liga Norte. Berlusconi parece un hombre acabado. Sus deudas con
los bancos son enormes, sus empresas están en crisis. Podría dar con sus huesos
en la cárcel. Pero he aquí que un hombre del Partido Democrático (por entonces
Democráticos de Izquierdas), el mismo partido excomunista de Bersani, le lanza
un salvavidas. Se llama Massimo D'Alema, ha hecho carrera en el Partido
Comunista a la sombra de un padre senador del PC y encabeza un Gobierno de
transición tras la caída de Berlusconi. D'Alema, que se considera un estadista,
siente la necesidad de "reformar" la Constitución italiana, que considera
demasiado vieja (fue promulgada en 1947). Y, en particular, lo que atañe a la
justicia. Una "necesidad" que solo advertía D'Alema, pero como "gran estadista"
desea formar una comisión bicameral para discutir los problemas de la justicia
con la oposición de derechas, es decir, con Silvio Berlusconi. Berlusconi, que
empezó su carrera como animador de piano-bar y cantante de cruceros para acabar
siendo el mayor constructor de Milán gracias a su amistad con Bettino Craxi,
entonces político poderoso y más tarde condenado por corrupción y prófugo en
Túnez, se convierte, con la inestimable colaboración de D'Alema, en un
"estadista". Su estrella política renace, las puertas de Italia se le abren de
par en par, gana de nuevo las elecciones, dinamita la comisión bicameral y a
D'Alema, y se impone como el amo de Italia.
Hoy que Berlusconi se va, será difícil desmontar su imperio, todo aquello de
lo que se ha apropiado y anular las leyes anticonstitucionales que en estos 17
años de poder ha promulgado en beneficio propio. Porque es necesario aclarar que
no han sido 17 años de dominio ininterrumpido: hubo también épocas en las que el
centro-izquierda hubiera podido hacerle frente: primero el Gobierno del propio
D'Alema, de octubre de 1998 a diciembre de 1999, y después el Gobierno Prodi, de
mayo de 2006 a mayo de 2008. Romano Prodi fue el único político italiano capaz
de derrotar a Berlusconi, pero su Gobierno de coalición, que abarcaba desde un
centro excesivamente de derechas a una izquierda demasiado radical, fue
constantemente socavado por un lado y por otro, sobre todo por dos nefastos
personajes: Clemente Mastella, líder de una derecha con un electorado clientelar
en la región de Nápoles (hoy, él mismo y muchos de sus representantes están
siendo objeto de investigaciones judiciales), y Fausto Bertinotti y el extraño
partido de Refundación Comunista. Bertinotti, aficionado a participar cada
noche, vestido por los mejores diseñadores italianos, en el programa televisivo
más sórdido de la RAI, presentado por el periodista Bruno Vespa, quien permitió
realizar a Berlusconi un "contrato televisivo con los italianos", con el que
Berlusconi prometió un paraíso a quienes le escuchaban.
Hoy puede decirse que Berlusconi creó un mundo ficticio gracias a su imperio
televisivo y mediático y que los italianos cayeron en un "show de
Truman", como lo ha definido Barbara Spinelli. Pero no hay que olvidar que este
"show de Truman" ha producido leyes concretas, una situación concreta, un
régimen. Y tampoco hay que olvidar las verdaderas responsabilidades de quienes
han sido condescendientes con ese grotesco espectáculo, que desgraciadamente no
se ciñó únicamente a la televisión sino que afectó a la vida real. Para empezar,
la clase dirigente, es decir, los mismos industriales italianos que hoy tanto se
quejan. Fueron ellos quienes exaltaron a Berlusconi y vieron en él al Hombre
Nuevo que podía dar mayores ganancias a una categoría a la que, desde luego,
ganancias nunca faltaron. Igual que los industriales y propietarios agrícolas
con Mussolini, los empresarios italianos han dado muestras de su incapacidad
ante una nueva economía mundial. Cerriles, mezquinos, provincianos, ávidos, de
un apetito sin fin, vieron en Berlusconi al hombre que les consentiría pagar
menos impuestos y explotar mejor a sus obreros.
El otro gran cómplice del berlusconismo ha sido el Vaticano. Berlusconi ha
destrozado la escuela pública, favoreciendo la escuela confesional e inyectando
mucho dinero (no del suyo, sino del Estado) en favor de la escuela privada de
orientación católica. Los coqueteos, los acuerdos, los compromisos entre
Berlusconi y la Conferencia Episcopal durante estos años han tenido algo de
obsceno. El cardenal Bertone, uno de sus mayores aliados, sigue siendo consejero
del Papa. La tercera responsabilidad de la anestesia de las conciencias que han
sufrido los italianos la atribuyo a la llamada prensa independiente y liberal.
Berlusconi llegó al extremo de considerar la prensa como algo de su propiedad.
Los españoles recordarán un encuentro oficial entre Berlusconi y Zapatero donde,
lamentándose del corresponsal de El PAÍS, Miguel Mora, Berlusconi dijo a un
Zapatero que se limitaba a sonreír que sus periodistas no se comportaban bien.
Lo cierto es que Berlusconi dispone con los medios que controla de una auténtica
batería de cañones. En primer lugar, el diario Il Giornale (perteneciente
a su hermano Paolo, condenado por corrupción) y además Libero e Il Foglio
de Giuliano Ferrara, exministro y consejero personal suyo, periódicos dirigidos
por gente sin escrúpulos. Vittorio Feltri, uno de los directores de
Libero, es aún temible por todos los dossieres proporcionados por
los servicios secretos próximos a Berlusconi, que han tenido fichados
secretamente a periodistas, intelectuales, economistas, industriales, banqueros
y políticos. Estos ficheros permitieron a Berlusconi increíbles acciones de
linchamiento de sus opositores, a menudo con el consenso del Vaticano. Baste
mencionar el caso de Dino Boffo, director del diario católico Avvenire,
sobre quien Feltri publicó un falso dossier policial haciéndolo pasar por
homosexual. Se desconoce si fue una filtración o un montaje del periódico, pero
Feltri, tras algunos meses suspendido por el colegio de periodistas, se excusó
por el error y es de nuevo uno de los más temibles periodistas italianos,
inventor del "método Boffo".
Otro periódico con graves responsabilidades es el Corriere della Sera.
Tradicionalmente órgano de la burguesía del Norte, hubiera podido alinearse con
una burguesía ilustrada y progresista que también existe (el abogado Pisapia,
representante de esta mentalidad, ganó recientemente las elecciones municipales
en Milán), pero optó por la burguesía más reaccionaria y fascistoide. Cuando el
director Ferruccio De Bortoli decidió publicar por entregas La rabia y el
orgullo, de Orianna Fallaci, uno de los libros más xenófobos y nefastos del
periodismo italiano, se cruzó el Rubicón. El libro fue también premiado por el
presidente de la República C. A. Ciampi, el mismo que firmó el envío de tropas
italianas a Irak bajo el nombre de "misión de paz". El berlusconismo ha sido una
época entera.
Si hay hoy en la prensa italiana un periódico que pueda presumir de haber
desarzonado a Berlusconi es Il Fatto Quotidiano, dirigido por Antonio
Padellaro y por el más valeroso periodista italiano, quien prácticamente solo ha
hecho frente al aluvión de tanta prensa infecta: Marco Travaglio. En sus libros
y sus artículos, Travaglio nunca ha dejado de denunciar las conexiones de
Berlusconi con la extrema derecha, las finanzas de negocios más sucios, la
mafia, Putin, Gadafi. Lo peor con lo que Berlusconi ha tejido el entramado de su
poder.
Por esto será difícil deshacer la tela que se le permitió tejer a Berlusconi
en 17 años de poder. No me demoro en las profundas heridas que mediante sus
leyes en beneficio propio ha infligido Berlusconi a la Constitución italiana y
por tanto a las reglas de la Unión Europea. Son muchas, algunas de difícil
remedio. Los mercados han provocado su caída, pero la Unión Europea lo ha
tolerado hasta hoy. Habrá que esperar acontecimientos.
Antonio Tabucchi, 'Desberlusconizar' Italia, El País, 13/11/2011
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