El nostre inconscient cognitiu.
Todos nosotros tenemos ilusiones cognitivas (…), incluso en el terreno
vital de las decisiones. Somos con frecuencia víctimas de auténticas ilusiones
cognitivas incluso cuando nos encontramos en los consejos de administración, en
los tribunales, en los hospitales o en familia. Y lo somos sin darnos cuenta de
ello, con total inocencia y total buena fe. Estadistas, generales, cirujanos,
economistas, fontaneros, charcuteros, y una gran cantidad de profesores
acreditados, todos, absolutamente todos, de manera indiferenciada, son
víctimas, inconscientemente, incluso estando en su mejor estado de ánimo y en
el terreno de su competencia profesional, de un montón de ilusiones de este
tipo. (prólogo, 11)
Me propongo anunciar, de un modo sencillo y esencial, el reciente descubrimiento
científico de un inconsciente. No se
trata del inconsciente explorado ya por el psicoanálisis, que afecta a la
esfera emotiva, sino de un inconsciente que afecta sin darnos cuenta a la esfera “cognitiva”, es decir, al universo de
los razonamientos, de los juicios, de las elecciones entre distintas
oportunidades, de los contrastes (aparentemente) bien ponderados entre lo que
se considera probable y lo que se considera improbable. El “material” por
excelencia del psicoanálisis se obtiene analizando los sueños, las
translaciones, los desprestigiados “complejos”. Los lapsus linguae, las somatizaciones, las “proyecciones de deseo” y
ciertas mal encubiertas incongruencias en los afectos. Nuestro material por
excelencia, en cambio, habrá que buscarlo en los textos de economía, en las
bolsas de valores, en las salas de juego, en los contratos de seguros, en los
consejos de administración, en los consultorios médicos, en los mecanismos de
manipulación de las opiniones, en las fluctuaciones electorales, y en todos los
lugares donde se tomen decisiones en “situación de incertidumbre”. Básicamente,
pues, lo veremos aflorar en casi todas partes, en casi todo el mundo y en casi
todo momento.
Se trata en este caso, igual que en Freud,
de un inconsciente individual, no de un inconsciente colectivo, es decir, de
mecanismos psíquicos que actúan sobre cada individuo, inconscientemente, pero
que con frecuencia tienen efectos tangibles e indeseables, cuando no
catastróficos, sobre la colectividad. Este inconsciente cognitivo es un rasgo
que, a pesar de la diversidad de las culturas, de los talentos y de las
tendencias, cada uno de nosotros debe
ya prepararse a “dominar” cuando vuelva a revisar el inventario bastante
desordenado de la naturaleza humana. Casi con toda certeza, las ilusiones, los “nudos”
y los túneles cognitivos que lo constituyen son una herencia de la evolución de
nuestra especie. Tal vez fueron “extraordinariamente útiles” en épocas remotas.
Tal vez salvaron a nuestros lejanos antepasados de las fieras y de las
carestías, pero, aun admitiendo que pueda funcionar realmente un darwinismo
algo ingenuo, desde hace mucho tiempo no son más que una carga. Con o sin
darwinismo, es conveniente que aprendamos todos, individualmente y
colectivamente, a protegernos de los efectos de nuestro inconsciente cognitivo.
Como es propio de un descubrimiento de este calibre, una vez puestos sobre
aviso, aprenderemos fácilmente a distinguir los signos que revelan estos
mecanismos mentales, a nuestro alrededor y en nuestro interior. Del mismo modo
que sucedió en su momento con los descubrimientos de Freud, al menos desde que
entraron a formar parte de nuestra conciencia general. En cierto sentido, pues,
me propongo realizar una nueva “higiene” mental, y proporcionar los instrumentos
para conseguirla. (introducció, 17-18)
Massimo Piattelli Palmarini, Los
túneles de la mente. ¿Qué se esconde tras nuestros errores?, Crítica.
Biblioteca de Bolsillo, Barcelona 1995
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