Sòcrates contra Calícles.



Introducción de Ignacio G. Barbero: Es bien conocida la frase del matemático y pensador inglés Whitehead según la cual la historia de la filosofía occidental no es otra cosa que una serie de notas a pie de página a los Diálogos de Platón. Esta -aparentemente- exagerada afirmación esconde una realidad indiscutible: no se puede filosofar en occidente, y no se ha filosofado, sin tener en cuenta lo que dejó por escrito este genio griego, ya sea para defenderlo, ya sea para refutarlo. El amplísimo y complejo abanico de cuestiones tratadas en sus textos y la forma poliédrica y dialogada que los define componen un corpus teórico que apela intelectualmente a todo aquel que ama la reflexión y el conocimiento.

Por todo ello, ya era hora de compartir en esta humilde sección un fragmento de sus vasta obra; el elegido está protagonizado por la jugosa discusión entre Calicles y Sócrates en el Gorgias, diálogo de enorme interés que recomendamos leer en su integridad. Los argumentos que esgrime Calicles sobre la moral, el poder, la justicia, los deseos y la vida recta presentan, más de dos mil años antes, conclusiones similares a las planteadas por Nietzsche en la Genealogía de la moral o Así hablo Zaratustra. Las réplicas de Sócrates son de una finura lógica extraordinaria. Pasen, lean y disfruten:


1. Calicles.-Creo que los que establecen las convenciones son los hombres débiles y la multitud. Por consiguiente, establecen las convenciones en relación a sí mismos y a su conveniencia, y reparten elogios y reproches. Amedrentan a los hombres más vigorosos y a los que son más capaces de acaparar más, para que no puedan acaparar más que ellos mismos, diciendo que acaparar es feo e injusto y que cometer injusticia es precisamente procurar acaparar más que los demás, pues ellos, a mi juicio, se dan por contentos cuando se hacen con la igualdad siendo más viles. Debido a eso, por convención se dice que es injusto y feo cuando se procura acaparar más que los demás y a esto lo llaman cometer injusticia. Pero soy de la opinión que es justo que el mejor se haga con el peor y el más poderoso con el menos. Y está claro que esto está así dispuesto por doquier, tanto entre el resto de los animales como entre todas las ciudades y razas humanas; esto es la manera en que se tiene establecido lo justo: que el más poderoso mande sobre el más débil y acapare más. Pues, ¿de qué derecho se valió Jerjes al marchar contra Grecia o su padre contra los escitas?, y así se podrían decir mil ejemplos más. Sin embargo creo que éstos actúan así según la naturaleza de lo justo, y, desde luego, por Zeus, según la convención de la naturaleza, aunque puede que no actúen según esta convención que establecemos para nosotros mismos, cuando modelamos a los mejores y más fuertes de nosotros y, cogiéndolos desde pequeños, como leones, con hechizos y embaucamientos los sometemos, diciéndoles que es necesario poseer la igualdad y que esto es lo bello y lo justo. Y creo yo que si viniera un hombre que tuviera la naturaleza conveniente, sacudiría todo esto, lo desgarraría, escaparía, pisotearía nuestros escritos, engaños, encantamientos y todas las convenciones contrarias a la naturaleza, se sublevaría y nuestro esclavo se proclamaría señor, y en esa situación resplandecería lo justo de la naturaleza”. (…)

Sócrates.- ¿Llamas tú al mismo mejor y más poderoso? Pues tampoco antes fui capaz de entender lo que tú estabas realmente diciendo. ¿Llamas tú mas poderosos a los más fuertes y deben obedecer los menos vigorosos al más fuerte, tal como me parece que llegaste a indicar con eso de que las ciudades grandes marchan contras las pequeñas justamente según la naturaleza, porque son más poderosas y más fuertes, en la suposición de que ser más poderoso es lo mismo que ser más fuerte y ser mejor; o es posible ser mejor, pero inferior y menos vigorososo y ser más poderoso, pero más vil? Defíneme esto con claridad: ¿es lo mismo lo más poderoso, lo mejor y lo más fuerte o es diferente?

Cal .- Bueno, pues te lo digo claro: son la misma cosa.

Sóc.- ¿Y entonces no es la multitud por naturaleza más poderosa que uno? Ésta establece las leyes contra ese uno, tal como tú decías ahora mismo.

Cal.- ¿Cómo no?

Sóc.- Así las leyes de la multitud son las de los más poderosos.

Cal.- Desde luego.

Sóc.- ¿Y no entonces las de los mejores? Visto que al parecer, según tu razonamiento, los más poderosos son los mejores.

Cal.- Sí.

Sóc.-¿Y no son las leyes de éstos, al ser más poderosos, bellas por naturaleza?

Cal.- Eso digo.

Sóc.- Por lo tanto, ¿piensa la multitud, tal como tú ahora mismo estabas diciendo, que es justo tener igualdad y que es más feo cometer injusticia que recibirla? ¿Es así o no? No vaya a ser que tú también seas cogido aquí teniendo reparos. ¿Cree o no cree la multitud que es justo tener la igualdad y no acaparar y que es más feo cometer injusticia que recibirla? No te niegues a contestarme a esto, Calicles, para que en caso de que me lo confirmes, tenga ya comprobado de tu parte lo que ha de ser confirmado por un hombre de discernimiento suficiente.

Cal.- Bueno, pues la multitud piensa así.

Sócrates.- Así que no sólo por convención es más feo cometer injusticia que recibirla ni más injusto tener igualdad, sino también por naturaleza. De modo que parece que no tienes razón en lo de antes y que no me acusabas correctamente al decir que la convención y la naturaleza son cosas contrarias. (…)

Calicles.- ¡Es que no va a parar este hombre de decir tonterías! (…) ¿Crees, pues, que digo que ser más poderoso es distinto a ser mejor? ¿No te estoy diciendo desde hace rato que yo afirmo que es lo mismo lo mejor y lo más poderoso? ¿O crees que digo que digo que si se reúne una chusma de esclavos y hombres de todo género de cualquier cosa salvo quizás de tener fuerza corporal, y éstos decretaran algo, que esto sería ley?.

(Platón, Gorgias, 483b-484b / 488c-489d)

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2 – Calicles.- Pero lo que es bello y justo por naturaleza, eso te lo voy a decir con franqueza: el que quiera pasar la vida con rectitud debe dejar que sus propios apetitos sean de la mayor magnitud y no disciplinarlos, sino que al ser de la mayor magnitud, éste ha de bastarse para estar a su servicio con juicio y valentía, y satisfacerlos por completo con aquello de lo que en cada momento se tenga apetito. Pero esto, a mi juicio, no es posible para la multitud. De ahí que recriminen a éstos por vergüenza, ocultando su propia incapacidad, y afirman que la indisciplina es algo feo, lo que ya he dicho antes, y esclavizan a los hombres mejores en su naturaleza, y al ser incapaces de proporcionar satisfacción a sus apetitos elogian la moderación y la justicia debido a su propia falta de valentía. Puesto que a cuantos desde el principio les fue dado ser hijos de reyes o bastarse por naturaleza para hacerse con algún mando, sea tiranía o posición de poder, ¿qué habría en verdad más feo y peor que la moderación y la justicia para estos hombres, a los que les es posible disfrutar de sus bienes, sin que nada se lo impida, pero se imponen como dueños de sí mismos la ley, las razones y los reproches de la multitud? ¿Y cómo no habrían de volverse desgraciados por causa de esta belleza, la de la justicia y la moderación, al no poder repartir más entre sus propios amigos que entre sus enemigos, y eso que tienen el mando en su propia ciudad? Pero, Sócrates esa verdad a a la que tú dices perseguir es como sigue: la molicie, la indisciplina y la libertad, si tienen sustento, eso es la virtud y la felicidad. Las cosas restantes, las fantasías y las convenciones humanas contra natura, son tonterías indignas.

Sócrates.- ¿Afirmas que no han de reprimirse los apetitos, se se quiere ser como se debe, y que al dejar que éstos sean de la mayor magnitud se les han de procurar satisfacción de dondequiera que sea, y que esto es la virtud?

Cal.- Eso es lo que afirmo.

Sóc.- ¿Así que no es correcto decir que los que no necesitan de nada son felices?

Cal:- Pues de este modo, las piedras y los muertos serían felicísimos. (…)

Sóc.- Examina, pues, si eso que dices sobre cada vida, la del moderado y la del indisciplinado, fuera como si dos hombres tuvieran respectivamente muchos toneles y los del uno estuvieran íntegros y llenos de vino, miel, leche y de multitud de otras cosas, y que las fuentes de cada una de estas cosas fueran escasas y de difícil acceso, pudiendo ser proporcionadas con muchos trabajos y fatigas. En consecuencia, el primero, tras colmar los toneles, no volvería a echar más ni se preocuparía por ello, sino que estaría muy tranquilo en lo que a esto respecta, mientras queel otro podría procurarse las fuentes como era el caso del primero, también con dificultad, pero con tener las vasijas agujereadas y cascadas se vería obligado a llenarlas constantemente día y noche o sufriría las penas más terribles. Y siendo tal la vida de cada uno, ¿dices que las del indisciplinado es más feliz que la del ordenado? ¿Te persuado al decir estas cosas para que convengas en que la vida ordenada es mejor que la indisciplinada, o no te persuado?

Cal.- No me persuades, Sócrates. Ese que ya los ha llenado no tiene ningún apetito más, sino que esto es justo lo que decía yo ahora mismo con lo de vivir como una piedra: una vez que los tiene colmados ni se alegra ni sufre; antes bien, el vivir agradablemente radica precisamente en trasegar lo más posible.

Sóc.- ¿Y no es acaso forzoso, si se trasiega mucho, que también sea mucho lo que se va y que los agujeros hayan de ser grandes para todo lo que se desagua?

Cal.- Por supuesto.

Sóc.- Tú estás hablando entonces de la vida de un ganso, pero no la de un muerto ni de la de una piedra. Pero dime, ¿estás diciendo tal que se debe tener hambre y comer teniendo hambre?

Cal.- Pues sí.

Sóc.- ¿Y tener sed y beber teniendo sed?

Cal.- Así digo, y tener todos los apetitos y vivir feliz y contento siendo capaz de colmarlos.

Sóc.- Perfecto, amigo mío, prosigue pues como acabas de comenzar, y de manera que no te dé reparo por nada. Según parece, a mí tampoco debe darme reparo alguno. Y dime por lo pronto si también estar sarnoso y tener picazón, pudiendo rascarse a discreción, y pasar la vida rascándose es vivir feliz.

Cal.- Pero qué raro eres, Sócrates. Eres sencillamente un demagogo. (…) Afirmo, en efecto, que también el que se rasca podría vivir agradablemente.

Sóc.- Entonces, ¿si es agradablemente, es también felizmente?

Cal.- Desde luego.

Sóc.- ¿Y si se rasca sólo la cabeza, o sigo preguntándote más? Calicles, fíjate bien en lo que responderás si se te pregunta a continuación todo lo que esto lleva consigo. Y el resumen de todo esto: ¿la vida de los disolutos, no es precisamente terrible, fea y desgraciada? ¿O te atreverás a decir que éstos son felices si tienen a discreción cuanto requieren?

Cal.- ¿No tienes reparos, Sócrates, en llevar la discusión a tales extremos?

Sóc.- ¿La llevo yo, amigo mío, o aquel que afirme así sin más que los que se alegran, de cualquier modo que se alegren, son felices, y no delimita qué placeres son buenos y malos?”.

(Platón, Gorgias, 491e-495a)

Culturamas, Diálogo entre Calicles y Sócrates sobre el poder, la justicia y la vida recta (Platón), 17/08/2014

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