L'actitud científica dels filòsofs jònics.


La gran idea que configuraron estos hombres, los filósofos jónicos, fue que el mundo que les rodeaba era algo que podía ser comprendido; bastaba con que uno se tomara simple mente el trabajo de observarlo cuidadosamente; ya no era el terreno de acción de dioses y espíritus actuando de manera impulsiva y más o menos arbitraria, movidos por pasiones como la cólera, el amor y el deseo de venganza, en el que daban rienda suelta a sus odios y podían hacerse propicios con ofrendas piadosas. Aquellos hombres ya no creían nada de esto, se habían liberado de la superstición. Vieron el mundo como un mecanismo complicado, actuando de acuerdo con leyes innatas y eternas, que tenían curiosidad por desvelar. Esto constituye, por supuesto, la actitud fundamental de la ciencia hasta nuestros días. Actitud que para nosotros se ha convertido en un lugar común, hasta el punto de olvidar que alguien tuvo que plantearla, hacer de ella un programa y embarcarse en él. La curiosidad es el estímulo. La primera condición del científico es ser curioso. Debe ser capaz de mostrarse atónito y ansioso por descubrir. Platón, Aristóteles y Epicuro enfatizan la importancia del asombro (θαυμάζειν). Y esto no es trivial cuando se refiere a cuestiones generales acerca del mundo como totalidad; pues, en efecto, nos es dado tan sólo una vez y no tenemos otro con el que compararlo.

Este primer paso fue de una importancia suprema, con independencia de la adecuación de las explicaciones efectivamente presentadas. Creo que es correcto afirmar que se trataba de una completa no vedad. Los babilonios y los egipcios, por supuesto, conocían mucho sobre las regularidades de las órbitas de los cuerpos celestes, particularmente en lo que atañía a los eclipses. Pero los contemplaban como fenómenos religiosos, lejos de buscarles explicaciones naturales. Y se hallaban ciertamente muy lejos de una descripción exhaustiva del mundo en términos de tales regularidades. La incesante interferencia de los dioses en los acontecimientos naturales en los poemas de Homero, los repelentes sacrificios humanos narrados en la Ilíada, ilustran en términos generales lo ya dicho. Pero para reconocer en el original des cubrimiento de los jónicos la creación por primera vez de una perspectiva científica, no necesitamos contrastarlos con quienes los precedieron. Los jónicos tuvieron tan poco éxito en la erradicación de la superstición que a lo largo de los siglos y hasta nuestros mismos días no ha habido época que se haya desembarazado completamente de ella. Con esto no me estoy refiriendo a las creencias populares, sino a la oscilante actitud incluso de auténticos grandes hombres, como Arthur Schopenhauer, Sir Oliver Lodge o Rainer Maria Rilke, por nombrar unos pocos. La actitud de los jónicos se mantuvo viva con los atomistas (Leucipo, Demócrito, Epicuro, Lucrecio) y con los científicos de la escuela de Alejandría, aunque en diferentes sentidos, porque, desgraciadamente, la filosofía natural y la investigación científica en los últimos tres siglos a.C. se separaron tanto como en los tiempos modernos. Tras esto la perspectiva científica fue muriendo gradualmente, cuando en los primeros siglos de nuestra época el mundo comenzó a interesarse cada vez más por la ética y aspectos extraños de la metafísica, y a despreocuparse por la ciencia. Hasta el siglo XVIIi la actitud científica no recobró su importancia. (pàgs. 79-82)

Erwin Schödinger, La naturaleza y los griegos, Tusquets Editores, Metatemas, Barna 1997

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