La preocupació de l'estat per la felicitat.

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Una característica muy llamativa del mundo de hoy es que, mientras se llevan a cabo agresivas políticas que deterioran gravemente el bienestar de amplias capas de la población, a la par, nuestros gobernantes se muestran cada vez más interesados por nuestra felicidad. Así, se llevan a cabo numerosos estudios sobre la felicidad de las poblaciones y se está incluyendo el derecho a la felicidad hasta en los Estatutos de las Comunidades Autónomas

Precisamente los estudios sobre la felicidad, tal como muestra la denominada “Paradoja de Easterlin”, el demógrafo californiano que más ha investigado el tema, señalan que a partir de la obtención del bienestar básico: alimentación, vivienda, acceso a la educación, derecho a la atención en salud física y mental, etc. a partir de aquí, la felicidad humana se halla correlacionada sobre todo con la posibilidad de poder desarrollar el propio proyecto personal

El bienestar es pues, la base, el mínimo común denominador de la felicidad. El bienestar permite que los ciudadanos posean la libertad para llevar las riendas de sus vidas

Todo el auge del tema de la felicidad se halla también muy relacionado con la aparición de ciertas versiones de la psicología positiva, muy ideologizadas desde el modelo dominante, que parece que buscan autoconvencernos de que vivimos en el mejor de los mundos, independientemente de la realidad que tengamos delante. Y si no estás contento con tu suerte, pues es culpa tuya por no verle el lado bueno a tu situación: ya puedes estar en paro, haber sido desahuciado de tu vivienda, estar enfermo sin derecho a atención sanitaria…siempre has de sonreír y sentirte plenamente feliz. La vida es maravillosa. Repítelo hasta que te convenzas. Como señala Barbara Ehrenreich “sonríe o muere” 

La preocupación y el control de la felicidad parece más propia de modelos de poder dictatoriales que se entrometen en la intimidad de la vida de los ciudadanos, que no de modelos de poder democráticos en los que el estado posibilita que los ciudadanos vivan con dignidad y libertad.

Otra cosa es el debate sobre la felicidad humana, que lógicamente está ahí, lo ha estado siempre, desde los albores de la filosofía, y en el que existen numerosas cuestiones antropológicas y culturales, pendientes de dilucidar. Ahí está por ejemplo, pendiente de ser interpretada, la denominada “paradoja francesa” que nos plantea por qué razón nuestros vecinos galos tienen un índice de felicidad considerablemente menor que los países de su entorno.

Que no se preocupen tanto nuestros gobernantes de qué hacemos con muestras vidas, que ya somos mayorcitos, y que además no es asunto de nadie, y que se preocupen sobre todo de que tengamos las condiciones básicas que nos permitan vivir con dignidad y con libertad. Ahora, esto es el mundo al revés.

Joseba Achotegui, El estado se ha de preocupar del bienestar. La felicidad es un asunto personal, Público, 24/01/2015

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