El sensorialisme pur de Protàgores (Erwin Schödinger).
Protàgores |
Consideraremos brevemente las ideas de alguien que representa el extremo
opuesto en cuanto a la cuestión de si es la información directa de los sentidos
o el razonamiento de la mente humana lo que constituye la fuente de acceso a la
verdad y por tanto a la realidad propiamente dicha. Nos referimos al gran
sofista Protágoras, ejemplo
destacado de sensorialismo puro. Nacido alrededor del 492 a.C. en Abdera (lugar
de nacimiento una generación más tarde, alrededor del 460 a.C., del gran Demócrito), Protágoras consideraba las percepciones de los sentidos como lo
único realmente existente, el único material a partir del cual se construye
nuestra imagen del mundo. En principio, todas tenían que considerarse
igualmente verdaderas, incluso cuando se hallaran modificadas o distorsionadas
por la fiebre, la enfermedad, la intoxicación o la locura. El ejemplo empleado
en la Antigüedad era el sabor amargo que la miel tenía para el enfermo de
ictericia, mientras que las otras personas la encontraban dulce. Protágoras no juzgaría como
«apariencia» o ilusión ninguno de estos casos, aunque era, decía, nuestro deber
el intentar curar a la gente poseída por anomalías de este tipo. No era un
científico (algo más, no obstante, que Parménides),
aunque tenía profundo interés por la ilustración jónica (de la cual hablaremos
más tarde). De acuerdo con B. Farrington,
los esfuerzos de Protágoras se
centraron en el establecimiento de los derechos humanos en general, en promover
un sistema social más equitativo, los mismos derechos ciudadanos para todos los
seres humanos —verdadera democracia, en suma—. No tuvo éxito, por supuesto,
dado que la cultura antigua iba a continuar, hasta su decadencia, aferrándose a
un sistema económico y social que dependía vitalmente de la desigualdad de los
seres humanos. Su sentencia más conocida, «el hombre es la medida de todas las
cosas», normal mente se entiende como referida a su teoría sensorial del
conocimiento, pero podría abarcar una elemental actitud en lo referente a la
cuestión política y social: que los asuntos humanos fueran ordenados por leyes y
costumbres generadas por la naturaleza del hombre y no sometidas a prejuicios
derivados de algún tipo de tradición o superstición. Su actitud ante la
religión tradicional queda reflejada en las siguientes palabras, tan prudentes
como agudas: «Con respecto a los dioses, no puedo saber si existen o no
existen; tampoco puedo saber cómo es su figura, pues muchas cosas dificultan un
conocimiento seguro al respecto: la oscuridad del tema y la brevedad de la vida
humana.» (pàgs. 48-50)
Erwin Schödinger, La
naturaleza y los griegos, Tusquets Editores, Metatemas, Barna 1997
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