Umberto Eco: "l'ordinador, el retorn a la Galàxia Gutenberg".
Umberto Eco |
Cuenta Platón en Fedro
que cuando Hermes, presunto inventor de la escritura, presentó su
invención al Faraón Thamus, este elogió la nueva técnica que permitía al
género humano recordar lo que de otra forma se habría olvidado. Pero el
Faraón no se sintió satisfecho. "Mi hábil Theut, le dijo, la memoria es
un gran don que debe ser mantenido con continuo ejercicio. Con tu
invención la gente ya no se sentirá obligada a ejercitar la memoria. No
se recordarán las cosas gracias a su esfuerzo sino por la potencia de un
dispositivo externo".
Podemos entender la
preocupación del Faraón. La escritura, como cada nuevo dispositivo
tecnológico, puede debilitar las capacidades humanas que sustituye, así
como los automóviles nos hacen menos preparados para caminar. Escribir
era peligroso porque debilitaba los poderes de la mente, ofreciendo a
los hombres un alma petrificada, una caricatura de la mente, una memoria
mineral.
El texto de Platón es naturalmente
irónico. Platón expresaba sus ideas sobre la escritura, pero fingía que
el discurso fuese de Sócrates, a quién no le gustó nunca la escritura.
(Y de hecho nunca publicó nada y murió en el medio de luchas
académicas). En nuestros días nadie tiene estas preocupaciones, por dos
sencillas razones.
En primer lugar sabemos que
los libros no son instrumentos que piensen por nosotros, al contrario,
nos estimulan nuevas ideas. Sólo después de la invención de la escritura
fue posible escribir una obra maestra sobre el recuerdo que nace
espontáneo, como A la búsqueda del tiempo perdido de Proust.
En
segundo lugar, si antes la gente debía ejercitar la memoria para
recordar las cosas, después de la invención de la escritura el ejercicio
de la memoria sirve para recordar lo que está escrito en los libros.
Los libros estimulan y refuerzan la memoria, no la narcotizan.
De
todos modos el Faraón estaba manifestando un miedo eterno: el miedo de
que las nuevas adquisiciones tecnológicas puedan eliminar cosas que
consideramos preciosas, provechosas, cosas que representan para nosotros
valores en sí mismos y con un profundo sentido espiritual. Es como si
el Faraón hubiera señalado con el dedo primero una superficie escrita,
después una imagen ideal de la memoria humana y hubiera dicho: "Esto
acabará contigo".
Más de mil años después Victor Hugo en "Notre Dame de Paris"
nos presenta a un sacerdote, Claude Frollo que señala con su dedo
primero un libro, luego las torres y las imágenes de su amada catedral
diciendo: "Esto acabará con ella". (El libro acabará con la Catedral, el
alfabeto acabará con las imágenes). La historia de Notre Dame de Paris
se desarrolla en el siglo XV, poco después de la invención de la
imprenta. Antes de eso los manuscritos estaban reservados a una estrecha
élite de instruidos. Para enseñar a las masas las historias de la
Biblia, la vida de Cristo y de los Santos, los principios de la moral,
los sucesos de la historia del país, y las más elementales nociones de
geografía y de historia natural, los pueblos desconocidos y las virtudes
de las hierbas y de las piedras, los únicos instrumentos eran los
proporcionados por las imágenes de la catedral. Una catedral medieval
era como un programa de televisión permanente e inmutable que
proporcionaba al pueblo las nociones indispensables para la vida
cotidiana y para la salvación del alma. Los libros habrían distraído a
la gente de los valores más importantes, fomentado el aprendizaje de
nociones no esenciales, la libre interpretación de las Escrituras y una
curiosidad insana.
En los años sesenta Marshall McLuhan escribió "La Galaxia Gutenberg"
donde anunciaba que el modo de pensar lineal, que había nacido con la
creación de la imprenta, estaba a punto de ser sustituido por un modo
más global de percibir y de pensar, a través de las imágenes de la
televisión o de otros dispositivos electrónicos. Si no McLuhan,
ciertamente muchos de sus lectores señalaron con el dedo primero hacia
la Discoteca de Manhattan, luego hacia el libro impreso y dijeron :
"ésta acabará contigo".
Los media han
necesitado un cierto tiempo para hacer que se verificase la idea de que
el desarrollo de nuestra civilización se estaba orientando hacia las
imágenes lo que comportaba un declive de la literatura. Hoy esta idea
aparece en todas las revistas. Lo más curioso es que los media empezaron
a celebrar la decadencia de la literatura y el poder arrollador de las
imágenes en el preciso momento en que en la escena mundial aparecía el
Ordenador.
Ciertamente el ordenador es un
instrumento con el que se pueden producir y modificar imágenes; es
cierto también que las órdenes se dan por medio de iconos, pero es
cierto también que el ordenador se ha convertido antes que nada en un
instrumento alfabético. Sobre la pantalla se deslizan palabras, líneas, y
para manejar un ordenador se necesita saber leer y escribir. La nueva
generación está preparada para leer y escribir a una velocidad
increíble. Un profesor de universidad de viejo estilo es incapaz de leer
la pantalla de un ordenador tan velozmente como un muchacho. Ese mismo
muchacho, si quiere programar su ordenador, debe conocer o aprender
procedimientos y algoritmos y debe teclear palabras y números en el
teclado a gran velocidad. En un cierto sentido se puede decir que el
ordenador marca el retorno a la Galaxia Gutenberg. Las personas que
pasan noches enteras en interminables conversaciones están procesando
palabras. Si la pantalla de la TV puede ser considerada una especie de
ventana a través de la que uno puede observar el mundo entero en forma
de imágenes, la pantalla del ordenador es un libro ideal en el que se
pueden leer cosas del mundo en forma de palabras y páginas. El ordenador
clásico proporcionaba una especie de comunicación escrita lineal. La
pantalla mostraba líneas escritas. Era un libro de lectura fácil. Pero
ahora existen los hipertextos.
Un libro se lee
de izquierda a derecha en forma lineal. Se puede, obviamente, dar saltos
a través de las páginas: cuando uno llega a la página 300 puede
retroceder y releer la página 10, pero esto implica un trabajo, un
trabajo físico. Por el contrario un hipertexto es una red de muchas
dimensiones en el que cada punto o nodo puede estar potencialmente
conectado con cualquier otro nodo. Hemos llegado así al último capitulo
de la historia "esto acabará con aquello".
Se
ha dicho frecuentemente que en un próximo futuro el CD-Rom hipertextual
reemplazará al libro. Con los disquetes hipertextuales se supone que los
libros se quedarán obsoletos. Si además se considera que el hipertexto
casi siempre es también un multimedia, el hipertexto en el futuro
reemplazará no sólo al libro sino al vídeo y a otros soportes. Debemos
preguntarnos ahora si esta perspectiva es real y no sólo ciencia
ficción.
Al igual que la distinción que hemos
dibujado entre comunicación visual y alfabética esto no es en absoluto
un asunto simple. Mostraré una lista de problemas y de posibles futuros
escenarios. Incluso después de la invención del libro impreso, éste no
ha sido nunca el medio único para adquirir información. Había cuadros,
estampas populares, la enseñanza oral, etc. No obstante, se puede
afirmar que el libro era el instrumento más importante para transmitir
información científica y noticias sobre hechos históricos. En este
sentido era el instrumento más importante usado en la escuela.
Con
la difusión de otros medios de masa, del cine a la televisión, algo
cambió. Hace algunos años la única forma de aprender una lengua, a parte
de viajar al extranjero, era estudiarla en un libro. Ahora nuestros
hijos frecuentemente conocen una lengua aprendiéndola de discos, de
películas en versión original, o descifrando las instrucciones escritas
en un bote de bebida. Lo mismo ocurre con la información geográfica. En
mi adolescencia conocí países exóticos no a través de los libros de
texto sino leyendo libros de aventuras como los de Verne. Mis hijos han
aprendido en seguida mucho más que yo de la televisión y del cine. Se
puede aprender muy bien la historia del Imperio Romano a través de las
películas si estas son históricamente correctas. La verdadera
responsabilidad de Hollywood no es el haber enfrentado sus películas a
los libros de Tácito o Gibbon, sino haber impuesto una versión
escandalística y novelera de la Historia. Un buen programa educativo en
televisión, por no hablar de los CD-Rom, puede explicar la genética
mejor que un libro.
Hoy el concepto de
literatura comprende muchos media. Una política ilustrada de la
literatura debe tener en cuenta las posibilidades que ofrecen todos los
media. La educación debe considerar todos los media. La responsabilidad y
el reparto de tareas deben estar bien equilibrados. Si para aprender
una lengua las casettes son mejores que los libros, tengamos en cuenta
las casettes. Si la presentación de Chopin, a través del folleto de un
compacto, ayuda a la gente a entender a Chopin, no hay que preocuparse
porque ninguno compre los cinco volúmenes de una historia de la música.
Incluso aunque fuese cierto que hoy la comunicación visual destruye la
comunicación escrita, la cuestión no sería enfrentar comunicación
escrita a oral. El problema es cómo mejorar ambas.
En
la Edad Media la comunicación visual era para la masa más importante
que la escritura. Pero la catedral de Chartes no era culturalmente menos
importante que la Imago Mundi de Honorio de Autun. Las
catedrales eran la TV de la época y la diferencia con nuestra actual
televisión es que los directores de las TV medievales leían buenos
libros, tenían mucha imaginación, y trabajaban para el beneficio
público, o al menos para el que ellos consideraban tal. El verdadero
problema está en otra parte. La comunicación verbal debe equilibrarse
con la comunicación visual y sobre todo con la comunicación escrita por
una razón precisa.
Una vez un estudioso de
semiótica, Sol Worth, escribió "Las imágenes no pueden decir - no somos
-". Puedo decir con palabras "El unicornio no existe" pero si muestro
una imagen del unicornio, el unicornio está allí. Más aún, el unicornio
que yo veo ¿es un unicornio o el unicornio?, es decir, ¿representa un
unicornio preciso o el unicornio general? Este problema no es tan
ficticio como parece, y muchísimas páginas han sido escritas por lógicos
y semióticos sobre la diferencia entre expresiones como un joven, este
joven, todos los jóvenes, y la juventud como idea general. Estas
distinciones no son fáciles de representar con imágenes.
Nelson Goodman en su Lenguaje del Arte
se pregunta si un cuadro que representa una mujer es la representación
de la Mujer en general, el retrato de una mujer dada, el ejemplo de las
características generales de una mujer o si es equivalente a la
afirmación una mujer me esta mirando. Se puede decir que en un póster o
en un libro ilustrado los textos al pie de las imágenes ayudan a
entenderlas. Pero me gustaría recordar algo sobre el dispositivo
retórico llamado ejemplo, en que Aristóteles dedicó tantas páginas. Para
convencer a alguno sobre un asunto, la vía más convincente es el método
inductivo. Presento muchos casos y después derivo que, probablemente,
éstos son la manifestación de una regla general. Supongamos que trato de
demostrar que los perros son animales afectuosos y que aman a sus
dueños. Presento muchas situaciones en las que los perros son afectuosos
y útiles y después sugiero que debe existir una regla general por la
que todo animal que pertenezca a la especie canina es amigo del hombre.
Pero supongamos que yo quiera sostener que los perros son animales
peligrosos. Puedo hacerlo trayendo el ejemplo: "Una vez un perro mató a
su dueño..." Se entiende fácilmente que un caso no prueba nada, pero si
el ejemplo es impactante puedo, de manera subrepticia, sugerir que los
perros pueden ser peligrosos, y una vez convencidos de esto, puedo
extrapolar una ley general de un único caso y concluir "esto significa
que uno no se puede fiar de los perros". Con el uso retórico del ejemplo
paso de un perro a todos los perros. Con una mente crítica se puede
comprender que he manipulado una expresión verbal (“un perro fue malo”)
para transformarla en otra (“todos los perros son malos”) que significa
otra cosa. Pero si el ejemplo es una imagen en vez de un discurso, la
reacción crítica es mucho más difícil. Si muestro la dolorosa imagen de
un perro que muerde a su dueño resulta mucho más difícil aclararse entre
la imagen particular y la general. Las imágenes tienen, por así decir,
una especie de poder platónico: trasforman ideas individuales en
generales. De este modo, por medio de una formación y una comunicación
estrictamente visual es más fácil realizar estrategias persuasivas y
reducir el espíritu crítico.
Si leo sobre el
periódico que un hombre ha dicho "queremos que el Sr. X sea presidente"
se que está expresando la opinión de un individuo concreto. Pero si veo
por la TV a un hombre que grita con entusiasmo "Queremos que el Sr. X
sea presidente" es más fácil confundir el deseo particular de un
individuo con un ejemplo de voluntad general. Frecuentemente pienso que
en nuestras sociedades los ciudadanos estarán muy pronto divididos, si
no lo están ya, en dos categorías: aquellos que son capaces sólo de ver
la TV, que reciben imágenes y definiciones preconstituidas del mundo,
sin capacidad crítica de elegir entre las informaciones recibidas, y
aquellos que saben usar un ordenador y, por tanto, tienen la capacidad
de seleccionar y elaborar información. Esto nos devolverá a la división
cultural existente en el tiempo de Claude Frollo, entre quien sabe leer
manuscritos y se sitúa de manera crítica ante las cuestiones religiosas,
científicas y religiosas, y quien sólo sabe aprender a través de las
imágenes de la catedral, seleccionadas y producidas por los maestros,
los pocos instruidos. Un escritor de ciencia ficción podría escribir
mucho sobre un futuro en el que la mayoría de los proletarios recibirá
sólo comunicaciones visuales de una élite de ordenadores - instruidos.
Existen
dos tipos de libros: los que se leen y los que se consultan. Los libros
para leer (novelas, tratados filosóficos, análisis sociológicos, etc.)
se leen normalmente de un modo que llamo el método de la historia
policiaca. Se comienza por la primera página donde el autor comunica que
se ha cometido un crimen, se sigue el recorrido de la investigación
hasta el final, y entonces descubrimos que el asesino es el mayordomo.
El final del libro es el final de la experiencia de lectura. Téngase en
cuenta que lo mismo ocurre si se lee, por ejemplo el Discurso del método
de Descartes. El autor quiere que se abra el libro por la primera
página para seguir una serie de cuestiones formuladas por él, para ver
como llega a algunas conclusiones finales. Un estudioso, que ya conozca
este libro, puede ciertamente leerlo saltando de una página a otra,
tratando de aislar una posible relación entre una afirmación del primer
capítulo y una del último... Un estudioso puede dedicarse a aislar cada
aparición de la palabra Jerusalén en la obra inacabada de Tomás de
Aquino, saltando miles de páginas para focalizar su atención sólo en los
pasajes en los que habla de Jerusalén. Pero tal forma de lectura sería
considerada extraña para un profano.
Existen
también libros de consulta, como manuales y enciclopedias. A veces es
necesario leer un manual de principio al fin, pero cuando se conoce el
asunto suficientemente, podemos consultarlo seleccionado algunos
capítulos o pasajes. Cuando estudiaba bachillerato debía leer
íntegramente, en modo secuencial, mi libro de matemáticas; hoy si tengo
necesidad de una definición precisa de logaritmo, simplemente lo
consulto. Lo conservo en la estantería de mi biblioteca no para leerlo
todo los días, sino sólo para cogerlo, quizás cada diez años, y
consultar algún asunto. Las enciclopedias han sido concebidas para ser
consultadas y no leídas de la primera a la última página. Normalmente se
toma un volumen determinado de una enciclopedia para saber o recordar
cuándo murió Napoleón o la fórmula del ácido sulfúrico.
Los
estudiosos usan la enciclopedia de un modo más sofisticado. Por ejemplo
si quiero saber si fue posible que Napoleón se encontrase con Kant,
debo coger el volumen de la K y el volumen de la N de mi enciclopedia.
Así descubro que Napoleón nació en 1769 y murió en el 1821, Kant nació
en 1724 y murió en el 1804, cuando Napoleón era ya Emperador. Su
encuentro no es imposible. Debo probablemente consultar una biografía de
Kant, o de Napoleón. Pero en una biografía breve de Napoleón, que
conoció tantas personas en su vida, este posible encuentro puede no
aparecer. Sin embargo en una biografía de Kant debería ser recordado. En
seguida debo hojear muchos libros de mi biblioteca, debo tomar apuntes
para confrontar los datos obtenidos , etc. En seguida todo esto me
cuesta un gravoso trabajo físico. Con un hipertexto, sin embargo, puedo
navegar a través de toda la enciclopedia. Puedo establecer relación
entre un evento registrado al principio y eventos similares diseminados
por el texto. Puedo comparar el principio y el fin. Puedo pedir la lista
de todas las palabras que empiezan por A, puedo pedir todas las
circunstancias en las que Napoleón esta relacionado con Kant. Puedo
comparar sus fechas de nacimiento y muerte. Resumiendo, puedo llevar mi
trabajo a término en pocos segundos.
Los
hipertextos con seguridad dejarán obsoletas las enciclopedias y los
manuales. En pocos CD-Rom, probablemente en uno solo, será posible
memorizar más información que en toda la Enciclopedia Británica. Con la
ventaja de que se pueden buscar relaciones cruzadas e informaciones de
manera no lineal. El conjunto formado por el disco compacto y el
ordenador ocupa un quito del espacio de una enciclopedia que, además, no
puede ser transportada ni actualizada fácilmente. Los metros y metros
de estantería ocupados actualmente en mi casa, como en cualquier
biblioteca pública, por enciclopedias podrán ser liberados y no hay
motivo para dolerse por ello.
¿Pero puede ser
sustituido un libro por un disco hipertextual? La cuestión comprende, en
efecto, dos tipos de problemas diferentes y puede reescribirse en dos
preguntas distintas. En primer lugar, una de naturaleza práctica: ¿Puede
un soporte electrónico sustituir un libro de leer? En segundo lugar una
pregunta de naturaleza teórica y estética: ¿Puede un CD-Rom
hipertextual y multimedial transformar la naturaleza misma de un libro
para leer, como una novela, o colección de poesías?
Permítase
que responda a la primera pregunta. Los libros continúan siendo
indispensables, no sólo para la literatura, sino en todas las
circunstancias en las que se necesita leer con calma, no sólo para
obtener informaciones, sino para razonar sobre lo que se lee. La
pantalla del ordenador no es lo mismo que un libro. Pensemos cómo se
aprende a usar un nuevo programa de ordenador. Normalmente el programa
es capaz de mostrar en la pantalla las instrucciones que nos resultan
necesarias. Pero, en general, el usuario que quiera aprender el programa
o imprime las instrucciones y las lee como si hubiesen sido escritas en
un libro, o se compra un manual. Permítaseme decir que, en la
actualidad, las ayudas de los ordenadores están claramente escritas por
idiotas irresponsables que hablan solo para sí mismos, mientras que los
manuales están escritos por personas capaces.
Es
posible diseñar un programa basado en imágenes que explique muy bien
como imprimir y encuadernar un libro, pero para obtener información
sobre como escribir y usar un programa de ordenador es necesario un
manual impreso... Después de haber pasado 12 horas tecleando en un
ordenador, mis ojos se convierten en pelotas de tenis, y me entran ganas
de sentarme en un cómodo sillón a leer un periódico o quizás unos
poemas. Creo que los ordenadores están difundiendo una nueva forma de
literatura, pero no son capaces de satisfacer todas las inquietudes
intelectuales que estimulan. En los momentos de optimismo imagino una
generación del ordenador, que obligada a leer en el vídeo tome
conciencia de la lectura pero que, en un determinado momento, se sienta
insatisfecha y busque un modo distinto y más relajante de leer.
Durante
un congreso sobre el futuro del libro que tuvo lugar en la Universidad
de San Marino, cuyas Actas han sido publicadas por Brepols, Regis Debray
afirmó que el hecho de que la civilización hebraica haya sido una
civilización basada en un libro, no es independiente del hecho de que
haya sido una civilización nómada. Creo que ésta es una observación muy
importante. Los egipcios podían esculpir sus documentos sobre obeliscos
de piedra. Moisés no. Un rollo de pergamino, si se pretende atravesar el
Mar Rojo, es sin duda un instrumento más práctico para recoger la
sabiduría y la historia de un pueblo. De cualquier modo, otra cultura
nómada, la árabe, se ha basado también en un libro y ha primado lo
escrito sobre las imágenes.
Pero los libros
tienen también otra ventaja sobre los ordenadores, aunque estén impresos
sobre el moderno papel ácido, que dura sólo 70 años, duran mucho más
que los soportes magnéticos. Además no sufren por la falta de energía
eléctrica. Y son más resistentes a los golpes. Hasta ahora, por tanto,
los libros representan la forma más económica, flexible y práctica para
transportar información a bajo costo. La información computarizada viaja
antes que nosotros, mientras que los libros viajan con nosotros y a
nuestra velocidad. Si naufragamos en una isla desierta un libro nos
resultará útil, y sin embargo no tendremos la posibilidad de conectar un
enchufe en ningún sitio y aunque nuestro ordenador tenga baterías
solares, no lo podremos leer fácilmente tumbados en una hamaca.
Los
libros son todavía, por tanto, los mejores amigos para un náufrago o
para el "Día después". Un libro de lectura puede ser transformado en un
CD-Rom por motivos de investigación. Un estudioso puede estar interesado
en saber cuantas veces aparece la palabra "bueno" en el Paraíso
Perdido. De cualquier manera hoy existen nuevas poéticas hipertextuales
que sostienen que un libro de leer puede ser transformado en un
hipertexto. Empezamos a desplazarnos hacia el problema número dos, que
ya no es un problema práctico: se refiere a la naturaleza misma del
proceso de lectura. Concebido de un modo hipertextual, incluso una
narración policíaca puede ser estructurada de un modo abierto, de manera
que sea el mismo lector el que pueda seleccionar un determinado
recorrido, lo que significa construir una propia historia personal y,
quizás, decidir que el asesino sea el detective y no el mayordomo. Esta
idea no es en absoluto nueva. Antes de la invención del ordenador,
poetas y narradores han imaginado textos completamente abiertos, que el
lector podia reescribir de muchas maneras. Esta era la idea de Le Livre, que después exaltó Mallarmé; Joyce pensó en Finnegans Wake
como en un texto escrito por un lector ideal, afligido por un insomnio
ideal. En los años sesenta Max Saporta escribió y publicó una novela
cuyas páginas podían ser cambiadas de sitio para componer historias
distintas. Nanni Balestrini memorizó, en uno de los primeros
ordenadores, una lista inconexa de versos, que la máquina agrupó de
distintos modos para componer poemas diferentes. Raymond Queneau inventó
un algoritmo gracias al cual era posible componer a partir de un
conjunto limitado de líneas billones de poemas. Muchos músicos
contemporáneos han compuesto partituras móviles, de modo que,
manipulando sus elementos, puedan componerse distintas representaciones
musicales.
Como se comprenderá, también aquí
estamos tratando dos órdenes distintos de problemas. El primero
corresponde a la idea de un texto físicamente móvil. Un texto de este
tipo da la impresión de proporcionar al lector una absoluta libertad,
pero ésta es sólo una impresión, una ilusión de libertad.
El
único instrumento que permite producir textos infinitos existe ya desde
hace milenios, y es el alfabeto; con un limitado número de letras se
pueden escribir, de hecho, infinitos textos y eso es exactamente lo que
se ha estado haciendo desde Homero hasta nuestros días. Un texto que
presenta, no letras o palabras, sino una secuencia preestablecida de
palabras o de páginas no nos deja libres para inventar todo lo que
quisiéramos. Se es libre sólo de moverse por un número limitado de
recorridos textuales, pero, como lector, siempre tengo esta libertad,
incluso cuando leo una historia policíaca tradicional, nadie me impide
imaginar un desenlace distinto. Dado un cuento en el que dos enamorados
mueren, yo, como lector, puedo o llorar por su destino o imaginar un
final diverso, en el que ellos sobreviven y viven felices para siempre.
En
un cierto sentido, como lector, me siento más libre con un texto
físicamente terminado, sobre el que se puede reflexionar incluso durante
años, que con un texto móvil, donde sólo se permiten algunas
manipulaciones. Esta posibilidad nos lleva a un segundo problema
relativo a un texto que esta físicamente terminado y limitado, pero que
puede ser interpretado de una manera infinita, o al menos de muchas
maneras distintas . En efecto, este ha sido siempre el objetivo de todos
los poetas y narradores. No obstante, un texto que admita muchas
interpretaciones, no es un texto que acepte todas las interpretaciones.
Creo
que nos debemos enfrentar con al menos tres tipos de ideas con respecto
a los hipertextos. En primer lugar, debemos hacer una atenta distinción
entre sistemas y textos. Un sistema, por ejemplo un sistema
lingüístico, es el conjunto de las potencialidades puestas en evidencia
por un lenguaje natural dado. Cada argumento lingüístico puede ser
interpretado en términos de dato lingüístico o semiótico, una palabra
mediante una definición, un evento mediante un ejemplo, una especie
natural con una imagen, etc. El sistema es quizás finito, pero
ilimitado. Se entra en un movimiento perpetuo en espiral. En este
sentido todos los libros concebibles se hallan en un buen diccionario y
una buena gramática. Si se sabe usar el Webster, se es capaz de escribir
tanto el "Paraíso Perdido" como el "Ulises". Ciertamente,
concebido de esta manera, un hipertexto puede transformar a cada lector
en un autor. Demos el mismo sistema hipertextual a Shakespeare y a un
escolar y ambos tendrán la misma posibilidad de producir Romeo y
Julieta.
No obstante, un texto no es un sistema
lingüístico o enciclopédico. Un texto dado reduce las infinitas
posibilidades de un sistema a fin de constituir un universo cerrado. Finnegans Wake
es ciertamente abierto a varias interpretaciones, pero es seguro que no
nos demostrará jamás el teorema de Fermat, ni nos dará una biografía
completa de Woody Allen. Esto parece banal, pero el error de base de los
deconstruccionistas irresponsables ha sido precisamente creer que con
un texto se puede hacer todo lo que se quiera, lo que es descaradamente
falso. Un hipertexto textual es finito y limitado, aunque esté abierto a
preguntas numerosas y originales. Un hipertexto puede funcionar bien
con los sistemas, pero no funciona con los textos. Los sistemas son
limitados pero infinitos, los textos son limitados y finitos, aunque
puedan admitir un alto número de interpretaciones (pero no admiten
cualquiera).
Hay también una tercera
posibilidad. Se pueden diseñar hipertextos que sean ilimitados e
infinitos. Cada usuario puede añadir algo y es posible realizar una
especie de historia interminable. Llegados a este punto, desaparece la
clásica noción de autor y se pasa a disponer de un nuevo modo de
implementar la creatividad. No puedo dejar de aplaudir una posibilidad
tal, siendo yo el autor de Opera Aperta. Sin embargo, existe una
diferencia entre el hecho de transformar en acto la actividad de
producir textos y la existencia de textos ya producidos. Se creará una
nueva cultura en la que será diferente producir infinidad de textos e
interpretar textos determinados y terminados. Algo parecido ocurre en
nuestra actual cultura, en la que se juzga de modo diverso una grabación
de la Quinta Sinfonía y una nueva actuación de la New Orleans Jam
Session. Se está produciendo un movimiento hacia una sociedad más libre,
en la que la libre creación coexistirá con la interpretación textual.
Esto me gusta. No se debe decir, no obstante, que hemos sustituido una
cosa vieja por otra nueva, ya que, gracias a Dios, poseemos ambas. El
zapping televisivo es un tipo de actividad que no tiene nada que ver con
ver una película. Un dispositivo hipertextual que permite inventar
nuevos textos, no tiene nada que ver con la habilidad de interpretar
textos ya existentes.
Hay otra posible
confusión sobre otras dos cuestiones: ¿los ordenadores dejarán obsoletos
a los libros? ¿los ordenadores convertirán en obsoletos los materiales
escritos o impresos? Supongamos que los ordenadores provoquen la
desaparición de los libros, esto no significará la desaparición de
materiales impresos. El ordenador crea nuevos modos de producción y de
difusión de material impreso. Para corregir un texto, si no se trata de
una breve carta, se necesita imprimirlo, corregirlo, corregirlo de nuevo
en el ordenador e imprimirlo de nuevo. No creo que nadie sea capaz de
escribir un texto de centenares de páginas y de corregirlo, sin
imprimirlo al menos una vez. Señalamos antes que es sólo una pía ilusión
la idea de que los ordenadores, y especialmente los procesadores de
textos, hayan contribuido a salvar árboles. Por el contrario los
ordenadores fomentan la producción de material impreso. Podemos
imaginarnos una cultura en la que no existan los libros y, en
consecuencia, la que la gente vaya de una parte a otra con toneladas de
páginas sueltas. Esto crearía grandes dificultades y nuevos problemas
para las bibliotecas. Los hombres tienen necesidad de comunicarse entre
ellos. En las comunidades antiguas lo hacían mediante palabras y en
sociedades más complejas han intentado hacerlo mediante la imprenta. De
la mayor parte de los libros presentes en las librerías podría afirmarse
que son productos de la vanidad, aunque hayan sido publicados por la
Universidad. Con la tecnología del ordenador estamos entrando en una
nueva Era del Samisdazt, ya que podremos comunicarnos directamente sin
la mediación de empresas editoras. Hay muchas personas que no buscan
publicar algo, sino comunicar algo a los demás. Esto, que se hace hoy
mediante el correo electrónico e Internet, resultará una gran ventaja
para los libros, la civilización del libro y el comercio del libro.
Observemos las librerías; hay demasiados libros; yo mismo recibo
demasiados libros cada semana. Si la red de ordenadores redujese la
cantidad de libros publicados, eso sería un gran progreso cultural.
Una
de las objeciones más comunes contra la literatura del ordenador es que
los jóvenes se habitúan a hablar con fórmulas breves y crípticas: Dir,
HELP, DISKCOPY, ERROR 67, etc. Colecciono libros raros y me divierto
leyendo los títulos de los libros del siglo XVII, que ocupan una página y
a veces más, como los títulos de las películas de Lina Wertmuller. Las
introducciones de estos libros, que llenan muchas páginas, comienzan con
elaboradas fórmulas de cortesía y loas dirigidas a un destinatario
ideal, normalmente un emperador o un papa, y continúan, durante páginas y
páginas, en un estilo barroco, explicando los objetivos y las virtudes
del texto que sigue. Si un escritor barroco leyese un libro moderno se
disgustaría al encontrar introducciones, de una sola página, que trazan
brevemente el contenido del libro, agradecen a quien ha aportado su
trabajo, explican que el libro ha sido posible gracias al amor y la
comprensión de la mujer o del marido, y agradecen a la secretaria por
haber tecleado pacientemente el manuscrito. Se entiende perfectamente
que estas pocas líneas son signo de un duro trabajo: centenares de
noches empleadas subrayando fotocopias, innumerables hamburguesas
comidas a toda prisa... Podemos imaginar que, en un futuro próximo, se
encontrarán líneas del tipo: "W/c, Smith, Rockefeller" que significará:
"gracias a mi mujer y a mi hijo; este libro ha sido pacientemente
revisado por el Prof. Smith, y hecho posible gracias a la Fundación
Rockefeller". Una introducción así resultará tan elocuente como una
barroca. Es un problema de retórica y de práctica de una retórica dada.
Creo que en el futuro los mensajes de amor apasionados serán enviados en
forma de breves instrucciones en lenguaje Basic, formulados en terminos
de sentencias "If ...then", de manera que se obtengan, como tras un
Input, mensajes del estilo "Te amo y por eso no puedo vivir contigo"
(bello verso escrito por Emily Dickinson). Por otra parte, lo mejor de
la literatura manierista inglesa está escrito en una especie de lenguaje
de programación "2B OR /NOT 2B".
Existe una
curiosa idea según la cual cuanto más se expresa con las palabras más
profundo y perspicaz se es. Mallarmé decía que es suficiente decir
"flor" para evocar un universo de perfumes, imágenes y sentimientos. En
la poesía, por el contrario, frecuentemente se dicen más cosas con menos
palabras. Tres líneas de Pascal dicen más cosas que trescientas páginas
de un largo y aburrido tratado de moral y metafísica. La búsqueda de
una nueva literatura viva no debería tener en cuenta la idea de cantidad
preinformática. Los enemigos de la literatura se esconden en otro
lugar.
Hasta ahora hemos tratado de demostrar
que la llegada de nuevos intrumentos tecnológicos no deja necesariamente
obsoletos los viejos. El automóvil es más veloz que la bicicleta, pero
los coches no han dejado obsoletas las bicicletas, por el contrario,
gracias a los avances tecnológicos, son ahora mejores. La idea de que
una nueva tecnología elimina una precedente es demasiado simplificadora.
Tras la invención de Daguerre los pintores ya no se sintieron obligados
a trabajar como artesanos, cuya función era reproducir la realidad tal y
como nos parece que la vemos. Hay una entera tradición de la pintura
moderna que no podría existir sin un modelo fotográfico. Por ejemplo, en
el hiperrealismo, la realidad es vista a través del ojo del pintor como
se hace a través del ojo fotográfico. Ciertamente la llegada del cine y
del comic ha liberado a la literatura de alguno de sus papeles
tradicionales, pero la literatura postmoderna, si es que existe, se debe
a la influencia de los comics y del cine. Por la misma razón hoy ya no
son necesarios los trabajosísimos retratos pintados por artistas
modestos y puedo enviar a mi novia una foto brillante y fiel. Pero tales
cambios en la función social de la pintura no ha vuelto obsoleto el
pintar. Los retratos hoy no asumen la tarea práctica de representar a
una persona, ya que esto se puede hacer mejor y de manera menos costosa
por medio de la fotografía, sino que se realizan para exaltar
importantes personajes, por ello comprar y mostrar un retrato ha
adquirido el valor de status symbol. Podemos, por tanto, afirmar que
nunca en la historia de la cultura una cosa ha eliminado otra de manera
simple. He citado a McLuhan, según el cual la Galaxia Visual sustituyó a
la Galaxia Gutenberg. Pocas décadas más tardes se ha visto que eso no
era cierto. McLuhan dijo que vivíamos en una nueva comunidad
electrónica.
Es cierto que vivimos en una
comunidad electrónica, que es verdaderamente global, pero no es un
aldea, si por aldea entendemos una comunidad en la que los hombre
interactúan unos con otros. Los problemas de una comunidad electrónica
son los siguientes:
-Soledad. El nuevo
ciudadano de esta comunidad es libre de inventar nuevos textos y de
borrar la tradicional división entre autor y lector, pero existe el
riesgo de que, a pesar de estar en contacto con el mundo entero a través
de la red galáctica, se sienta solo...
-Exceso
de información, incapacidad de elegir y discriminar. Suelo decir que en
el ejemplar dominical del New York Times es posible encontrar todo lo
que se necesite. En sus quinientas páginas se encuentra todo lo que uno
quiera saber, tanto sobre los acontecimientos de la última semana, como
sobre lo que se espera para la siguiente, pero para leerlo todo no basta
una semana entera. ¿Hay diferencia entre un periódico que dice cosas
que no se pueden leer y un periódico que no dice nada, como el Pravda? A
pesar de eso el lector del NYT puede orientarse entre la reseña de las
novedades editoriales, las páginas dedicadas a la TV, los anuncios
inmobiliarios, etc. El usuario de Internet no tiene la misma
posibilidad. No se está en grado de seleccionar, al menos de un vistazo,
entre una fuente fiable y una absurda.
Se
necesita una nueva forma de destreza crítica, una facultad todavía
desconocida para seleccionar la información brevemente, con un nuevo
sentido común. Lo que se necesita es una nueva forma de educación.
Permítaseme decir que en esta perspectiva los libros tendrán un gran
papel. Al igual que se necesita un libro impreso para navegar por
Internet, se necesitan libros impresos para afrontar críticamente la
World Wide Web.
Terminaré con un elogio al mundo, limitado y finito, que nos proporcionan los libros. Supongamos que estamos leyendo Guerra y Paz:
deseamos desesperadamente que Natacha no acepte la corte que le hace el
miserable y canalla de Anatoli; deseamos que esa maravillosa persona
que es el príncipe Andrei no muera y que él y Natacha puedan vivir
juntos para siempre. Si Guerra y Paz fuese en un hipertexto en un
CD-Rom interactivo, podríamos reescribir nuestra historia, de acuerdo
con nuestros deseos. Podríamos inventar innumerables Guerra y Paz,
donde Pierre Besuchov consigue matar a Napoleón, o a nuestro gusto,
donde Napoleón vence al general Kutusov. Desgraciadamente, con un libro
no podemos. Debemos ser conscientes de las leyes del Hecho y
convencernos de que no podemos cambiar el destino. Una historia
hipertextual e interactiva nos permitiría practicar libertad y
creatividad y espero que este tipo de actividad se practique en el
futuro. Pero Guerra y Paz, tal y como está escrita, no nos pone
de frente a las ilimitadas posibilidades de la Libertad, sino con las
leyes severas de la Necesidad. Para ser personas libres tenemos que
aprender esta lección sobre la vida y sobre la muerte, y sólo un libro
puede darnos tal sabio conocimiento.
Conferencia pronunciada por Umberto Eco el 12 de noviembre de 1996 en la Academia Italiana de estudios avanzados en EE.UU.
Traducción de Francisco Martín y Charo Rivarés
Comentaris