La serie 'Manhattan': "Debemos ser monstruos hoy, para detener a los monstruos de mañana".


Manhattan, la serie del canal WGN America no traslada al espectador a la Gran Manzana. El título de la segunda serie de producción propia de la cadena hace referencia al nombre del proyecto del Gobierno de Estados Unidos para desarrollar la bomba atómica en los años cuarenta. Para ello, un grupo de científicos (y sus correspondientes familias) son recluidos en una instalación militar en medio del desierto. Los científicos no pueden decir nada sobre su trabajo, ni siquiera a sus familiares más directos. En esas circunstancias, la vida no es fácil. Y menos cuando empiezan a surgir dudas morales sobre lo que se está haciendo, las consecuencias que tendrá y lo que se está dejando en el camino a cambio.

Lo que al principio parece una serie sobre científicos y sus familias, va encaminándose hacia una serie sobre científicos... en la guerra. De vez en cuando ocurren cosas que recuerda a los protagonistas que son parte de la guerra que se está librando fuera de la valla que les mantiene confinados. Los sacrificios son cada vez mayores. Con el paso de los capítulos, los personajes van evolucionando y en nada se parece la pareja recién llegada al lugar de los primeros compases a la misma pareja unos capítulos después. 

Los personajes trabajan y viven con el peso de estar construyendo el arma más mortífera de todos los tiempos. Una siniestra pizarra en el despacho de Frank Winter, una de las mentes más brillantes de EE.UU., recuerda el número de soldados americanos muertos en la contienda. Algunos personajes se tratan de convencer a sí mismos de que es lo correcto, de que en realidad evitan muertes terminando con las guerras para siempre. El secreto destruye sus vidas personales, el peso de la responsabilidad aniquila poco a poco su existencia.

Charlie Isaacs es un joven y ambicioso físico que representa mejor que nadie lo que está en juego. Es judío, como muchos de los que estaban en aquellas instalaciones de Nuevo México, tiene familia en Europa y hará lo que sea para vencer a los nazis. Y, sin intención de hacer spoilers, lo que sea significa eso mismo: traición, mentiras, utilización de tus seres queridos, lo que sea. En un momento del derrumbe continuado que es su vida personal discute con su mujer Abbie que le reprocha su mutismo y su adicción al trabajo. Él le dice: “Te estoy protegiendo” y ella le reprocha: “¿Cómo? ¿Construyendo una máquina que nos borre de la faz de la tierra?”.

El propio Winter tiene una colección de frases lapidarias para justificar las faenas, por ser fino, que hace a los de su alrededor: “Cuando llegue hasta allí a nadie le habrá importado cómo” o “Esto es un juego de suma cero y cada movimiento cuesta una pieza”.




Lo que sigue es la transcripción del discurso que Charlie Isaacs, representante científico en el Comité de Objetivos, da ante los altos mandos militares y políticos norteamericanos que deciden el futuro de la guerra, poco antes de la realización de la prueba decisiva de la que será la primera bomba atómica. Creo que vale la pena tener en cuenta para comentarlo desde un punto de vista ético.

Cuando vine a trabajar aquí, no tenía ni idea de lo que estábamos haciendo. Cuando me enteré, al principio quise marcharme. Desde que estoy aquí he hecho cosas que nunca creí que fuera capaz de hacer. Me convencí a mi mismo de que estábamos aquí para proteger a nuestros niños de la Gestapo.

Mi mujer acaba de enviar a mi hijo de vuelta al este. Fue anoche. Dice que lo protege de mí. Me ha dicho que soy un monstruo, un asesino. Quería decirle que estaba equivocada, pero … no pude.

He venido aquí con un discurso preparado. Pensaba decirles que detonaran la bomba en una isla desierta, que fuera una demostración de poder para el Alto Mando japonés. Iba a decirles que Hirohito se rendiría al instante y que se contuvieran para que nos pudieran temer y amar, y después perdonar por haber sido los primeros en traer este artefacto al mundo.

Sin embargo, la verdad es que o podemos ser amados o podemos tener la paz, pero no ambas cosas a la vez. Así que, si queremos cambiar el mundo. Y queremos de verdad cambiarlo, caballeros. Si queremos cambiar el mundo debemos aceptar lo que el mundo nos llame cuando hayamos terminado lo que hemos empezado. Monstruos, nos llamarán. Monstruos que borraron una ciudad sin avisar. Una ciudad llena de civiles. Detonaremos la bomba a una altitud que nos dé un radio de explosión lo más amplia posible con el objetivo de conseguir la máxima destrucción. La máxima destrucción de infraestructuras: casas, hospitales, escuelas … Debe ser catastrófico, de un alcance que nadie ha imaginado jamás. Si la bomba se detonase en una isla desierta, puede que detengamos esta guerra, pero no las siguientes. El arma que estamos probando, Fat Man (lo que en la realidad después será Litle Boy) no es nada. Su poder lo calculamos en kilotones de TNT. Dentro de 20 años, calcularemos el poder de las bombas en megatones. Así que les ruego por sus hijos, por sus nietos que le muestren al mundo la cara del mal al menos una vez. Vean más allá.

Como especie nos falta imaginación. No concebimos las grandes tragedias, los genocidios, las grandes hambrunas, una guerra atómica hasta que los vivimos. Tenemos que soltar nuestra bomba en una ciudad en el corazón de Japón. Porque la gente necesita algo que temer. Porque el miedo es ahora y siempre ha sido lo único que mantiene la paz. El miedo es la única cosa que cambia el mundo. El miedo lo cambia todo y a todos. Debemos ser monstruos hoy, para detener a los monstruos del mañana.


(Este discurso tiene lugar en el capítulo nueve de la segunda temporada.).

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