Quan es valora més allò il·lusori que allò verdader.







En 1843, exactamente cien años antes de que Koyré denuncie que nunca se había mentido tanto, el filósofo Ludwig Feuerbach deplora que el interés por la realidad se está perdiendo. Constata que se empieza a valorar más lo ilusorio que lo verdadero, “la imagen más que la cosa, la copia más que el original, la representación [Vorstellung] más que la realidad, la apariencia más que la esencia“. Eso constituye, protesta, un “engaño” y un descalabro sin comparación posible (una “aniquilación absoluta“: absolute Vernichtung).

Y este proceso ha ido a peor. Las nuevas tecnologías le dan alas. Otro filósofo que escribe en alemán, el coreano Byung-Chul Han, afirma hoy que la digitalización está debilitando “la conciencia misma de la realidad”.

No se trata solo de que la realidad inmediata se debilite: también se distorsiona su contenido. Eso es lo que significa vivir en un mundo dominado por las representaciones, en una sociedad centrada en el espectáculo. Las representaciones se nos presentan por todas partes, las imágenes pasan a conformar la realidad que nos rodea. Y hoy la mayoría de imágenes que imperan en los medios digitales son imágenes de violencia: violencia física, violencia sexual, violencia contra la belleza, la bondad y la verdad, contra el sentido común, contra el prodigio y la sacralidad de la vida. Los contenidos mentales son lo que lleva al mundo al colapso.

En la mitología griega, Circe es un ser con un extraordinario poder de seducción y de engaño. Hoy, hechizados y enredados por los datos e imágenes que circulan por las pantallas, nos hallamos ante las seducciones de Circe 2.0. Incluyen las promesas de la digitalización, la robotización, el metaverso y el transhumanismo. Incluyen el hecho de dar más valor a los likes y los retuits que a las relaciones genuinas. Incluyen el modo en que alegremente permitimos que los algoritmos capturen nuestros datos, rastreen nuestros movimientos, asedien nuestras profesiones e invadan nuestras relaciones y nuestro espacio, interior y exterior, con la denominada “IA”.

La “IA” se hace llamar “inteligencia artificial“, pero no es inteligencia (que siempre requiere entender), sino cálculo mecánico. Vertiginoso, pero sin experiencia o conciencia. No es inteligencia, pero puede llegar a imitarla a base de algoritmos. Por eso sería más exacto leer el acrónimo IA como “Imitación Algorítmica“. O “Invasión Algorítmica“, si tenemos en cuenta sus repercusiones.

Jordi Pigem, Invasión Algorítmica, Browstone España 19/03/2025


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