Pareto, teories de la conspiració i 'incels'.







A finales del Siglo XIX, el economista italiano Vifredo Pareto estableció un principio que lleva su nombre, conforme al cual en muchos fenómenos el 80% de los efectos tendrían como causa un 20% de factores. Dentro del ámbito empresarial se constató que el 80% de las ventas provienen del 20% de clientes o productos. Aunque no se toma por una ley matemática estricta, puesto que pueden variar las proporciones, la referencia se considera útil para identificar desequilibrios y centrarse en los aspectos que generan un mayor impacto, aplicándose a la optimización de procesos, la gestión de inventarios y el análisis de riesgos. Sin embargo, la observación estadística que le sirvió de matriz fue que el 80% se las tierras italianas estaban en manos de un 20% de propietarios, lo cual no se compadece muy bien con el actual reparto de la riqueza.

Lo asombroso es que dicha proporción haya sido adoptada por los autoproclamados como célibes involuntarios de la “Manosfera”. Este rótulo engloba un movimiento misógino que denuncia el empoderamiento de las mujeres y filia en el feminismo todo tipo de males para la sociedad, promoviendo con ello agresiones e incluso feminicidios cebados por ese odio que pretende reivindicar los presuntamente sojuzgados derechos masculinos, al añorar la otrora incontestable supremacía del patriarcado machista.

Al parecer, cada vez hay más adolescentes masculinos que se creen célibes involuntarios al sentirse rechazados de antemano por las mujeres. Adoptando el principio de Pareto, creen que al 80% del género femenino solo le gusta un 20% del masculino. Este credo sería formidable si se identificasen con Casanova y fueran coleccionado conquistas amorosas o intentaran al menos disfrutar del cortejo. Pero deciden formar parte del presunto grupo mayoritario al que dan esquinazo injustamente, por no reparar en sus cualidades y dejarse cegar por las apariencias.

Con este prejuicio en sus almas, los célibes involuntarios odian a las mujeres que pretenden amar, al presuponerlas inalcanzables por una especie de complot que los deja descompuestos y sin novia. También podrían aspirar a la cuota restante del 20%, pero esto lo descartan por considerarlo un grupo menos atractivo, similar al de colectivo que integran por propia convicción. Resulta llamativo que fenómenos como este puedan prosperar en medio de unas políticas educativas muy sensibilizadas por la igualdad y convendría preguntarse por los factores que permiten semejantes lavados de cerebro con perniciosas consecuencias.

Convertir al otro en un enemigo mortal que te amarga la vida, nunca da buenos resultados y esto es lo que ocurre con la perversa teoría de los célibes involuntarios, transmutados en unos misóginos potencialmente peligrosos al sentirse agredidos por las mujeres que quisieran saber conquistar en términos afectivos. La cuestión es cómo cabe desmontar este flanco de una realidad alternativa que transforma para mal el mundo con sus tóxicas patrañas y preguntarse por qué triunfan esos discursos trufados de odio, en donde las presuntas víctimas deben oficiar como verdugos para defenderse de amenazas imaginarias que solo están en su cabeza.

Roberto R. Aramayo, La conspiranoia de los presuntos 'incel', nuevatribuna.es 25/03/2025

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