El món i els seus dimonis (Carl Sagan).



La desesperación, en muchas ocasiones mezclada con la falta de conocimiento, convierte a algunas personas en presa fácil de quienes hacen negocio con el dolor ajeno. Historias como la del joven Mario Rodríguez, enfermo de leucemia que falleció tras abandonar su tratamiento para someterse a una falsa terapia, muestran el peligro que conlleva renunciar al aval científico a favor de promesas embaucadoras de curanderos.

Lo que se pone en juego cuando actúa la ignorancia es la propia vida. Por ese motivo se hacen necesarios trabajos como El mundo y sus demonios, libro que firmó en 1995 el reconocido astrofísico y escritor Carl Sagan, en la que intenta que el ciudadano de a pie comprenda el método por el que se rige la ciencia y, de este modo, obtenga el pensamiento crítico que le servirá como parapeto ante las trampas cotidianas. Incluso 20 años después de la desaparición del científico, el capítulo intitulado El sutil arte de detectar camelos sigue siendo una de las herramientas argumentativas indispensables para el debate y la reflexión.

El mundo y sus demonios pertenece a los libros de cabecera de todo escéptico”, opina Alfonso López Borgoñoz, presidente de la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico ARP-SAPC, surgida en los años 80 como respuesta combativa frente a la astrología, que inundaba entonces los medios de comunicación. “Pero hoy, los demonios contra los que hay que luchar han cambiado, la bola de cristal ha dado paso a la falsa bata blanca de las terapias alternativas”, añade. "Es maravilloso que para tratar la complejidad de las falacias, Sagan empiece hablando de cómo lamentó la muerte de sus padres, y no le avergüence reconocer que intentaba hablar con ellos y que esto es un proceso normal del que otros pueden aprovecharse con engaños. Esta introducción tan brillante es el mejor texto de autoayuda o autodefensa", concluye.

Para López Borgoñoz, "tan temerario puede ser creer en los espíritus nocturnos o en los ovnis como pretender hallar el remedio a los problemas en un libro de Paulo Coelho, no distinguir entre un medicamento y un placebo o creer la primera referencia que salga en una búsqueda Google".

ABANDERADO DE LA DUDA Y LA CIENCIA AMENA

Carl Sagan (1934-1996) fue una de las figuras claves de la divulgación científica del siglo XX. Este astrofísico, astrónomo y cosmólogo estadounidense trabajó como consultor de la NASA desde la década de los 50, participó en la investigación de las expedicionesVoyager y Galileo, entre otras, y también fue el creador del Proyecto SETI de la agencia estadounidense, encargado de la búsqueda de inteligencia extraterrestre, que continúa en marcha de manera independiente.
Contribuyó con su obra a la expansión del pensamiento escéptico, y fue ganador en 1978 del premio Pulitzer por su obra de divulgación Los dragones del Edén: Especulaciones sobre la evolución de la inteligencia humana. Se dio a conocer al público general por la exitosa la serie televisiva Cosmos, en la que explicaba de manera fácil y amena los entresijos de la ciencia. Un discípulo suyo, el también divulgador y astrofísico Neil deGrasse, tomó el relevo y creó una revisión actual de la serie en 2014.


Este experto considera que la solución está en promover un espíritu crítico generalizado: “Ni siquiera los científicos tienen una formación completa sobre ciencia, se especializan en áreas determinadas. La clave es conocer las premisas, deducir a través de las inferencias adecuadas, hilar la relación entre las causas y las consecuencias, fomentar el debate y contrastar diversas fuentes de información”.

Los nueve pasos de pensamiento escéptico, según Sagan

La cuestión no es, decía Sagan, si nos satisface o no la conclusión a la que llegamos después de un razonamiento, sino si somos capaces de identificar cuál ha sido su punto de partida y de saber si este es cierto o es falso. Para hacerlo, es necesario aprender a construir planteamientos razonados y reconocer un argumento falaz -una idea falsa con apariencia de verdad- a través del pensamiento escéptico. Con este fin, el divulgador equipa al lector con lo que denominó kit del escéptico: instrumentos para defenderse de charlatanes y demás embaucadores, que incluye consejos para alcanzar y detectar una buena argumentación y un catálogo de falacias habituales en la pseudociencia.

Aquí van los nueve consejos de Sagan:

1. Confirmar la realidad. Los hechos necesitan ser confirmados por fuentes independientes siempre que sea posible.

2. La prueba, a debate. Cultivar la discusión sustanciosa, con conocimiento y desde todos los puntos de vista, sobre la prueba obtenida.

3. No confundir experto y autoridad. En la ciencia no hay autoridades; como máximo, hay expertos. Las autoridades no son infalibles, han podido cometer errores en el pasado.

4. Siempre hay más de una hipótesis. Si algo puede explicarse de muchas maneras, hay que tener claras las pruebas de cada una de ellas. La hipótesis que sobrevive a la refutación tiene muchas más posibilidades de ser la respuesta correcta que la primera idea que se nos ocurre.

5. No aferrarse a una hipótesis por que sea la nuestra. Las hipótesis no son más que estaciones en el camino del conocimiento. Hay que preguntarse por qué nos atrae la idea y compararla equilibradamente con las alternativas. Antes de que lo hagan otros, conviene que encontremos por nosotros mismos motivos para rechazarla.

6. La cantidad es la clave. Si lo que intentamos explicar se puede medir o está relacionado con alguna cantidad numérica, el trabajo será más fácil. Lo vago y cualitativo está abierto a muchas explicaciones, y aunque pueden encontrarse verdades en ese tipo de asuntos, encontrarlas supone un desafío mayor.

7. Lo importante es todo el proceso argumentativo. Todos los eslabones de la cadena de argumentación deben funcionar (incluida la premisa), no solo la mayoría de las ideas.

8. Lo más sencillo suele ser lo más probable. La regla empírica de la navaja de Ockham, o ley de la simplicidad, dicta que ante dos hipótesis aparentemente igual de válidas, lo correcto es elegir la más sencilla.

9. ¿Puede falsificarse la hipótesis? Un argumento que no puede demostrar su validez ni ser refutado por completo, no vale mucho. La capacidad de comprobar las aseveraciones es esencial.

Las falacias: falsa autoridad, verdades a medias y hombres de paja

Tan importante es saber qué hacer como qué no hacer en una argumentación. Una defensa potente y efectiva contra los cuentos de los timadores implica identificar la veintena de falacias (razonamientos engañosos que pretenden ser convincentes) que clasificó Sagan para no verse embaucado por tramposos. Muchas de estas tretas se cultivan habitualmente en política y en religión. Reconózcalos… y rechácelos. Así lo explica Carl Sagan.

1. Ad hominem (contra el hombre). Atacar al que discute y no a su argumentación. Ejemplo: "El reverendo doctor Smith es un conocido fundamentalista de la Biblia, por lo que sus objeciones a la evolución no deben tomarse en serio".

2. Argumento de autoridad. Pensar que algo es cierto porque lo dice alguien reconocido, no porque se haya demostrado. Ejemplo: "Richard Nixon debería ser reelegido porque tiene un plan secreto para terminar la guerra en el sudeste de Asia [confiaban en él a ciegas porque era presidente]".

3. Argumento de consecuencias adversas. Dar por cierto un argumento porque, en caso de no realizarse, se presentarían consecuencias adversas. Ejemplo: "Debe existir un Dios que castigue y recompense porque, de lo contrario, la sociedad sería mucho más ilegal, peligrosa o ingobernable".

4. Llamada a la ignorancia. Afirmar que todo lo que no ha sido demostrado debe ser cierto, y viceversa. Ejemplo: “No hay una prueba irrefutable de que los ovnis no estén visitando la Tierra, así que existen y hay vida inteligente en todas partes del universo”.

5. Un argumento especial. Apelar a nuestra incapacidad para comprender lo que sucede. Sirve para salir airoso en un problema retórico profundo: Ante la pregunta "¿cómo puede un Dios compasivo condenar al tormento a las generaciones futuras por el hecho de que una mujer le indujera a un hombre a comerse una manzana?", el argumento especial usado como respuesta sería: “No entiendes la sutil doctrina del libre albedrío. Los caminos de Dios son misteriosos”.

6. Pedir la pregunta o asumir la respuesta. Aceptar que las consecuencias serán exactamente las que se plantean al exponer una situación. "Debemos instituir la pena de muerte para desalentar el crimen violento". Pero, se pregunta Sagan, ¿de verdad se reduce la tasa de delitos violentos cuando se impone la pena de muerte?.

7. Selección de la observación. Enumerar las circunstancias favorables o los aciertos de nuestra postura y olvidar los fallos, como cuando un Estado se jacta de los presidentes que ha tenido, pero no dice nada de sus asesinos en serie.

8. Estadísticas de los números pequeños. (Similar a la falacia anterior, pero en versión cuantitativa). Tener en cuenta únicamente los datos favorables o conocidos. Ejemplo: “Dicen que una de cada cinco personas es china. ¿Cómo es posible? Yo conozco cientos de personas y ninguna de ellas es china”. Otro: “He sacado tres sietes seguidos. Esta noche no puedo perder”.

9. Incomprensión de la naturaleza de la estadística. Ignorar el funcionamiento de esta ciencia, como cuando el presidente Dwight Eisenhower expresó asombro y alarma al descubrir que la mitad de los americanos tienen una inteligencia por debajo de la media.

10. Inconsistencia. Exponer para el mismo discurso dos razones que se contradicen, como cuando un país se prepara para el peor de los escenarios frente a su potencial adversario militar, pero ahorra en prevención de peligros medioambientales ignorando las investigaciones científicas, "porque no están demostradas". O considerar razonable que el universo siga existiendo siempre en el futuro, pero juzgar "absurda" la posibilidad de que tenga una duración infinita hacia el pasado.

11. Non sequitur (no sigue). No reconocer posibles alternativas. Ejemplo: "Nuestra nación prevalecerá porque Dios es grande". El fallo de esta hipótesis es que todas las naciones pueden tener la misma certeza.

12. Post hoc, ergo propter hoc (después de esto, luego a consecuencia de esto). Asumir que en la sucesión de dos hechos existe una relación de causalidad entre ellos. Jaime Cardinal, arzobispo de Manila dijo: "Conozco a una mujer de veintiséis años que parece tener sesenta porque toma píldoras anticonceptivas”. Otra: “Cuando las mujeres no votaban, no había armas nucleares”.

13. Pregunta sin sentido. Plantear tesituras imposibles. Ejemplo: "¿Qué ocurre cuando una fuerza irresistible choca con un objeto inamovible?". El científico aclara que si existe una fuerza irresistible no puede haber objetos inamovibles, y viceversa.

14. Exclusión del medio o falsa dicotomía. Considerar solo los dos extremos en un continuo de posibilidades intermedias. “El que no quiere a su país, lo odia”. “Si no eres parte de la solución, eres parte del problema”.

15. Corto plazo contra largo plazo. Se trata de un subgrupo del epígrafe anterior, pero, según el autor, tan importante que merece atención especial. Ejemplo: "No podemos emprender programas para alimentar a los niños desnutridos y educar a los preescolares. Se necesita tratar con urgencia el crimen en las calles".

16. Terreno resbaladizo. Sobreestimar el supuesto peligro de algo. Se generalizan las consecuencias sin antes probar que son inevitables. Ejemplo: “Si permitimos el aborto en las primeras semanas de embarazo, será imposible impedir la muerte de un bebé formado". O al contrario: "Si el Estado nos prohíbe abortar, aunque sea en el noveno mes, pronto nos empezará a decir lo que tenemos que hacer con nuestro cuerpo en el momento de la concepción”.

17. Confusión de correlación y causa. Asumir que entre dos hechos simultáneos existe una relación de causalidad. Ejemplo: “Una encuesta muestra que hay más homosexuales entre los licenciados universitarios que entre los de menor educación; en consecuencia, la educación vuelve homosexual a la gente”.

18. Hombre de paja. Caricaturizar una postura para facilitar el ataque. Ejemplo: “Los defensores del medioambiente se preocupan más por los caracoles y los búhos moteados que por las personas”.

19. Prueba suprimida, o media verdad. Citar casos individuales o datos que aparentan confirmar la verdad de una proposición, ignorando una importante cantidad de información que puede contradecirla, como cuando aparece en televisión una profecía sorprendentemente precisa y ampliamente citada del intento de asesinato del presidente Reagan, pero, como reflexiona el científico, ¿fue grabada antes o después del acontecimiento?.

20. Palabras equívocas o eufemismos. Utilizar términos confusos, ambiguos o directamente falsos para maquillar la realidad: La separación de poderes de la Constitución de Estados Unidos especifica que este país no puede entrar en un conflicto bélico sin una declaración del Congreso. Por otro lado, los presidentes tienen el control de la política exterior y la dirección de las guerras, que son herramientas potencialmente poderosas para conseguir la reelección. Por lo que los presidentes de cualquier partido político podrían verse tentados a participar en un enfrentamiento y llamar a esta intervención de cualquier otra manera: acciones de policía, incursiones armadas, golpes reactivos de protección o pacificación.

Kristin Suleng, Cómo detectar camelos y tonterías pseudocientíficas, El País 05/03/2016

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