Exploreu la via federal si us plau.
No os rindáis, gentes civilizadas de aquí y de allá. La cuestión
catalana no es imposible, especialmente en su aspecto económico-fiscal.
Explorad otras vías, desbordad las que, por ruidosas, parecen indiscutibles.
Estas últimas crean dos trincheras antagónicas. Una es la recentralización
autonómica uniformizante y, pues, separadora. Está en marcha con la laminación
del sistema estatutario y de la reforma del sistema de financiación de 2009:
aparcados los fondos de competitividad, negadas las normas que balizaban la
descentralización de las inversiones del Estado.
La otra es la imitación gregaria del sistema de concierto vasco-navarro, heredero del carlismo y del chantaje terrorista (todos lo saben, nadie lo reconoce), que produce un cupo insolidario, cuya generalización acabaría con la Hacienda común. Entre ambos extremos, hay una vía más practicable, la solución federal, al modo alemán, belga, canadiense o australiano.
Sus principios comunes son sencillos. La “suficiencia” financiera de las
comunidades. La “solidaridad”, o equidad en forma de prestación universal de los
servicios básicos. La vinculación al “esfuerzo fiscal”, para no yugular la
competitividad de los más activos y evitar que la equidad devenga en caridad. La
“ordinalidad” por la que los territorios prósperos pagan mucho más, transfieren
riqueza, pero con el límite de no bajar luego en la escala de financiación per
capita, por ciudadano: es justa y está bien legislada en Alemania.
Una consecuencia de esos principios es que las transferencias de cohesión no
deben ser ilimitadas ni eternas, sino condicionadas a la buena gestión,
vinculadas al aumento de la convergencia económica territorial: a medida que el
PIB del territorio menos próspero se va acercando al promedio, se reducen. El
sur español es un buen ejemplo de la eficacia de la política de cohesión interna
y europea: los PIB per capita de Andalucía y Extremadura han avanzado hacia la
media. El Mezzogiorno italiano, por el contrario, sigue hundido, como hace
décadas. España es un ejemplo en Europa.
Esos criterios se resumen en un principio, aportar según la capacidad
económica (digamos, PIB) y recibir según las necesidades (digamos, población). O
sea, las comunidades ricas contribuyen más; pero cada ciudadano recibe de forma
parecida.
Ese es un paradigma federal redistributivo, pero sin asfixias a las zonas
prósperas, que usó, con variantes, el nuevo Estatuto catalán. También los
lectores de Carlos Marx verán familiar la idea: de cada uno según sus
posibilidades, a cada cual según sus necesidades. El sistema autonómico español
acierta bastante en recaudar más de los territorios más prósperos, pero falla
más en la segunda proposición, el destino de los recursos según las necesidades
reales.
El principio capacidades / necesidades no es abstracto. Tiene traducción
numérica, sobre todo en el caso de Cataluña, el más caliente y estudiado.
Aplicándolo a un quinquenio (2005/2009) y no solo a un año, que siempre es más
aleatorio porque se trata de flujos muy variables, una de las voces hacendistas
más fiables, la profesora Maite Vilalta (comparecencia parlamentaria del 2 de
mayo), estima que el saldo entre contribuciones y flujos recibidos, el déficit
catalán, se circunscribiría al 4,2% o al 2,9% de su PIB (según distintos métodos
de cálculo), entre 7.901 y 5.447 millones anuales.
Se trata de un horizonte muy viable, nada lejano al déficit promedio del
3,85% que exhiben las zonas ricas de países federales, como los ya citados de
los que hay datos (Papers de Treball número 1/2012, Generalitat de Catalunya). Y
muy inferior al 6,7% del PIB (12.641 millones) que alcanzaba ese déficit en el
mismo quinquenio, calculado según los seis baremos que se usaron para las
balanzas fiscales de toda España. Esas que interrumpió el Gobierno del PP y
mutiló a la mitad el de CiU, para enfatizar uno solo de los cálculos, el que
arroja un déficit fiscal del 8,4% para un año concreto (2009), que muchos
consideran de carácter expropiatorio y que el secesionismo escoge como bandera
(parcial y, pues, sectaria).
Con fuertes correcciones, el retorno al espíritu estatutario y costes lógicos
pero asumibles para los territorios con excesivo superávit fiscal, el actual
sistema de financiación —aunque no es el único instrumento para lograrlo— podría
servir para acercar la España autonómica a los mejores sistemas federales. Si
Dios quiere. Y los demás.
Xavier Vidal-:Folch, ¡Explorad otra vía para la economía catalana!, El País, 26/09/2012
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