Neurones mirall i empatia.
Las neuronas espejo con una función especializada pueden servir para explicar la
sociedad y la cultura humana. Sin estas neuronas, no habrían sido posibles.
Vilayanur Ramachandran, uno de los pioneros de la neurociencia, en su último
libro The tell-tale brain (Lo que el cerebro nos dice,
Paidós), afirma sin ambages que estas neuronas “conformaron la
civilización”.
Una neurona espejo se dispara, se activa, cuando un animal actúa y también
cuando un animal observa que la misma acción la lleva a cabo otro animal. La
neurona reproduce el comportamiento del otro, como si el propio observador
estuviera actuando. Es decir que al principio fue tanto el verbo como la
imitación.
“La cultura”, señala Ramachandran, “consiste en colecciones masivas de
capacidades y conocimiento complejos que se transmiten de persona a persona a
través de dos medios centrales: el lenguaje y la imitación”. La capacidad de
imitar permite no solo reproducir, sino también aprender a una escala
individual, y posteriormente colectiva. Es decir, que probablemente primero
aprendimos a imitar. Y de ahí debió surgir la capacidad únicamente humana de
adoptar el punto de vista del otro. La capacidad “de ver el mundo desde el punto
de vista de otra persona es también esencial para construirse un modelo mental
de los pensamientos complejos e intenciones de otras personas para predecir y
manipular su conducta”, señala el neurocientífico. (...)
En este recorrido en el conocimiento de la mente ni siquiera está claro si se
llegará al final, si el ser humano llegará realmente a conocerse a sí mismo.
Pero sobre este sistema parece también reposar la capacidad de la metáfora, sin
la cual los humanos no seríamos lo que somos.
A Ramachandran le gusta llamarlas “neuronas Gandhi” o “neuronas de empatía”
porque sirven para borrar la separación entre el yo y el Otro, algo muy propio
de los enfoques orientales tradicionales. Claro que permiten no solo conocer al
otro, sino también juzgar sus intenciones, para, si es necesario, defenderse
frente a ellas. Empatía no implica simpatía.
... estas neuronas están también
presentes en otros animales, como monos y pájaros que tienen un sentido social.
Pero, como decimos, estos carecen de cultura porque les falta el lenguaje, entre
otras cosas, además de la capacidad motora (incluída la mano que sí tienen los
simios) mucho más desarrollada en el hombre, junto con la capacidad del
pensamiento abstracto y transmisible.
En una polémica e influyente conferencia en 1959, Charles Percy Snow, más
conocido como C.P. Snow, lanzó la tesis, que quedó asentada, de la ruptura de la
comunicación muy presente en el Renacimiento y la Ilustración entre las ciencias
y las humanidades. Snow tenía a la vez formación científica y capacidad
literaria como novelista. Su demanda era que esta brecha se cerrara, que se
avanzara más en los estudios multidisciplinares, y que unos y otros
intercambiaran conocimientos. Se está comenzando a cerrar, aunque más de la mano
de la ciencia que de las humanidades.
La neurociencia —esencial para entender el ser humano— puede servir para
superar esta brecha que científicos como Ramachandran y muchos otros que hoy en
día investigan y divulgan, contribuyen a colmar. En este contexto, el
descubrimiento de las neuronas espejo supone, justamente, el de la relación
entre el cerebro y la sociedad, entre un ser humano y otro, entre el hombre y la
gente.
Algunos consideran que, tras la agrícola, industrial y la digital, la cuarta
revolución será la neurocientífica cuyos descubrimientos preliminares ya están
invadiendo numerosas disciplinas y creando otras nuevas, al colocar el prefijo
“neuro” ante disciplinas tradicionales. Así, hoy se habla de neuroeconomía,
neuromarketing, neurofilosofía, neuroética, neuroeducación, neuropolítica y un
largo etcétera. Todas estas nuevas disciplinas pretenden aplicar los nuevos
conocimientos de la neurociencia a sus materias, esperando que esta aportación
sirva para darles un nuevo impulso y desarrollo. Hoy la política, la publicidad
y muchas otras actividades humanas están imbuidas por los nuevos descubrimientos
en este campo, lo que puede causar cierto temor a una mayor manipulación.
Estas células especializadas y su sistema surgieron en el “gran salto
adelante genético” ocurrido entre 60 a 100 millares de años atrás. Y después de
6.000 millones de años de evolución, indica Ramachandran, la cultura finalmente
despegó. Por primera vez empezamos a saber realmente por qué o gracias a
qué.
En parte, la cultura nos ha liberado de la genética al reforzar la capacidad
de aprender los unos de los otros. “Al hiperdesarrollar el sistema de neuronas
espejo, la evolución, de hecho, convirtió la cultura en un nuevo genoma”,
separado de la carga genética con la que nacemos, y con otros sistemas de
transmisión. Puede que incluso la cultura permita que algunas de nuestras
capacidades pensadas para unas funciones se desarrollen para otras no previstas,
como pasa con esa actividad esencial, pero nada natural, que es la lectura.
Claro que otros van más lejos y creen que gracias a la tecnología, incluída la
manipulación genética, los seres humanos van a poder trascender su biología.
De momento hemos llegado a ese Homo sapiens, que el científico indio describe como “el mono que miró en su propia mente y vió el cosmos reflejado en ella”.
Andrés Ortega, El hombre, la gente y sus neuronas, El País, 18/08/2012
http://elpais.com/elpais/2012/07/21/opinion/1342886635_625720.html
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