La concepció de la ment com a gran mirall.

La imagen que mantiene cautiva a lafilosofía tradicional es la de la mente como un gran espejo, que contiene representaciones diversas -algunas exactas, y otras no- y se puede estudiarcon métodos puros, no empíricos. Sin la idea de la mente como espejo, no se habría abierto paso la noción del conocimiento como representación exacta.Sin esta última idea, no habría tenido sentido la estrategia común de Descartes y Kant -obtener representaciones más exactas inspeccionando, reparando ylimpiando el espejo, por así decirlo. Sin esta estrategia, habrían carecido desentido las afirmaciones más recientes de que la filosofía podría consistir en el“análisis conceptual” o en el “análisis fenomenológico” o en la “explicación delos significados” o en el examen de “la lógica de nuestro lenguaje” o de “la estructura de la actividad constituyente de la conciencia”. (20)

La teoría del conocimiento se inspira en el modelo de lo qué se -supone queocurre en el acto de visión. El objeto refracta la luz y es visto; si se tiene un nstrumento óptico pueden notar un cambio el ojo y la persona, pero no la cosavista. El objeto real es el objeto tan fijo en su distanciamiento- regio que es un rey para cualquier mente que pueda poner en él la mirada. El resultadoinevitable es una teoría espectadora del conocimiento. (John Dewey, The Quest for Certainty[Nueva York, 1960], pág. 23.) (45)

La metáfora del conocimiento de las verdades generales por medio de la interiorización de los universales, de la misma manera que el ojo corporalconoce los particulares interiorizando sus colores y formas individuales, tenía,desde el misma momento en que se presentó, fuerza suficiente paraconvertirse en el sustituto, entre los intelectuales, de la creencia de los campesinos en la vida entre las sombras. En formas diversas, que cubren lagama que va desde las nociones neoplatónicas del conocimiento en cuanto conexión directa con (emanación de, reflejo de) la divinidad, por una parte hasta las versiones de la abstracción inspiradas en el hilemorfismo másprosaico del neo-aristotelismo, por la otra, la respuesta de los filósofos occidentales a la pregunta “¿Por qué es singular el hombre?” ha sido duranteunos dos mil años: el alma en- cuanto inmaterial-por-ser-capaz-de-contemplar-los-universales. (47)

Nuestra Esencia de Vidrio no .era una doctrina filosófica, sino una imagen quelos hombres de letras veían presupuesta en todo lo que leían. Es de vidrio -parecida a un espejo- por dos razones. En primer lugar, adopta nuevas formassin cambiar -pero formas intelectuales, no formas sensibles como en el caso de los espejos materiales. En segundo lugar; los espejos están hechos de una sustancia que es más pura, de grano más fino, más sutil y más delicada que la mayoría. A diferencia del bazo, que, junto con otros órganos igualmente toscos y visibles, explicaba la mayor parte de nuestra conducta, nuestra Esencia de Vidrio es algo que tenemos en común con los ángeles, aun cuandoellos lloren por nuestra ignorancia de su naturaleza. El mundo sobrenatural,para los intelectuales del siglo XVI, reproducía el modelo del mundo de las Ideas de Platón, lo mismo que nuestro contacto con él estaba inspirado en elmodelo de su metáfora de la visión. (48)

La idea de que el alma tiene que estar hechade algún material especial de -grano fino para ser capaz de conocimiento seremonta a Anaxágoras. La antigüedad vaciló entre el nousen cuantototalmente incorpóreo y en cuanto hecho de alguna materia especial, muy pura. Estas vacilaciones -eran inevitables; dada la inimaginabilidad de lo no-espaciotemporal y la idea de que la- razón debía parecerse a las verdades: o formas no-espacio-temporales que comprende (cita12) (48)

Sugerir que no existen los universales -que son flatus vocis- es poner en peligro nuestro carácter único. Decir que la mente es el cerebro es dar a entender que segregamos teoremas y sinfonías de la misma manera que nuestro bazo segrega malos humores. Los filósofos profesionales evitan estas “imágenes toscas” porque tienen otras imágenes -consideradas menos toscas- que fueron elaboradas a finales del siglo XVII. Pero sigue en pie la sensación de que la naturaleza de la razón es un “problema permanente” y que todo el que dude de nuestra singularidad debería estudiar matemáticas. (49)

Richard Rorty, La filosofía y el espejo de la naturaleza, Cátedra, Madrid 5ª edición 2009

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