Naturalesa i sentit de la justícia.
Continuemos repasando algunas ideas o esquemas mentales que condicionan las
interacciones sociales que mantenemos con las personas que forman parte de
nuestro entorno social. Por ejemplo, uno de los más recurrente es la
afirmación de que los conflictos son una conducta antisocial, por lo que suelen
calificarse de indeseables sin matización alguna, como si debiéramos
apartarlos de la categoría de lo social. El primatólogo Frans de Waal, en una
serie de observaciones y registros sistemáticos, demostró que en muchas
ocasiones, dos individuos que se han peleado, tras reconciliarse, tienden a
cooperar y compartir más la comida de lo que hacían antes del conflicto. Estas
observaciones nos llevan a concluir que la relación sale reforzada de dicho
proceso. También encontró que los rivales, cuando se trata de miembros del mismo
grupo, se mantienen físicamente próximos el uno al otro después de los
enfrentamientos, favoreciendo así la reconciliación.
La conclusión es que no puede haber cooperación sin conflictos, ya que estos
cumplen una función social muy importante que no debemos olvidar. La razón es
que debido a que la vida en grupo conlleva muchas ventajas, pero muchos
inconvenientes también, deben existir mecanismos para evitar que las diferencias
de los intereses de los individuos acaben por disolverlo. Los conflictos son,
por lo tanto, uno de esos mecanismos que nos permiten limar asperezas y
continuar viviendo en sociedad. Desde este punto de vista, no son una categoría
aparte, sino un fenómeno que está perfectamente integrado en la dinámica grupal
y cumplen una función social muy importante.
Y es que en el fondo, existe una idea más o menos generalizada de
que la violencia ha sido uno de los motores fundamentales de la evolución
humana, como así se desprende de las imágenes de la película del
director Stanley Kubrick 2001: odisea al espacio. En este filme, una de
las escenas clave sugiere que el acontecimiento fundamental que nos convirtió en
humanos fue el descubrimiento de que los huesos también puede ser usados como
armas. Tampoco esto es cierto.
El altruismo, la ayuda y la cooperación han sido estrategias
igualmente empleadas en el curso de la evolución por una gran cantidad
de especies, incluida la humana. En varios experimentos de laboratorio
realizados por la Universidad de Duke con bonobos -una especie con la que compartimos aproximadamente
un 98% de los genes-, se le proporcionaba a un individuo varios pedazos de
frutas. Este, tenía la opción de comerlo todo él solo o abrir un compartimento
adyacente en el que se encontraba otro bonobo, con el que no había relación
alguna de parentesco. En las pruebas, el bonobo solía escoger la opción
solidaria y abría al compañero para compartir las frutas. De hecho, los
neurocientíficos han descubierto recientemente, que el altruismo activa los
centros de placer en el cerebro de las personas.
Por último, está la idea de que los humanos calculamos racionalmente
cada decisión que tomamos y optamos siempre por aquella que maximiza nuestras
ganancias. Esto es lo que nos dice la teoría de la elección racional
clásica. Una vez más, la investigación con primates contradice estos modelos de
pensamiento. Sara Brosnan y Frans de Waal, realizaron unos inteligentes
experimentos con monos capuchinos, en los que demostraron la existencia de una
protomoral o sentido del juego limpio en esta especie que contradice dicha
teoría. Tras varios entrenamientos en los que se enseñaba a pares de monos a
intercambiar fichas de plástico por bolas de pienso, introdujeron una condición
de injusticia. A uno de los dos, a cambio de la misma ficha, se le dio un
alimento más apetitoso, una uva. Al otro, se le seguía ofreciendo el pienso. El
perjudicado, tras observarlo, se negaba a aceptar la recompensa que sí había
aceptado con anterioridad. Por lo tanto, diferenciaba lo que es correcto e
incorrecto, como sucede con los humanos. Además, estos resultados probaron que
existe una tendencia a preferir quedarnos sin nada, antes que aceptar
condiciones que consideramos injustas. También nos inducen a pensar que nacemos
con cierta idea sobre lo que es justo y lo que no lo es, es decir, una moral
innata.
La importancia de cuestionarse estos modelos mentales residen en que
influyen de manera directa en cómo abordamos nuestras relaciones sociales y cómo
interpretamos las acciones de las personas que nos rodean. Desde la idea de que
la gente es mala, egoísta, o violenta por naturaleza no podemos relacionarnos de
una manera sana con otras personas. Si cada vez que interaccionamos con alguien
pensamos que este quiere aprovecharse de nosotros, la cooperación se dificulta y
es más complicado ser feliz. Por eso os animo a poneros otras lentes con las que
mirar al mundo. Comenzad a centrar la atención en otros aspectos que han sido
negados durante siglos, pero que ahora sabemos que forman parte de lo más
profundo de la naturaleza humana.
Pablo Herreros, Falsos modelos mentales sobre la naturaleza, El Huffington Post, 27/09/2012
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