La ciutadania biològica actual (Nikolas Rose).
Nikolas Rose publica en su libro Políticas de la vida. Biomedicina, poder y subjetividad en el siglo XXI ( Unipe, Editorial Universitaria, Buenos Aires, 2012) un artículo muy interesante que titula "Ciudadanos biológicos" y que está basada en sus estudios teóricos, pero con amplia base empírica, sobre biopolítica contemporánea. Es, como dice el autor, una nueva clase de ciudadanía que nace en las sociedades liberales avanzadas en la era de la biomedicina, la biotecnología y la genómica.
Responde, dice Rose, a una forma de ciudadanía que rompe los moldes nacionales. Para el autor, ya en los proyectos de ciudadanía que se van tejiendo en la modernidad desde el siglo XVIII hay unas consideraciones biológicas de fondo que moldearon lo que significa ser ciudadano. Porque desde estos planteamientosse entiende a algunos ciudadanos como reales, como potenciales, como problemáticos o como imposibles.
Todo esto se manifiesta en la fuerte influencia de las creencias eugenésicas del siglo XIX y XX. Los proyectos de ciudadanía incluyen términos biológicos referidos al sexo, a la raza y a la demografía, por citar unos ejemplos. Hubo ciertamente una concepciones de ciudadanía vinculadas a la eugenesia y a la higiene y la pureza racional. Pero la ciudadanía biológica actual de las sociedades liberales avanzadas se mueven en otros términos.
La ciudadanía biológica, es al mismo tiempo, individual y colectiva. Es individual en la medida en que se inscribe en el régimen del yo contemporáneo en la que el sujeto elige con al máxima información. Es la responsabilidad del individuo sobre su vida, sobre su cuerpo, a través de sus decisiones. Sujeto que es a la vez emprendedor y prudente, activo con respecto a su vida. pero es también colectivo, biosocializante, en la medida que crea comunidades que comparten un atributo biológico, por ejemplo una enfermedad. La ciudadanía biológica es una versión más general de la ciudadanía genética: un modo de entender las diferencias humanas, en especial las relacionadas con la salud, en términos de genética. La ciudadanía biológica ha adoptado, de todas maneras, formas diferentes según el contexto histórico que la configura. La noción de raza basada en los genes es muy diferente que la que parece en el siglo XVIII y XIX.
Incluso la noción moderna de nación se basa en supuestos biológicos.Las distinciones entre naciones y las diferencias de ciudadanía dentro de las naciones se sutentaban, en parte, en consideraciones genéticas. Las nociones de carácter, constitución, linaje degeneración y pureza eran la base d elas políticas eugenésicas del S.XX. Y muy anteriormente a la aparición del nazismo. Se trataba de una educación en la que se instaba a la población que fuera responsable de sus decisiones reproductivas.
¿Cual es la situación actual? La existencia de políticas de salud pública muestran que la educación biológica sigue siendo una prioridad nacional, aunque se complementa con otras fuerzas que promueven la reflexión sobre la corporralidad pasada, presente y futura del ciudadano. Aquí entre, por supuesto, el biovalor, es decir la explotación comercial de la cuestión, que es la biomédica. Los nuevos lenguaje biomédicos y biológicos constituyen nuevos modos de deliberaciones, estrategias y cálculos: TDH, depresión, enfermedades genéticas. La alfabetización genética también forma parte de una democractización de las decisiones: los ciudadanos se hacen responsables de su capital genético. Es el ciudadano biológico el que elige en función de sus cálculos y valores. Los recursos que se ponen frente al paciente, en los casos de los trastornos mentales y de comportamiento, son los medicamentos y las tecnologías del yo cognitivas-conductuales, cuya función es adapatativa y normalizadora. El problema es que la alfabetización supuestamente científica pasa sobre todo por una cultura de las marcas, producto de la manipulación de las empresas farmacéuticas a través de diferentes maneras de publicidad, que muchas veces pasan por la información de la enfermedad en los términos que les resultan rentables.
Todo esto produce ciudadanos biológicos activos, incluso activistas, como en el caso del S.I.D.A.. Es lo que podríamos llamar comunidades biosociales, que no siempre se fundan en la genética, como muestra el caso anteriormente citado. Las páginas web son un medio privilegiado para estas cuestiones.
Otro efecto de todo este proceso es el biovalor. En la tercera década del sgiglo XX la porpaganda nazi se centraba en los costos de las enfermedades genéticas para el Tercer Reich. Hoy se han convertido en un negocio, que crea posibilidades de beneficio para la alianza Estado-Gran capital.
Pero este biovalor queda asociado, en las democracias liberales avanzadas, a una ética. La empresa ha de mostrar un compromiso ético con los pacientes y generar confianza.
Con la ciudadanía biológica aparecen nuevas subjetividades, en estas democracias liberales avanzadas, con nuevas implicaciones éticas y políticas. El individuo ha de ser autónomo, prudente pero emprendedor. Ha de elegir todos los aspectos posibles de su vida, entre los cuáles el capital genético. Debe gestionar su salud y su enfermedad. Esta es la biopolítica neoliberal del ciudadano biológico contemporáneo. Forma parte del gobierno de las conductas a través del gobierno indirecto de las personas. Se gobiernan ellas mismas, pero todo está controlado, nada se aparta de la regulación estadística aceptable. Se trata, como ya nos explicó Foucault, de controlar las poblaciones más que los individuos. Las estadísticas marcan la normalidad buscada. El ciudadano biológico está autoevaluándose constantemente a nivel de salud. Reflexionar sobre la relación entre la verdad, el poder y el mercado que atraviesan nuestras vidas es la manera de constituirnos como ciudadanos biológicos críticos y no simplemente manipulados.
Luis Roca Jusmet, Nikolas Rose: ciudadanos biológicos, Materiales para pensar, 06/01/2015
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