La figura de l'emprenedor com a referent social.
El fomento del emprendimiento empresarial está siendo una política
común a varios de los gobiernos liberales del viejo continente, la cual
se suele concretar en incentivos fiscales, ayudas en la financiación,
etc. En este tipo de políticas el Estado español se ha convertido en uno
de los referentes debido al Real Decreto-ley aprobado el 22 de febrero
de 2013.
Esta ley tiene un bagaje ideológico importante, es decir, no incluye
medidas técnicas, tal y como suelen “venderse” las políticas económicas.
Tras ellas hay una concepción individualista de la sociedad en la que
se pretende fomentar el beneficio privado y en la que el Estado pretende
desentenderse de su intervención económica, es decir, eliminar
cualquier otro tipo de intervención para fomentar la reducción del
desempleo (por ejemplo, las políticas activas de empleo). Es conveniente
recordar que éste es sólo un punto de la hegemónica concepción
neoliberal de la sociedad y la economía, donde también caben ideas como
la superioridad de lo privado frente a lo público, la insostenibilidad
de los servicios públicos, etc.
La figura del emprendedor, como ideal al que debemos aspirar, se enmarca dentro del capitalismo popular,
promulgado en sus inicios por Margaret Thatcher y que se basa como ella
dijo en “una democracia de posesión de propiedad”. En dicho marco todos
y cada uno de nosotros podremos ser exitosos, en términos de
rentabilidad y de propiedad, ya que se promulga la idea de que los
logros únicamente dependen de nuestro talento y nuestro esfuerzo. En
este sentido, se trata también de fomentar a los trabajadores para que
liberen sus cualidades como individuos y así puedan ser más
independientes.
En nuestra opinión, hay varios problemas graves en basar la creación
de empleo en políticas de este tipo. Lo primero porque más que políticas
de creación de empleo son medidas que sugieren que cada uno se cree su
empleo y así el Estado, gustosamente por cierto, podrá eliminar parte de
su política económica. En segundo lugar, porque el desempleo existente,
casi el 25% de la población activa y más del 50% de desempleo juvenil,
no podrá ser absorbido con el emprendimiento.
Realmente ¿una sociedad se puede basar en emprendedores?, ¿es
suficiente con tener una idea de negocio para poder entrar al mercado a
competir? A nosotros nos parece importante hacer referencia a dos datos,
la tasa de asalarización y la mortalidad empresarial. Por un lado, es
importante recalcar que ninguna de las grandes economías tiene una
mayoría de ocupados no asalariados, o lo que es lo mismo, la mayoría de
las economías capitalistas se basan en grandes masas de asalariados que
venden su fuerza de trabajo. En el caso del Estado español, la tasa de
asalarización presenta niveles superiores al 80%, lo que significa que
de cada 10 ocupados en la economía española 8 son asalariados. En este
sentido, el planteamiento de que ese grupo de personas son asalariados
porque no innovan y quieren que se lo den todo hecho es reduccionista e
idealista. El sistema capitalista se basa en la apropiación de trabajo
impagado que se convierte en ganancia empresarial, lo que evidencia la
necesidad de grandes masas de asalariados. Por otro lado, para emprender
un negocio existen varias barreras discriminatorias como la posesión de
un capital inicial para poder comenzar una actividad económica por
cuenta propia o la propia competencia capitalista. En este sentido, son
muy interesantes los datos de mortalidad empresarial del INE
(gráfico 3.1) ya que evidencian como la mayor parte de las empresas
creadas terminan desapareciendo. Por ello, la mayor capacidad
competidora de las grandes empresas o el acceso a diferentes fuentes de
crédito son algunos factores que explican que la competencia capitalista
es una batalla desigual en la que unos pocos sobreviven mientras la
mayoría desaparecen.
Por último, hacemos un llamamiento a la reflexión sobre el intento de
situar al emprendedor como referente social ya que este hecho tiene
unas implicaciones sociales de gran calado debido a su intrínseca
exacerbación del individualismo y de la competencia, mientras se
destruyen otro tipo de relaciones basadas en la cooperación o en la
solidaridad. Aunque las políticas mencionadas dieran algún resultado
(esto es realmente improbable como hemos podido ver en los datos y como
podemos observar en la realidad actual dominada por grandes
multinacionales) debemos preguntarnos: ¿es ésta la sociedad que
realmente queremos?, ¿qué ocurrirá con las personas que no tengan el
“perfil” de un inversor competitivo? Estas preguntas son importantes ya
que el hecho de que cada individuo se busque de forma independiente su
sustento de vida será la base de nuestra sociedad y de ello se derivará
una sociedad aún más competitiva y desigual.
Por ello, debemos aprovechar esta crisis no sólo para plantearnos la
solución a problemas urgentes y coyunturales, sino para replantearnos
qué tipo de relaciones económicas y sociales deseamos. En definitiva, en
qué modelo de sociedad queremos vivir.
Alfredo del Río y Leandro Martínez, ¿Sociedad de emprendedores?, Público, 25/04/2013
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