El soroll total.

Vivimos, como es sabido, en una sociedad en la que el exhibicionismo público de nuestra vida privada se ha convertido en su principal seña de identidad. Hasta el punto de que ya no es apenas posible refugiarse en lo íntimo. El problema no es la falta de transparencia sino su exceso, el “ruido total” (D. Foster Wallace). O, como dice James Gleick (The Information), “cuando la información es barata, la atención es cara”. Hay una sobrecarga de información, pero por eso mismo, una ausencia de sentido, un desorden en los significados de las cosas, que se ha trasladado también a lo político. Cuanto más sabemos, menor parece nuestra capacidad para ordenarlo, para dotarlo de coherencia, para canalizar los flujos de información y transformarlos en verdadero conocimiento.

Fernando Vallespín, Maniobras en la oscuridad, El País, 12/04/2013

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