El repte més gran: convertir-nos en superhomes.
Hay que distinguir primero entre asistentes inteligentes e inteligencia artificial. En este momento, la mayoría de las aplicaciones que calificamos de inteligencia artificial son sólo asistentes inteligentes que aumentan y sirven a los humanos, como Google Maps, Google Lens, Alexa... Puede que tengan un lenguaje avanzado y capacidad para el reconocimiento de imágenes, basados en aprendizajes profundos, pero claramente no son inteligentes. El coche autónomo tiene una inteligencia bastante menor, pero es poderoso en sus dominios, aunque no pueda comprender a un niño de dos años o jugar al ajedrez.
Cuando las máquinas tengan añadidas otras piezas inteligentes y se expandan, cuando sean socialmente inteligentes, entiendan las emociones y se conecten unas con otras, entonces, rápidamente serán infinitamente inteligentes, lo que supone un riesgo para los seres humanos. La inteligencia artificial es asombrosa y bastante disruptiva ya, sobre todo en el entorno laboral, pero a medida que nos acerquemos a la inteligencia artificial general (IAG), mayor necesidad tendremos de guías éticas y de seguridad, y de regulaciones similares a los tratados de proliferación nuclear.
Necesitamos definir qué queremos ser y no qué podemos ser. Los beneficios de la inteligencia artificial son muchos: resolver problemas energéticos, de desalinización del agua, alimentarios... La inteligencia artificial hace que todo sea más rápido, más eficiente y más fácil para los humanos pero, en compensación, las consecuencias o efectos colaterales aumentan.
El mayor reto al que se ha enfrentado la humanidad hasta ahora es la posibilidad de convertirse en un superhombre, casi un dios, esto no tiene precedentes.
Rebeca Yanke, entrevista a Gerd Leonhard: "Debemos proteger los atributos humanos, como los errores, los misterios y las ineficiencias", el mundo.es
Comentaris