Internet i la condició post-lletrada.
Desde
siempre hemos asumido que para transmitir informaciones complejas,
situaciones controvertidas o pensamientos elaborados el emisor
necesitaba tiempo para la exposición y espacio para el desarrollo. El
receptor, por su parte, requería una concentración exclusiva sin
elementos ajenos que le dispersaran. Todas esas condiciones están
desapareciendo en el tiempo que nos toca vivir: predominio audiovisual,
espectacularidad en la comunicación, revolución tecnológica,
sobresaturación informativa, todo ello está terminando con los
requisitos necesarios para que una información mínimamente reflexiva
pueda difundirse y comprenderse.
A lo largo de las siguientes páginas intentaremos mostrar que estamos
demasiado ocupados, distraídos o abrumados por toda la información que
nos llega para darnos cuenta de la forma superficial y jibarizada que
ahora adopta esta información y el modo en que opera en nuestra manera
de consumirla e interiorizarla. Un modo que en la gran mayoría de las
mentes de los consumidores destierra la profundización en los asuntos,
la capacidad autónoma de reflexión, la elaboración independiente de
conclusiones y el análisis crítico de los acontecimientos.
Sería una ingenuidad pensar que las nuevas tecnologías y los formatos
informativos en expansión no están cambiando nuestra forma de incorporar
la información y que, del mismo modo, esta nueva forma rea troali menta a su vez estos formatos. Internet ha sido fundament al en ello. El escritor Santiago Alba señala que “no sabemos aún qué son exactamente las nuev as tecnologías ni qué nueva mente están engendrando.
No sabemos si internet es una técnica como la escritura, una herramienta como la imprenta, un nuevo continente como América o un ór
gano como nuestro riñón derecho. Probablemente es todo eso al mismo
tiempo. Lo que sí podemos decir es que nos introduce —nos está
introduciendo ya— en una condición posletrada; en una condición en la
que lo decisivo, como nuevo marco de percepción, no es ya la letra pública ni, como a menudo se cree, el 'dígito' oculto sino 'la pantalla' encendida” 1 . Nicollas Carr, a utor del libro Superficiales ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes ?, considera que, al igual que el invento del reloj de bolsillo supuso una revolución y una nueva forma de interpretar el m
undo de un modo matemáticamente mensurable, las “tecnologías
intelectuales” como internet “ejercen el poder más grande y duradero
sobre qué y cómo pensamos”. Es indiscutible que las “tecnologías
intelectuales” alteran nuestra forma de hablar y escuchar o de leer y
escribir. Pueden ampliar o comprimir nuestro vocabulario, modificar las
normas de dicción o el orden de las palabras, fomentar que la sintaxis
sea más sencilla o más compleja. 2
En consecuencia terminan condicionando los mensajes que emiten los
medios de comunicación y, por tanto, el grado de conocimiento que el
ciudadano posee de lo que sucede en el mundo y su interpretación de esos
acontecimientos.
Nuestros nuevos formatos y tecnologías de la información están
influyendo de forma decisiva en las nuevas generaciones. No se deja de
repetir que la juventud de hoy está mejor formada que las anteriores.
Hoy un joven de 15 años, se dice, sabe más física que Newton y más
filosofía que Aristóteles.
El doctor en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad
Complutense de Madrid Marcos Roitman reconoce que el conocimiento avanza
y es acumulativo, pero duda mucho de que esos jóvenes tengan la misma
capacidad de razonamiento que nuestros clásicos. En su opinión es una
aberración pensar que “tener acceso a Internet, y no todos, gozar de
teléfono móvil, Twitter y participar de redes, supone estar mejor
formado” 3
. Roitman recuerda que en una reciente encuesta realizada en la
facultad de biología de la Universidad Complutense, el 76,8% de los
estudiantes de cuarto y quinto curso reconocieron no haber leído a
Charles Darwin. Y por su experiencia, los futuros graduados en Ciencias
Políticas y Sociología no conocen a Mills, Sorokin, Adorno, Aron,
Marcuse o Popper, y menos aún han leído a los clásicos, a lo más
resúmenes de Marx, Weber o Durkheim. Desconocen corrientes y escuelas de
pensamiento. No saben citar bibliografía o situar países en el mapa.
Los errores gramaticales y ortográficos son mayúsculos. Esto se produce
porque “hoy el sistema educativo en el neoliberalismo es un cascarón
vacío. No prepara ciudadanos, no forma para ser mejores personas, sólo
le interesa tener mayor control sobre la población y entre más
ignorantes mejor”. Y es que sólo desde un análisis del modelo económico
actual y de unos determinados valores inculcados se puede entender
nuestro sistema comunicacional.
Como señala el sociólogo Vicente Verdú, “internet, las redes sociales,
Twitter o Facebook han logrado tanto éxito porque han venido a brotar en
un momento en que existía una fuerte demanda de comunicación. Pero no
ya de una comunicación a la vieja usanza, en la que se comprometía mucho
el yo, sino una comunicación efímera y fragmentaria, cambiante y
removible a la manera en que la cultura de consumo ha enseñado a
adquirir” 4
. Vivimos tiempos en que la imagen ha ganado mucho terreno a la
imaginación, y no digamos ya a la escritura. Del mismo modo, la emoción
ha robado prestigio a la reflexión. En ambos casos, señala también
Verdú, la instantaneidad ha vencido al proceso y el suceso puro a su
explicación. De hecho, todos los medios son ya instantáneos,
sensacionalistas, emotivos y superficiales. Y todo lo que no cumple esas
condiciones es apartado de la agenda.
Que nadie piense que esta obra tiene como objetivo embestir contra
nuevos soportes, formatos, lenguajes y formas de comunicación. Muchos de
ellos llegaron para quedarse, o, mejor dicho, forman parte de un
proceso imparable, porque a la velocidad que circulamos parece que nada
puede quedarse durante mucho tiempo. Nuestro objetivo es sencillamente
advertir de algunos peligros e intentar influir en la aceptación pasiva y
sumisa que mucha de esta nueva tecnología, con sus correspondientes
formatos, está provocando en la ciudadanía. No se trata tampoco de un
fenómeno reciente, a lo largo de nuestras páginas encontraremos autores y
referencias que desde hace décadas están intentando prevenirnos del
fenómeno.
Existe, en nuestra opinión, otro agravante. Y es que las nuevas
tecnologías e internet han llegado a la ciudadanía con una aureola de
democratización, participación e igualitarismo que conllevó una
fascinación progresista unida a la ya de por sí inherente de la
tecnológica. No solamente se trataba de aparatitos, formatos y soportes
fascinantes tecnológicamente -como toda tecnología innovadora-, sino que
además resultaban -en tanto que igualitarios y baratos- libertadores en
la medida en que parecía que rompían el monopolio de la difusión de los
grandes grupos de comunicación y las grandes empresas. No se podía
pedir más. No negaremos que parte de todo esto es verdad, pero no basta
con esa conclusión, existen muchos más elementos en torno a las nuevas
tecnologías ante los que debemos estar alertados y preparados; y es
necesario poner en tela de juicio ese mito progresista respecto al nuevo
fenómeno comunicacional.
Pascual Serrano, Cómo la tecnología ha cambiado nuestras mentes, el diario.es, 08/03/2013
1Alba Rico, Santiago. “Socialismo y tecnología”. La Jiribilla, julio 2012 http://www.lajiribilla.cu/2012/n582_06/582_23.html
2 Carr, Nicollas Carr, Superficiales ¿Qué está haciendo internet con nuestras mentes? , Taurus, Madrid, 2012
3 Roitman Rosenmann, Marcos. “El mito de la juventud mejor preparada”. La Jornada , 14-7-2012 http://www.jornada.unam.mx/2012/07/14/opinion/022a1mun
4Verdú, Vicente. “El personismo”. 23-5-2012 http://www.elboomeran.com/blog-post/11/12250/vicente-verdu/el-personismo/
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