Què pinta la filosofia en l'educació pública?
¿Qué pinta la
Filosofía en la educación pública de los niños y adolescentes de
una sociedad democrática? Eso depende de lo que haya que entender
por ‘Democracia’, ‘Educación’ y ‘Filosofía’. Y por ahí
deberíamos empezar. Pero para contestar estas preguntas (qué es
Filosofía, qué es Educación, qué es Democracia) hay ya que hacer
filosofía, y no se pueden contestar propiamente de otra manera, como
argumentaré después. De donde se seguirá que los ciudadanos que no
tengan una mínima educación filosófica (la hayan adquirido como la hayan
adquirido) no podrán hacerse competentemente la pregunta de qué
pinta la filosofía en la educación de un país democrático.
Tampoco podrán hacerse competentemente la pregunta de por qué habría que preferir
vivir en democracia, o por qué y en qué habría que educar a los
ciudadanos. Todas esas cuestiones son primera y propiamente
filosóficas, y solo lateral e impropiamente pueden ser tratadas por
cualquier otro ámbito del conocimiento. Si, pues, la Filosofía no
fuese parte de lo que todo ciudadano recibe como educación básica,
el Estado no garantizaría que todo ciudadano tenga desarrollada la
habilidad para reflexionar críticamente y argumentar sobre su misma
condición de ciudadano. De tenerla uno (y dando por supuesto que no
se nace con ella plenamente actualizada, sino que necesita
educación), sería algo que ese individuo habría desenvuelto “por
casualidad” política (como uno sabe, “por casualidad”
política, construir barcos con palillos o esquiar). Es dudoso que se
pueda llamar democrática a una sociedad que no garantice cuanto
pueda que los ciudadanos estén educados para la reflexión acerca de
su propia cualidad de tales, porque precisamente la Democracia es,
presuntamente, el sistema político en que la legitimidad emana de
los ciudadanos. Y es más dudoso todavía que el Estado, por una
parte tenga, como suponemos que tiene, la “obligación” de
“educar” o instruir a los ciudadanos en la adquisición de
habilidades técnicas (que le permitan desenvolverse laboral y
económicamente) y quizás también, como reclaman algunos con mucha
razón, en el conocimiento positivo de la ley vigente (que le
garantice desenvolverse, en cuanto esté en su mano, con la mayor
seguridad jurídica), y, sin embargo, no tenga una obligación
superior a educarles en la habilidad reflexiva que los hace
propiamente ciudadanos.
Juan Antonio Negrete, ¿Qué pinta la Filosofía en la Educación de una Democracia?, dialéctica y analogía, 08/11/2012
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