Ryley: "el dogma del Fantasma en la Màquina".
La doctrina oficial
Existe una doctrina sobre la naturaleza y localización de lo mental que
prevalece tanto entre los teóricos y aun entre los legos que merece ser
considerada la doctrina oficial. La mayoría de los filósofos, psicólogos
y religiosos aceptan, con algunas reservas, sus tesis básicas y, aunque
les reconocen dificultades teóricas, suponen que ellas pueden ser
superadas sin que la arquitectura de la teoría cambie. Se sostendrá aquí
que los principios centrales de la doctrina son incorrectos y se
contradicen con lo que sabemos acerca de la mente cuando no especulamos
sobre ella.
La doctrina oficial, que procede principalmente de Descartes, sostiene
que, excepto en el caso de los idiotas y de los recién nacidos, todo ser
humano tiene un cuerpo y una mente. Algunos preferirán decir que todo
ser humano es un cuerpo y una mente. El cuerpo y la mente están unidos,
pero después de la muerte del cuerpo la mente puede continuar existiendo
y funcionando.
El cuerpo humano está en el espacio, sujeto a las leyes mecánicas que
gobiernan a todos los cuerpos espaciales, y sus procesos y estados
pueden ser controlados por observadores externos. De este modo, la vida
corporal es algo público, como lo es la vida de los animales y reptiles y
aun el desarrollo de los árboles, cristales minerales y planetas.
Pero la mente no se encuentra en el espacio ni sus funciones están
sujetas a leyes mecánicas. Las operaciones de la mente no son
observables y su desarrollo es privado. Sólo yo puedo tener conocimiento
directo de los estados y procesos de mi propia mente. En consecuencia,
toda persona vive dos historias paralelas: una está formada por lo que
le acaece a su cuerpo y la otra por lo que le acaece a su mente. La
primera es pública; la segunda, privada. Los eventos que forman la
primera historia pertenecen al mundo físico; los de la segunda, al mundo
mental.
Se ha discutido si toda persona puede aprehender directamente todos o
sólo algunos de los episodios de su propia historia privada, pero, de
acuerdo con la doctrina oficial, es seguro que tiene un conocimiento
directo e indiscutible de algunos de ellos. Por medio de la conciencia,
autoconciencia e introspección, se informa directa y auténticamente
acerca de los estados y operaciones de su mente. Podrá sentirse más o
menos insegura respecto de episodios del mundo físico simultáneos o
adyacentes, pero nunca de lo que ocupa su mente en un momento dado.
Se acostumbra expresar esta bifurcación en dos vidas y dos mundos,
diciendo que las cosas y eventos que pertenecen al mundo físico,
incluyendo el propio cuerpo, son externos, mientras que las operaciones
de la propia mente son internas. Esta antítesis entre lo interno y lo
externo es ofrecida, por supuesto, como una metáfora, dado que al no
estar las mentes en el espacio mal podrían estar dentro de algo ni
tampoco contener nada en ellas. Pero, a menudo, esto se olvida y es así
como encontramos a algunos teóricos especulando cómo es que estímulos
cuyas fuentes físicas se hallan a centímetros o a metros de la piel de
una persona pueden llegar a generar reacciones mentales dentro de su
cráneo o cómo es que decisiones originadas dentro de ella pueden
producir movimientos en sus extremidades.
Aun cuando "interno" y "externo" se entiendan como metáforas, explicar
cómo es que la mente y el cuerpo de una persona se influyen mutuamente
presenta notorias dificultades teóricas. Lo que la mente desea es
ejecutado por las piernas, los brazos y la lengua. Lo que afecta el oído
y el ojo tiene relación con lo que la mente percibe. Gestos y sonrisas
traicionan nuestros pensamientos y los castigos corporales consiguen —se
supone— el perfeccionamiento moral. Pero las conexiones efectivas entre
los episodios de la historia privada y los de la historia pública
siguen tan misteriosas como antes porque, por definición, no pertenecen a
ninguna de las dos series. No podrían ser incluidas ni en la
autobiografía de la vida interna de una persona ni en la biografía que
relatara su vida pública. No pueden ser observadas ni por vía
introspectiva ni en experimentos de laboratorio. Constituyen un problema
teórico que los fisiólogos pasan a los psicólogos y que éstos devuelven
a aquéllos.
Por debajo de esta presentación metafórica que bifurca la vida de una
persona, pareciera existir una suposición más profunda y de carácter
filosófico. Se presume que hay dos tipos diferentes de existencia. Lo
que existe o acaece puede tener el status de la existencia física o bien
el status de la existencia mental. Así como las faces de una moneda son
cara o cruz o los seres vivos son varones o mujeres, se supone que hay
un tipo de existencia física y un tipo de existencia mental. Estar en el
espacio y en el tiempo es una característica necesaria de lo que posee
existencia física y estar en el tiempo, pero no en el espacio, es una
característica necesaria de lo que posee existencia mental. Aquello que
tiene existencia física está compuesto de materia o es resultado de
ella. Lo que tiene existencia mental posee conciencia (consciousness) o bien es una función de ella.
Se da así una oposición entre mente y materia que, a menudo, se describe
de la siguiente manera. Los objetos materiales se encuentran ubicados
en un campo común, el "espacio", y lo que acaece a un cuerpo está
conectado mecánicamente con lo que les sucede a otros cuerpos ubicados
en otras partes del espacio. Pero los hechos mentales acaecen en ámbitos
aislados, las "mentes", y no existe conexión causal directa entre lo
que le sucede a una mente y lo que le pasa a otra, con excepción, quizá,
de la telepatía. La mente de una persona puede afectar la mente de otra
únicamente a través del mundo físico. La mente es su propio espacio y
cada uno de nosotros vive la vida de un fantasmal Robinson Crusoe.
Podemos vernos, oírnos y empujarnos los unos a los otros, pero somos
irremediablemente ciegos, sordos e inoperantes con respecto a la mente
de los demás.
¿Qué tipo de conocimiento puede obtenerse de las operaciones de una
mente? De acuerdo con la doctrina oficial, toda persona tiene un
conocimiento inmejorable de dichas operaciones. Los estados y procesos
mentales son (o lo son normalmente) estados y procesos conscientes que
no engendran ilusiones ni dan lugar a dudas. Los pensamientos,
sentimientos y deseos de una persona, sus percepciones, recuerdos e
imágenes son intrínsecamente "fosforescentes"; su existencia y
naturaleza son reveladas inevitablemente a su dueño. La vida interior es
una corriente de conciencia de tal tipo que seria absurdo pretender que
la mente —cuya vida es una corriente— pudiera ignorar lo que le está
pasando.
Es cierto que Freud ha aportado recientemente elementos que parecen
mostrar que hay canales tributarios a dicha corriente que permanecen
ocultos a su dueño. Hay quien actúa guiado por impulsos cuya existencia
niega insistentemente: algunos de sus pensamientos difieren de los que
está dispuesto a aceptar y algunas de las acciones que cree que desea
realizar no son deseadas efectivamente. Es absorbido por su propia
hipocresía e ignora a la perfección hechos de su vida mental que, de
acuerdo con la doctrina oficial, deberían serle evidentes. Los
sostenedores de esta doctrina argumentan que, de cualquier manera, en
circunstancias normales, toda persona puede aprehender directa y
auténticamente el estado y operaciones de su propia mente.
Además de otorgarse a toda persona la posesión de estos datos inmediatos
de la conciencia, también se supone que es capaz de ejercitar de tiempo
en tiempo un tipo especial de percepción: la interna o introspección.
Toda persona puede echar una "mirada" (no óptica) a lo que está pasando
en su mente. No sólo puede mirar y escudriñar una flor mediante el
sentido de la vista y escuchar y discriminar las notas de una campana
mediante el sentido del oído; también puede, reflexiva o
introspectivamente, observar los episodios corrientes de su vida interna
sin el concurso de órganos corporales de los sentidos. También se
supone comúnmente que esta autoobservación es inmune a la ilusión,
confusión o duda. Los informes de una mente acerca de sus propios
estados tienen una certidumbre superior a la mayor que puedan poseer los
informes referentes a cuestiones del mundo físico. Las percepciones
sensoriales pueden ser erróneas o confusas, pero la autoconciencia e
introspección no.
Por otro lado, ninguna persona puede tener acceso directo a los eventos
de cualquier tipo que pertenecen a la vida interna de otra. No puede
hacer más que inferencias problemáticas del comportamiento realizado por
el cuerpo de ésta a los estados mentales que, por analogía con su
propia conducta, supone que son indicados por dicho comportamiento. El
acceso directo a las operaciones de una mente es un privilegio de ella; a
falta de tal acceso privilegiado las operaciones de una mente están
inevitablemente ocultas a los demás, porque las supuestas inferencias
que van de los movimientos corporales similares a los de uno a las
operaciones mentales similares a las propias no pueden ser corroboradas
por la observación. Por tal motivo, no es extraño que todo defensor de
la teoría oficial encuentre difícil evitar esta consecuencia de su
premisa: que no tiene buenas razones para pensar que existen otras
mentes además de la suya. Aunque prefiera creer que mentes similares a
la propia están unidas a los demás cuerpos humanos, no puede pretender
estar en condiciones adecuadas para descubrir sus características
individuales o lo que hacen y padecen. La soledad absoluta es el destino
inevitable del alma. Solamente nuestros cuerpos se pueden encontrar.
Como un corolario necesario de este esquema general, se prescribe,
implícitamente, una manera especial de construir nuestros conceptos
comunes referentes a facultades y operaciones mentales. Los verbos,
sustantivos y adjetivos con los que en nuestra vida cotidiana
describimos las agudezas, modalidades de carácter y comportamiento de
aquellos a quienes tratamos, son entendidos como haciendo referencia a
episodios que acaecen en sus historias secretas o bien como significando
disposiciones que hacen que tales episodios acaezcan. Cuando se dice
que alguien está conociendo, creyendo o suponiendo algo, esperando,
temiendo, pretendiendo o evitando algo, proyectando esto o
entreteniéndose con aquello, se supone que estos verbos denotan el
acaecimiento de modificaciones específicas en lo que, para nosotros, es
la corriente oculta de su conciencia. Únicamente su acceso privilegiado a
esta corriente, la aprehensión directa o introspección, podría producir
el testimonio auténtico de que esos verbos sobre la conducta mental son
aplicados correcta o incorrectamente. El espectador, sea maestro,
crítico, biógrafo o amigo, nunca puede estar seguro de que sus
afirmaciones tengan algún grado de verdad. Sin embargo, debido a que —de
hecho— todos sabemos cómo formular tales afirmaciones, en general
apropiadas, y cómo corregirlas cuando resultan confusas o erróneas, los
filósofos se vieron en la necesidad de construir sus teorías sobre la
naturaleza y localización de las mentes. Cayendo en cuenta de que los
conceptos referentes al comportamiento y a lo mental se usan con
regularidad y efectividad, buscaron determinar su geografía lógica. Pero
la que se recomienda oficialmente implica que no podría existir un uso
regular y efectivo de esos conceptos en nuestras descripciones y
prescripciones referidas a las otras mentes.
Lo absurdo de la doctrina oficial
Tal es, en síntesis, la doctrina oficial. Me referiré a ella, a menudo,
con deliberado sentido peyorativo, como "el dogma del Fantasma en la
Máquina ", que espero poder probar como enteramente falso, y no sólo en
parte sino en principio. No es, meramente, un conjunto de errores. Es un
gran error y un error de tipo particular: un error categorial. Presenta
los hechos de la vida mental como si pertenecieran a un tipo o
categoría lógica (o conjunto de tipos o categorías) cuando en realidad
pertenecen a otra. En consecuencia, el dogma es un mito filosófico. Al
tratar de destruir este mito probablemente se considere que estoy
negando hechos conocidos de la vida mental de los seres humanos y mi
pretensión de que no hago más que rectificar la lógica de los conceptos
referentes a la conducta mental probablemente sea rechazada como mero
subterfugio.
En primer lugar indicaré, con una serie de ejemplos, lo que significa la frase "error categorial".
A un extranjero que visita Oxford o Cambridge por primera vez, se le muestran los colleges,
bibliotecas, campos de deportes, museos, departamentos científicos y
oficinas administrativas. Pero luego pregunta: "¿Dónde está la
Universidad? He visto dónde viven los miembros de los colleges, dónde trabaja el Registrador (Registrar),
dónde hacen experimentos los científicos, pero aún no he visto la
Universidad donde residen y trabajan sus miembros". Se le tiene que
explicar, entonces, que la Universidad no es otra institución paralela o
una especie de contrapartida de los colleges, laboratorios y
oficinas. La Universidad es la manera en que todo lo que ha visto se
encuentra organizado. Cuando se ven sus edificios y se comprende su
coordinación, puede decirse que se ha visto la Universidad. Su error
parte de la inocente suposición de que es correcto hablar de la Christ Church , la Bodleian Library , el Ashmolean Museum
y de la Univer sidad, como si " la Universidad " hiciera referencia a
un miembro adicional de la clase de la que son miembros los otros
elementos. Erróneamente se ha asignado a la Universidad la misma
categoría a la que pertenecen aquéllos.
El mismo error lo cometería el niño que observa el paso de una división y
que luego de señalársele los batallones, baterías, escuadrones, etc.,
preguntara cuándo va a desfilar la división, suponiendo que ésta es una
contrapartida de las unidades que ha visto, en parte similar y en parte
diferente de ella. Se le mostraría su error diciendo que al ver pasar
los batallones, baterías y escuadrones estaba viendo desfilar la
división. El desfile no era efectuado por batallones, baterías,
escuadrones y una división, sino por los batallones, baterías y escuadrones de una división.
Un ejemplo más. Un extranjero ve por primera vez un partido de fútbol.
Aprende cuál es la función de los arqueros, los defensores, los
delanteros y del arbitro y pregunta: "¿No hay nadie en el campo de juego
que tenga como función contribuir a la conciencia de equipo? Veo quién
ataja, quién defiende y quién ataca, pero no veo a nadie a quien
corresponda ejercitar el sprit de corps". Nuevamente habría que
explicar que está buscando lo que no corresponde. La conciencia de
equipo no es una parte del fútbol complementaria de las otras; es, en
términos generales, el empeño con que se lleva a cabo cada una de esas
funciones, y llevar a cabo una tarea empeñosamente no es ejecutar varias
tareas. Por cierto que mostrar la conciencia de equipo no es lo mismo
que atajar, o patear, pero tampoco es algo distinto, tal que se pueda
decir que el arquero primero ataja y luego muestra conciencia de equipo o
que un centro-forward está, en determinado momento, o bien pateando o
bien mostrando conciencia de equipo.
Estos ejemplos de errores categoriales tienen una característica común
que debe señalarse. Los errores fueron cometidos por personas que no
sabían cómo emplear los conceptos universidad, división y conciencia de equipo. Su perplejidad nace de su incapacidad para usar determinadas palabras.
Los errores categoriales teóricamente interesantes son los cometidos por
personas capaces de usar conceptos, por lo menos en situaciones que les
son familiares, pero que, sin embargo, pueden asignar dichos conceptos a
tipos 'lógicos distintos de aquellos a los que pertenecen. Un ejemplo
de error de esta clase sería el siguiente. Un estudiante de ciencias
políticas aprende cuáles son las diferencias entre las Constituciones
británica, francesa y americana. También, cuáles son las diferencias y
relaciones entre el Gabinete, el Parlamento, los Ministerios, los Jueces
y la Iglesia de Inglaterra. Pero se siente desconcertado cuando se le
pregunta por las relaciones entre la Iglesia, el Ministerio del Interior
y la Constitución Inglesa, porque mientras que las dos primeras son
instituciones, la última no lo es, en el mismo sentido de la palabra; de
modo tal que las relaciones que se afirman o niegan entre la Iglesia y
el Ministerio no pueden ser afirmadas o negadas de cualquiera de ellas y
de la Constitución Inglesa. " La Constitución Inglesa " no tiene el
mismo tipo lógico que "Ministerio del Interior" e "Iglesia de
Inglaterra". De manera similiar Juan Pérez puede ser pariente, amigo o
enemigo de José González, pero no puede serlo del contribuyente medio.
En cierto tipo de discusiones, Juan Pérez puede hablar con sentido del
contribuyente medio, pero se desconcertará cuando tenga que explicar por
qué no lo encuentra en la calle, como suele encontrar a José González.
Es importante observar que, mientras el estudiante de ciencias políticas
continúe creyendo que la Constitución Inglesa es una contrapartida de
otras instituciones, tenderá a describirla como a una institución
misteriosamente oculta. En tanto que Juan Pérez siga creyendo que el
contribuyente medio es un ciudadano más, se inclinará a pensar que es un
ser inmaterial, un fantasma que está en todos lados y en ninguno. El
propósito destructivo que persigo con estas consideraciones es mostrar
que la teoría de la doble vida tiene origen en un conjunto de profundos
errores categoriales. La respresentación de una persona como si fuera un
fantasma misteriosamente oculto en una máquina deriva de este hecho.
Debido a que el pensamiento, el sentimiento y los actos de una persona
no pueden describirse únicamente con el lenguaje de la física, de la
química y de la fisiología, se supone que deben ser descriptos en
términos análogos. Como el cuerpo humano es una unidad compleja
organizada, la mente humana también debe ser una unidad compleja
organizada, aunque constituida por elementos y estructura diferentes.
Como el cuerpo humano, al igual que cualquier otro trozo de materia,
está sujeto a causas y efectos, también la mente debe estar sujeta a
causas y efectos, pero (Dios sea loado) de tipo no-mecánico.
El porqué del error categorial
Una de las causas que produjeron el error categorial cartesiano, que
todavía tengo que probar que ha sido tal, es la siguiente. Cuando
Galileo mostró que su método de investigación científica era apto para
proporcionar una teoría mecánica aplicable a todo cuerpo espacial,
Descartes se encontró en una situación conflictual. Como hombre de
ciencia no podía dejar de apoyar las pretensiones de la mecánica, pero
como hombre religioso y de convicciones morales no podía aceptar —como
decía Hobbes— la consecuencia de que la naturaleza humana difiere de la
de un reloj únicamente en grado de complejidad. Lo mental no podía ser
una mera variedad de lo mecánico.
Erróneamente, Descartes y otros filósofos optaron por la siguiente
escapatoria. Como el vocabulario acerca de lo mental no puede
interpretarse significando el acaecimiento de procesos mecánicos,
debemos entenderlo significando el acaecimiento de procesos
no-mecánicos. Dado que las leyes mecánicas explican movimientos en el
espacio como efectos de otros movimientos en el espacio, las leyes de lo
mental deben explicar las operaciones no espaciales de la mente como
efecto de otras operaciones no espaciales. La diferencia entre el
comportamiento humano que caracterizamos de inteligente y el que
describimos como mecánico, es de causación. Mientras que algunos
movimientos de la lengua y de los miembros humanos son efectos de causas
mecánicas, el resto debe ser efecto de causas no-mecánicas. Algunos se
originan en movimientos de partículas materiales, mientras que otros
tienen su principio en operaciones mentales.
De esta manera, las diferencias entre lo físico y lo mental fueron
representadas como diferencias existentes dentro del marco común de las
categorías de "cosa", "atributo", "estado", "cambio", "causa" y
"efecto". Las mentes son cosas, aunque de un tipo distinto de los
cuerpos. Los procesos mentales son causas y efectos, pero de tipo
diferente al de las causas y efectos de los movimientos corporales. De
la misma manera que nuestro visitante esperaba que la Universidad fuera
un edificio más, aunque un poco diferente del de un college, los
que repudiaron el mecanicismo representaron las mentes como centros de
procesos causales parecidos a las máquinas pero, al mismo tiempo,
considerablemente distintos de ellas. Su teoría fue una hipótesis
para-mecánica.
Que este supuesto estaba en la base misma de la doctrina lo demuestra el
hecho de que, desde el comienzo, se comprendió que llegar a explicar
cómo pueden las mentes influir y ser influidas por los cuerpos,
constituye una importante dificultad teórica. ¿Cómo es que un proceso
mental, como querer algo, puede causar movimientos de la lengua? ¿Cómo
es que un cambio físico en el nervio óptico puede producir, entre otros
efectos, la percepción de un destello luminoso? El problema muestra, por
sí mismo, el molde lógico en el que Descartes volcó su teoría de la
mente. Es el mismo en el que él y Galileo conformaron sus teorías
mecánicas. Y aunque adhirió, sin quererlo, al lenguaje de la mecánica,
trató de evitar el desastre consiguiente describiendo la mente con un
vocabulario puramente negativo. Las operaciones mentales tuvieron que
ser descritas negando las características atribuidas a los cuerpos: no
están en el espacio, no son movimientos, no son modificaciones de la
materia, no son accesibles a la observación pública. Las mentes no son
trozos de un mecanismo de relojería. Son, simplemente, trozos de un
no-mecanismo.
Representada de esta manera, la mente humana es un fantasma dentro del
cuerpo humano, el que —sin embargo— no es una máquina común debido a que
algunas de sus operaciones son regidas por esta otra máquina,
invisible, inaudible y que obedece a leyes desconocidas por los
ingenieros, que existe en él. Nada se sabe, además, sobre la manera en
que gobierna a la máquina corporal.
Otro punto decisivo de la doctrina tiene consecuencias similares. Puesto
que, de acuerdo con ella, la mente pertenece a la misma categoría que
los cuerpos, y éstos están regidos por leyes mecánicas estrictas, se
sigue que, de modo similar, está regida por leyes no-mecánicas. El mundo
físico es un sistema determinista y, por eso, el mundo mental también
tiene que serlo. Los cuerpos no pueden evitar las modificaciones que
experimentan y tampoco la mente puede variar el curso que le está
prefijado. Responsabilidad, elección, mérito y demérito son,
en consecuencia, conceptos inaplicables, a menos que se adopte el
compromiso de decir que las leyes que rigen los procesos mentales son
menos estrictas que las que rigen los procesos físicos. El problema del
libre albedrío consistió, entonces, en la posibilidad de reconciliar la
hipótesis de que la mente debe ser descrita en términos tomados de las
categorías de la mecánica, con el hecho de que la conducta humana —en su
manifestación más elevada— no es lo mismo que el funcionamiento de las
máquinas.
Es curioso que no se advirtiera que todo este argumento es espurio. Los
teóricos supusieron, correctamente, que cualquier hombre normal puede
reconocer las diferencias existentes entre expresiones lingüísticas
significativas y no significativas o entre comportamiento automático
intencional. Si no fuera así, nada podía salvarse del mecanicismo. Sin
embargo, la explicación dada suponía que una persona no puede, en
principio, reconocer tales diferencias en las expresiones lingüísticas
emitidas por otros cuerpos humanos, debido a la imposibilidad de acceder
a sus causas inmateriales. Salvo en el dudoso caso de uno mismo, no
puede establecerse la diferencia existente entre un hombre y un robot.
Tendría que aceptarse, por ejemplo, que la vida interior de las personas
consideradas idiotas o dementes es tan racional como la de cualquier
otra porque, quizá, es sólo su comportamiento externo lo que nos
decepciona; posiblemente, ni los "idiotas" ni los "locos" son,
realmente, tales. Podría ser, también, que algunas personas consideradas
normales fueran, en realidad, idiotas. De acuerdo con la teoría, los
observadores externos no podrían nunca llegar a saber cómo es que el
comportamiento manifiesto de los demás está relacionado con las
facultades y procesos mentales correspondientes, ni tampoco conjeturar
—con algún grado de aproximación— si es correcto o incorrecto el uso que
hacen de los conceptos referentes a lo mental y a la conducta. En
consecuencia, es poco probable o imposible para cualquier ser humano
pretender ser cuerdo u obrar consistentemente, dado que le estaría
vedada la posibilidad de comparar su propio comportamiento con el de los
demás. En síntesis: la caracterización de las personas y de su
comportamiento como inteligente, prudente, virtuoso, estúpido, hipócrita
o cobarde, no podría nunca llegar a formularse, de modo que el problema
de proporcionar una hipótesis causal que sirva de fundamento a tales
calificativos no puede surgir jamás. La pregunta "¿cuál es la diferencia
entre personas y máquinas?" se planteó debido a que se sabía cómo usar
los conceptos referentes a lo mental y a la conducta mucho antes de que
se introdujera la nueva hipótesis causal. En consecuencia, esta
hipótesis no podía ofrecer los criterios utilizados para su uso ni
tampoco podía mejorar su empleo. Distinguimos, hoy, la buena de la mala
aritmética, la conducta juiciosa de la alocada, la imaginación fértil de
la estéril, de la misma manera como lo hacía Descartes antes y después
de haber empezado a especular sobre la compatibilidad de esos criterios
con el principio de causación mecánica.
Descartes equivocó la lógica del problema. En vez de preguntar por los
criterios en base a los cuales se distingue, de hecho, entre
comportamiento inteligente y no inteligente, preguntó: "Dado que el
principio de causación mecánica no nos permite establecer la diferencia,
¿qué otro principio causal lo hará?" Descartes se dio cuenta que éste
no era un problema perteneciente a la mecánica y supuso que debía
pertenecer a alguna contrapartida de ella. A menudo se concibe a la
psicología cumpliendo tal función.
Cuando dos términos pertenecen a la misma categoría es posible ponerlos
en conjunción. Podemos decir que compramos un guante izquierdo y un
guante derecho, pero no que compramos un guante izquierdo, un guante
derecho y el par de guantes. "Se va a Europa llena de ilusiones y de
deudas" [*] es una broma basada en lo absurdo que resulta conjugar
términos de tipos diferentes. Hubiera sido igualmente ridícula la
disyunción "se va a Europa llena de ilusiones o de deudas". El dogma del
"fantasma en la máquina" es, justamente, eso. Sostiene que existen
cuerpos y mentes, que acaecen procesos físicos y procesos mentales, que
los movimientos corporales tienen causas mecánicas y causas mentales. Mi
tesis es que éstas y otras conjunciones análogas son absurdas. Debe
observarse, sin embargo, que no pretendo que cualquiera de las
proposiciones ilegítimamente conjugadas sea absurda en sí misma. No
niego, por ejemplo, que acaezcan procesos mentales. Dividir y hacer una
broma lo son. Sostengo que la frase "hay procesos mentales" no tiene el
mismo significado que la frase "hay procesos físicos" y que, en
consecuencia, carece de sentido su conjunción o su disyunción.
Si mi argumento es correcto se siguen algunas consecuencias
interesantes. En primer lugar, se diluye la consagrada oposición entre
mente y materia, aunque de una manera diferente de cómo se la diluye en
las igualmente consagradas reducciones de la materia a la mente o de
ésta a aquélla. Mostraré que el contraste entre mente y materia es tan
ilegítimo como lo sería el de "se va a Europa llena de ilusiones" y "se
va a Europa llena de deudas". Creer que existe una oposición total entre
ellas es sostener que ambos términos poseen el mismo tipo lógico.
También se sigue de lo anterior que tanto el idealismo como el
materialismo son respuestas a una pregunta impropia. La "reducción" del
mundo material a procesos y estados mentales, lo mismo que la
"reducción" de estos últimos a estados y procesos físicos, presupone la
legitimidad de la disyunción "o bien existen mentes o existen cuerpos
(pero no ambos)". Esto sería como decir "o bien compró un guante
izquierdo y uno derecho o bien compró el par de guantes (pero no
ambos)".
Es perfectamente correcto decir, con cierta "tonada" lógica, que hay
mentes y decir, en otra "tonada" lógica, que hay cuerpos. Pero estas
expresiones no indican dos tipos diferentes de existencia debido a que
"existencia" no es una palabra genérica como "coloreado" o "sexuado".
Dichas expresiones ofrecen dos sentidos distintos de "existir"; algo así
como "crecer" tiene sentidos diferentes en "la marea está creciendo",
"las esperanzas están creciendo", y "la edad promedio de mortalidad está
creciendo". Si alguien afirmara que hay tres cosas que en este momento
están creciendo: la marea, las esperanzas y la edad promedio de
mortalidad, su broma no sería muy buena. Sería tan mala o tan buena como
decir que existen los números primos, los días miércoles, la opinión
pública y los barcos, o que existen las mentes y los cuerpos. En los
capítulos siguientes trataré de probar que la doctrina oficial se basa
en un conjunto de errores categoriales, mostrando las consecuencias
lógicamente absurdas que derivan de ella. Esta exhibición de absurdos
tendrá el efecto constructivo de indicar, en parte, la lógica conecta de
los conceptos referentes a lo mental y al comportamiento.
Nota histórica
Sería inexacto sostener que la doctrina oficial se deriva únicamente de
las teorías de Descartes o de la expectativa creada por las
implicaciones de la mecánica del siglo xvii. La teología de la
escolástica y de la Reforma modelaron el intelecto de los científicos,
filósofos, clérigos y hombres comunes de su época. Las teorías
estoico-agustinianas referentes a la voluntad fueron incorporadas en las
doctrinas calvinistas del pecado y la gracia. Las teorías platónicas y
aristotélicas sobre el intelecto conformaron las doctrinas ortodoxas de
la inmortalidad del alma. Lo que hizo Descartes fue reformular en el
nuevo idioma de Galileo las doctrinas teológicas del alma que
prevalecían en su época. La privaticidad teológica de la conciencia se
transformó en privaticidad filosófica; el mito de la predestinación
reapareció como el mito del determinismo.
No sería justo decir que el mito de los dos mundos no produjo ventajas
teóricas. A menudo, cuando los mitos son nuevos, hacen mucho bien a las
teorías. Uno de los beneficios obtenidos con el mito para-mecánico fue
la eliminación del mito para-político. Hasta entonces, las mentes y sus
facultades habían sido descritas apelando a analogías entre superiores y
subordinados. Los términos usados eran los de legislar, obedecer,
colaborar y rebelarse. Tales términos aún sobreviven en muchas
discusiones éticas y epistemológicas. De la misma manera que en la
física el mito de las "fuerzas ocultas" significó un adelanto científico
sobre el mito de las "causas finales", el nuevo mito de las
operaciones, impulsos y entidades ocultas implicó, para la psicología y
la antropología, un adelanto respecto del viejo mito de los dictados,
deferencias y desobediencias.
(*) He cambiado el ejemplo que usa
Ryle ("She came home in a flood of tears and a sedan-chair") debido a
que, en su traducción al español, no presenta la confusión categorial
que ofrece en inglés. [T.]
Gilbert Ryle, El concepto de lo mental, Paidós, Buenos Aires 2005
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