La importància de l´oci.
El cuidado y el cultivo de uno mismo, sin desconsideración para con los
demás, es una tarea fundamental. Ello supone no sólo hacer otras cosas, sino
otro modo de hacer. Se trata de ejercitarse en el saber vivir
adecuadamente. Es no simplemente el cuidado del cuerpo, sino la capacidad de
incorporar conocimiento como forma práctica de vida. Este recreo es un nuevo y
permanente nacer y crecer. De no ser así, el ocio es mera actividad, una más,
una de tantas, con resultados poco efectivos.
En ocasiones, llamamos ocio a todo un catálogo de tareas que más bien parecen
indicadas para ocupar el tiempo. El listado puede ser tan estresante como la
realización de las mismas y éstas tan inútiles como tantas labores que no
aportan nada.
Si vacare es vaciar no es porque se trata de dilapidar y de
malgastar el tiempo o de perderlo, sino porque antes bien se tiene para algo
otro. Lo que hacemos nos abre un tiempo diferente. Si estar ocioso es estar
vacío es porque se está liberado de determinadas ocupaciones de obligado
cumplimiento, porque se está libre. “Libre”, no obligatoriamente.
Incluso para que quepa hablar del dulce placer de no hacer nada, se requiere
alguna ocupación y una entrega adecuada. Y no todos están en esas condiciones.
Hemos de evitar por tanto una lectura elistista que reduce el ocio a un
privilegio exclusivo para quienes pueden permitírselo.
Propiamente vacare es disponer
de tiempo para dedicarse, para ocuparse de algo o de alguien, incluso de uno
mismo. Es un nuevo modo de relación o de ligazón. No es un puro olvido, como un
sedante o un narcótico que propicie la indiferencia. No es una pasividad, ni
siquiera una quietud. Exige entrega, incluso cuando es al reposo. Es otra forma
de cultivo y de memoria.
En el ocio se produce una nueva modalidad de encuentro. Frente al permanente
vaivén y ajetreo de las tareas cotidianas, se requiere abrir, incluso
diariamente, en el seno de ellas, instantes,
momentos, no para devorar y consumir tiempo, sino para vivirlo.
No para pasar la vida, sino para recrearla.
El ocio es una tarea digna de supervivientes, de quienes
tienen el privilegio de poder vivir, no por encima de sus posibilidades, sino
por encima de sus realidades. Por eso no faltan a quienes les es negado, todo en
ellos es necesidad y obligación. O nada. Ningún tiempo se les hace espacio libre
y ello complica su libertad y su posibilidad de recreación. Lo que está en juego
no es sólo su descanso, lo que está en juego es la plenitud de su salud.
Una sociedad sin ocio para todos no es una sociedad sana. Una
sociedad sin ocio es una sociedad sin cultivo de uno mismo, es decir, sin
cultura. La falta de espacios de oportunidad y de recreación puede arrinconar el
ocio hasta el punto, en su caso, de entender paradójicamente que sólo tiene
sentido e interés si es un negocio.
Angel Gabilondo, El ocio imprescindible, El salto del Ángel, 04/04/2012
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