Els conceptes ens permeten veure.
by Santiago Sequeiros |
Efectivamente, los conceptos no sólo describen lo que vemos, nos
hacen ver, nos permiten ver. A veces no vemos por falta de teoría o
porque ignoramos que ésta nutre, sustenta y se sustenta en la acción. Supongo
que tampoco aclara el exceso, ni siquiera de luminosidad.
Platón insiste literalmente en que al salir los liberados de la
caverna “los ojos les hacían chiribitas”. Con tanto resplandor y tan
poca resistencia a la luz, dado que nada opaco se les opone, no hay modo de
ver. Conviene no olvidar que teoría originariamente
significa mirada, un modo de contemplar o de considerar algo.
De ahí la importante vinculación. Los trastornos de la mirada lo son de nuestros
conceptos y viceversa. Por eso es tan educativo, para ver mejor y más
justamente, cuidar y cultivar los conceptos y no desconsiderar la teoría. De lo
contrario, uno termina por no ver. Por no ver lo que pasa,
a quien pasa, lo que le pasa y lo que
nos pasa.
La mirada puede acabar siendo plana o vacía, ya que pierde la capacidad de
descubrir diferencias. No es inocente ni nuestra mirada ni lo
son nuestras teorías. De hecho, no faltan quienes “deducen” de ellas lo que ven.
Y con los mismos mimbres construyen relatos diferentes, traman e intrigan lo que
las confirma. De ser así, sólo vemos lo que a nuestro juicio merece la pena
verse, que reducimos a lo que nos interesa. Nuestro juicio se
limita a nuestro prejuicio. Bien lo dice Saramago en su
Ensayo: “creo que nos quedamos ciegos, creo que estamos ciegos,
ciegos que ven, ciegos que viendo no ven”. No queremos ver. No sólo es
indiferencia, nos recuerda, también es
ruindad. No son sólo los ojos, es el pensamiento, es el
corazón.
Cerca, bien cerca, se encuentra lo que convendría
que viéramos, que contempláramos, que consideráramos. Y esta manera de ver no es
pasividad respecto de lo visto, no es un simple mirar, sino un modo de
participar y de intervenir. No es
equidistancia, sino la adopción de la distancia adecuada para
un ver activo. De hecho, cuando los griegos dicen "theorein" lo
entienden como una relación del mirar con lo visto, tanto que sólo se ve porque
se tiene que ver con ello. Tener que ver con algo o con alguien
es un gesto de reconocimiento, el de correr una suerte común, incluso
el de necesitarlo para poder ver bien. Uno solo, si no tuviera que ver en
absoluto con lo que ocurre, en cierto modo no lo vería. Ver es también una
elección, una decisión, una
implicación. No una invención, pero sí una selección. Vemos
eligiendo y a veces borrando y tachando, como proceden el recuerdo y el olvido.
Y a veces no nos interesa ver porque resultaría comprometido.
En situaciones azarosas y complicadas no es fácil mantener abierta y
despierta la mirada. Desconcertados, ni siquiera encontramos con naturalidad la
mejor salida. Nos cuesta elegir y conviene no descuidar la mirada. En esos
momentos se muestra cuál es nuestro modo de ver. No sólo hay
distintos puntos de vista, hay también maneras bien diferentes de contemplar la
situación.
Secada la mirada, no pocas veces extinta su
dimensión social, ya no necesitamos insensibilidad ante ciertas situaciones, es
que ni las consideramos ni las vemos, son paisaje malentendido.
Lo que pasó ya ha pasado y lo que pasa ya pasará. Todo se vuelve escenario,
entorno, contexto, incluso las personas y sus situaciones, todo es un efecto
colateral. Encontramos “normal” determinados comportamientos o situaciones de
necesidad, de exclusión, de
violencia, de desamparo y de
marginación. Convivimos con naturalidad con la miseria y la
ignorancia, que atribuimos a la suerte, a la casualidad, al destino, o a la
falta de esfuerzo. La mirada se amolda y cómodamente vivimos en la constatación,
o bien de que siempre ha sido así, o de que no hay nada que hacer.
Desarrollar la mirada para sostener que hay asuntos
intolerables, no sólo para la paciencia, sino también para la justicia,
labra una mirada ética, la que es capaz de considerar que nada
humano le es ajeno. Incluso en el extremo, el espejo invertido llega a encontrar
razonable y conveniente la falta de oportunidad o el abandono, mientras nuestros
ojos no se incomodan. Educar la mirada es también una labor de
pensamiento, su cultivo permite contemplar la belleza, pero
también considerar la justicia.
Ángel Gabilondo, Trastornos de la mirada, El salto del Ángel, 11/04/2012
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