El determinisme spinozià contra el lliure albir.



En 1677, cuando Baruch Spinoza publicó su Ética demostrada según el orden geométrico, Europa aún estaba inmersa en una cosmovisión que situaba a la humanidad en el centro de la creación, dotada de un alma racional capaz de tomar decisiones libres y responsables. La propuesta de Spinoza sonaba a provocación radical: «Los hombres se creen libres porque ignoran las causas que los determinan». Hoy, tras tres siglos de desarrollo científico, esta idea resuena a la luz de los descubrimientos neurocientíficos modernos.

La metafísica de Spinoza se basa en un principio fundamental: todo lo que existe forma parte de una única sustancia infinita, a la que el filósofo holandés llama Dios o Naturaleza. Esta sustancia no actúa con fines ni propósitos, sino según una necesidad absoluta que rige cada acontecimiento, desde el movimiento de los astros hasta los pensamientos más íntimos del hombre. No hay contingencia en el universo de Spinoza: todo lo que sucede estaba destinado a suceder, y todo lo que no sucede es imposible. El hombre se engaña a sí mismo pensando que es libre simplemente porque es consciente de sus propios deseos, pero ignora las infinitas cadenas causales que los determinan.

Para el filósofo holandés, la mente humana es la "idea del cuerpo", es decir, la representación de la complejidad del organismo biológico. No existe una separación clara entre lo mental y lo físico: son dos aspectos de la misma realidad, dos formas de describir los mismos procesos naturales. La consciencia no es una entidad separada que observa el cerebro desde fuera, sino la forma en que ciertos procesos cerebrales se manifiestan subjetivamente.

Esta perspectiva coincide con las interpretaciones contemporáneas de la consciencia como un fenómeno emergente. El neurobiólogo Antonio Damasio, quien ha dedicado amplios estudios a la relación entre Spinoza y la neurociencia, argumenta que la conciencia emerge de la complejidad de la organización neuronal, sin requerir principios no físicos. La sensación subjetiva de ser un "yo" que decide libremente es la forma en que el cerebro representa sus propios procesos de procesamiento de la información. Esta interpretación nos ayuda a comprender por qué la ilusión del libre albedrío es tan persistente y convincente. No se trata simplemente de un error cognitivo que podríamos corregir con más información. Es, más bien, la forma inevitable en que un sistema complejo como el cerebro humano se representa a sí mismo sus procesos de toma de decisiones. Subjetivamente, no podemos evitar sentirnos libres, incluso si objetivamente nuestros comportamientos siguen leyes causales.

Pero ¿qué significa todo esto para la ética y la responsabilidad moral? Spinoza no era nihilista. Quien comprende las causas de su propio comportamiento puede modificarlas mediante la razón y la educación. La auténtica libertad no consiste en la capacidad de violar las leyes de la naturaleza, sino en la capacidad de comprenderlas y actuar en armonía con ellas.

La meditación, la terapia cognitivo-conductual e incluso las intervenciones farmacológicas pueden alterar los circuitos neuronales que subyacen a nuestras decisiones. No se trata de recuperar una libertad absoluta imposible, sino de ampliar nuestra capacidad de autorregulación mediante el conocimiento de los mecanismos que nos determinan. 

Esta perspectiva tiene profundas implicaciones para el sistema jurídico y las prácticas educativas. Si la conducta delictiva surge de disfunciones neuronales específicas, el enfoque punitivo tradicional pierde gran parte de su significado. Resulta más racional centrarse en intervenciones que puedan modificar patrones problemáticos, ya sea mediante terapia o cambios ambientales. El objetivo ya no es castigar la culpa, sino prevenir daños futuros modificando las causas de la conducta indeseada. La visión de Spinoza y los descubrimientos neurocientíficos convergen hacia una concepción más humana y científica de la justicia. Al reconocer que todos somos producto de nuestras circunstancias neurológicas y ambientales, podemos desarrollar una mayor compasión por quienes actúan de forma destructiva, sin renunciar a la necesidad de proteger a la sociedad de las consecuencias de tales acciones.

Deodato Salafia, Spinoza y la neurociencia: el determinismo puesto a prueba del tiempo, Spinozismo Contemporáneo 07/09/2025


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