L'home és la mesura de totes les coses?
El hecho, indiscutible desde la teoría de la relatividad, de que el
espacio tridimensional, vacío y sin límites carece de realidad física
no impide que la intuición de tal espacio tenga un enorme peso en
nuestra configuración del mundo, no impide que pueda ser considerado
como una especie de universal antropológico posibilitador, entre otras
cosas, de la intuición de la geometría euclidiana, esa geometría que
hemos aprendido en la escuela y que para casi todos constituye de
entrada pura y simplemente la geometría. Se establece así una suerte de
doble verdad: verdad es que el mundo responde a métricas no euclidianas,
pero verdad es también que, para algo tan importante como nuestro
comercio con él, el mundo es perfectamente euclidiano.
Hay
muchos otros ámbitos en la intersección de la ciencia y la filosofía
donde esta polaridad entre hipótesis de la razón y anclaje en nuestra
percepción ordinaria de las cosas. ¿Hay o no hay una realidad física
exterior, que seguirá tras mi eventual desaparición y la desaparición de
todos los demás humanos, cuya percepción de esa realidad coincide
aparentemente con la mía? Respecto a esta pregunta que en una columna
anterior formulaba, en ocasiones me he referido aquí a John Bell, el
físico cuyo teorema fue el más duro golpe para los principios clásicos a
los que se aferraba Einstein, en particular el principio de realismo,
que afirma precisamente la existencia de un mundo sometido a leyes
con independencia de que se dé o no un sujeto conocedor del mismo. Pues
bien, el subversivo (en términos de principios ontológicos) John Bell
es, sin embargo, el autor de la siguiente declaración:
«Desearíamos
poder tener un punto de vista realista sobre el mundo, hablar del mundo
como si realmente estuviera ahí cuando no es observado. Yo ciertamente
creo en un mundo que estaba ahí antes de mí, y que seguirá estando ahí
después de mí, y creo que usted forma parte de ese mundo. Y creo que la
mayoría de los físicos adoptan este punto de vista cuando se los pone
contra la pared (when they are being pushed into a corner )
Hay
en esta afirmación un aspecto emotivo: el gran físico nos dice que
cuando la interrogación filosófica aprieta, la respuesta realista sería
pese a todo preferible. Cabe también citar a Alain Aspect, el físico
que completó en el plano experimental el teorema de Bell, contribuyendo
así a que éste tenga el enorme peso filosófico que se le confiere:
"Estoy
convencido de que el físico elige hacer física porque piensa que el
mundo es inteligible. Creo que el físico, a priori, cuando imagina su
vida de físico se ve como alguien exterior que va a abrir el reloj para
ver lo que pasa en el interior. Creo que, más que nadie, el físico
tiene esta creencia ingenua, espontánea, de que existe un mundo
independiente de él y que su papel es de descubrir la manera cómo
funciona este mundo...el ideal en principio es que el mundo funciona y
se halla ahí aunque el observador no se encuentre".
Sorprendentes
afirmaciones en boca de científicos que han contribuido en gran
medida a laminar los principios de realismo y de contigüidad (según el
cual una acción sobre un objeto A separado de un objeto B no tiene
efecto sobre este, al menos de que haya entre ellos una cadena de
objetos C, D, etc., en contacto, de tal forma que el efecto no es nunca
instantáneo). Principios tan caros a un Feyman, cuando afirmaba que
una onda sonora deja un resto- por ejemplo una traza en el tronco de un
árbol aunque nadie lo haya escuchado. Reto para la metafísica es que la
ciencia natural, de la que ha de nutrirse necesariamente, haya llegado a
poner en entredicho esta apuesta de Feyman, lo cual como veremos
conducirá a actualizar la reflexión sobre si el hombre es o no la
medida de todas las cosas.
Víctor Gómez Pin, Asntos metafísicos 5: Una traza en el tronco de un árbol, El Boomeran(g), 27/08/2013
Comentaris